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Volumen 64, Número 1enero/febrero 2013

In This Issue

Este retrato de Cailliaud fue dibujado por el famoso retratista André Dutertre poco después que Cailliaud regresara por primera vez de Egipto en 1818. Cailliaud tenía 31 años.

l regresar de su Francia natal en 1822, a Frédéric Cailliaud le esperaba un recibimiento de héroe. En los siete años anteriores, sus logros como explorador y científico en Egipto le habían hecho ganarse la admiración tanto de sus colegas como de la prensa popular. Había redescubierto minas de esmeralda de la época romana. Había enfrentado la intriga, la rebeldía y las inclemencias del tiempo para convertirse en uno de los primeros europeos en explorar los desiertos arábigo y líbico. Su máximo descubrimiento, tras una invasión egipcia a Sudán, se produjo cuando se aventuró hacia el sur, a lo que hoy es la frontera entre Sudán y Etiopía, y redescubrió Meroë, la capital del antiguo reino de Cus. Además, Cailliaud compiló la colección más importante de reliquias arqueológicas y etnográficas en llegar a Francia en el siglo comprendido entre la invasión de 1798 por Napoleón y las excavaciones de Saqqara por Auguste Mariette de fines del siglo XIX.

Poco después de su regreso, Cailliaud publicó su libro Travels in the Oasis of Thebes (Viajes por el oasis de Tebas), el cual contenía información inédita sobre la gente y los lugares del desierto líbico. Su libro Travels to Meroë (Viajes a Meroë) no solo aportaban información igual de pionera sobre los pueblos y las regiones situadas al sur de la primera catarata del Nilo, sino que también constituían el primer estudio científico de monumentos sudaneses. También trajo consigo una enorme colección de material textual correctamente copiado que, junto a los objetos de su colección recién adquirida, ayudaron al historiador Jean-François Champollion a descifrar el lenguaje jeroglífico del Antiguo Egipto. Los aportes de Cailliaud al conocimiento fueron tan apreciados que en 1824 fue condecorado con la Legión de Honor Francesa.

Estas tres imágenes secuenciales muestran cómo Frédéric Cailliaud, un antiguo estudiante de dibujo y de diseño de joyas, elaboró las elegantes placas de color publicadas por primera vez entre 1831 y 1837. La versión de más a la izquierda está repleta con sus anotaciones sobre los colores y detalles que se debía agregar; la versión del centro está más limpia y detallada. La versión final (derecha) se publicó como Placa 45a en Research on the Arts and Crafts of the Ancient Egyptians, Nubians and Ethiopians (Investigaciones sobre las artes y oficios de los antiguos egipcios, nubas y etíopes).

No obstante, Cailliaud era de origen humilde. Nacido en 1787, fue el tercer hijo de un cerrajero y concejal municipal de la ciudad-puerto mediterránea de Nantes. Rehuyendo de la profesión de su padre, pero mostrando aptitudes para los detalles complejos, Cailliaud aprendió el oficio de joyero. Para ayudarse en este emprendimiento, también estudió dibujo, una habilidad que le resultaría muy útil muchos años después en Egipto. Se marchó de Nantes en 1809 y se dirigió a París para trabajar como joyero, lugar en el que sumó a su curriculum estudios en mineralogía e historia natural. Dos años más tarde inició viajes por Europa y el Mediterráneo para completar sus estudios y armar una colección personal de muestras de minerales.

Estando en Grecia, Cailliaud estableció un contacto que lo llevó a trabajar por un corto tiempo en Estambul para el sultán otomano Mahmud ii, por encargo del cual adornaba las fundas de espada de los invitados extranjeros con piedras preciosas. Desde allí, fijó su objetivo en Egipto, el cual, a principios del siglo XIX, tenía gran atractivo para los estudiosos y los exploradores. La invasión fallida de Napoleón había abierto el país a oportunidades científicas, fomentadas por publicaciones tales como la enormemente popular Travels in Upper and Lower Egypt (Viajes por el Alto y el Bajo Egipto), un relato de la invasión de Napoleón escrito por su confidente, Dominique Vivant Denon, y el primer volumen de la enciclopedia Description de l'Egypte (Descripción de Egipto), la cual contenía el primer estudio científico sistemático de monumentos faraónicos.

Al seleccionar de entre la multitud de pinturas funerarias, Cailliaud con frecuencia mostraba interés por los aspectos prácticos de la vida cotidiana, como se refleja en esta pintura de estos cuatro constructores de botes, juntos con sus herramientas (arriba), la cual copió de la tumba de Ibi, en Luxor, y que publicó como Placa 2 en Arts and Crafts (Artes y oficios). A esta le siguió la Placa 3 (abajo), la cual proviene de bajorrelieves de la tumba de Paheri, en El Kab. En ella se retratan cuatro botes en detalles casi técnicos.

Cailliaud llegó a Egipto en 1815. Rápidamente se encontró con el vicecónsul de Francia, Bernardino Drovetti, quien llevó a Cailliaud en su primer viaje al sur, a lo largo del Nilo, hasta Wadi Halfa, cerca de la segunda catarata y actual frontera entre Egipto y Sudán. Drovetti también ayudó a Cailliaud a conseguir un puesto como mineralogista para Muhammad Ali, virrey otomano y gobernante de Egipto, quien quería desarrollar la economía, la industria y el ejército de Egipto. La tarea de Cailliaud consistió en redescubrir, en el desierto arábigo, las minas de esmeralda que habían sigo agotadas y abandonadas por los romanos, con vistas a usar métodos más modernos para extraer piedras preciosas y enriquecer al virrey. Esta tarea oficial también le dio la oportunidad de llevar a cabo misiones de exploración personales. Primero viajó a Luxor en busca de antigüedades, las que obtuvo en abundancia a pesar de que tenía recursos financieros limitados. Fue durante estos viajes que Cailliaud comenzó a documentar en sus cuadernos el material gráfico y los textos que hallaba, la mayoría de ellos presentes en tumbas de la necrópolis de Tebas.

Después de identificar las ubicaciones de minas de esmeralda potenciales y sus posibles reservas, Cailliaud emprendió viaje hacia el oeste del Nilo, en dirección al poco conocido oasis de Jariyá, también en busca de antigüedades de los faraones. Con ello se convirtió en el primer europeo moderno en documentar la existencia del templo romano de Dush, que databa del siglo I d. C. Después de efectuar un rápido reconocimiento del oasis, decidió volver a Francia para presentar sus dibujos y apuntes.

La Placa 36 del primer volumen de Travels to Meroë (Viajes a Meroë) incluía esta litografía que Cailliaud diseñó con el fin de mostrar una vista general de las pirámides de inclinación pronunciada presentes en el lugar.

A su llegada a París, en noviembre de 1818, las noticias de sus logros se difundieron rápidamente entre la élite de científicos. Edmé Jomard, quien había acompañado a Napoleón a Egipto veinte años atrás, era en aquel entonces el jefe de redacción del proyecto Descripción de l'Égypte. Joomard le cogió simpatía al joven Cailliaud y le llevó a tener mayores oportunidades. La comisión gubernamental a cargo del proyecto Descripción reconoció que Cailliaud podía continuar lo que los estudiosos de Napoleón habían empezado. Por recomendación de esta, el gobierno de Francia compró los dibujos y las reliquias de Cailliaud, los que fueron depositados en la Biblioteca Real de París, mientras que Jomard se dedicó a la tarea de publicar las notas. Además, el gobierno ordenó formalmente a Cailliaud regresar a Egipto para que visitará lugares que no visitaron los estudiosos de Napoleón: los cinco principales oasis del desierto líbico y las tierras de Nubia a lo largo del Nilo hacia el sur. Se le proporcionó dinero y equipos, además de ayuda cartográfica de un oficial naval llamado Pierre-Constant Letorzec.

Cailliaud regresó a Egipto en octubre de 1819, y rápidamente obtuvo permiso de Muhammad Alí para explorar y excavar. Poco tiempo después emprendió viaje a los oasis más distantes de Egipto: Siwa, famoso por su oráculo griego, el cual había sido importante en la legitimización de las conquistas de Alejandro el Grande. Era un viaje atrevido puesto que, por su distancia al Nilo, este quedaba fuera del ámbito de protección del virrey. Los franceses se abrieron paso por el desierto, sin ser molestados por las tribus locales que se habían hecho conocidas por rechazar e incluso matar a los primeros exploradores europeos. Llegaron a Siwa, donde estudiaron con éxito el templo de Júpiter Amón. Cambiaron rumbo en dirección al sur, hacia Bahariya, para atravesar los oasis de Farafra, Dajla y Jariyá en un viaje que duró tres meses y en el que documentaron todo lo que encontraron a su paso.

Algunas de las ilustraciones de este artículo fueron publicadas entre 1831 y 1837 en Research on the Arts and Crafts of the Ancient Egyptians, Nubians and Ethiopians. Solo se imprimieron 100 copias de este libro. Poco tiempo después de ser impresas, el edificio en el que estaban guardadas se derrumbó: solo se salvaron alrededor de 50 copias. El volumen de texto siguiente que se pretendía publicar, y en el que se explicarían las imágenes del primer volumen, nunca llegó a completarse. Ese manuscrito, junto con sus ilustraciones originales, pasaron a manos del hijo de Cailliaud, quien tampoco terminó el proyecto. La historia de la propiedad del manuscrito de allí en adelante es desconocida hasta 2002, año en que fue adquirido por Sims Reed, una distribuidora de libros londinense. En 2005 fue comprado por el segundo autor de este artículo.

El manuscrito consta de 1000 páginas de texto escrito a mano en francés, una serie casi completa de 80 placas de ilustraciones de Cailliaud y una colección de material de apoyo y dibujos personales. Todo el manuscrito está basado en notas que Cailliaud tomó durante sus viajes, y el texto fue revisado en varias ocasiones. Gran parte de éste está escrito con lápiz en cuadernos de tamaño normal. En algunos casos poco frecuentes se reutilizó papel desechado de otras tareas. El autor principal de este artículo tradujo gran parte del francés algo arcaico como parte de su trabajo en el American Research Center de Egipto, el cual planea publicarlo, tanto en inglés como en francés, en lo que queda del año.

Casi al final de su viaje, en marzo de 1820, en Jariyá, Cailliaud se enteró de una campaña militar que se estaba organizando para obtener para Egipto los abundantes recursos de Sudán, entre ellos sus minerales. La campaña iba a ser dirigida por el tercer hijo de Muhammad Ali, Ismail Pasha. Cailliaud obtuvo permiso del virrey para acompañar al ejército, y se le encomendó la tarea de retomar sus estudios mineralógicos, buscando oro una vez que llegaran al sur de Jartum. Al ver que todo el transporte existente había sido requisado por el ejército, Cailliaud compró su bote propio y, teniendo un par de meses libres antes de la campaña, los dos franceses se dirigieron al sur de Luxor, donde acumularon otra colección de antigüedades. En ese lugar, en la necrópolis de la ribera occidental, construyeron una pequeña casa de adobe para almacenar sus objetos, la cual techaron con madera de una fuente fácil de obtener: partes de sarcófagos pintados de faraones.

En Arts and Crafts, Cailliaud solía compilar material gráfico de varios sitios en placas temáticas. Arriba: Siembra, arado y cosecha de papiro, proveniente de tumbas de Giza, Beni Hasan y Luxor. Abajo: Cosecha de higos (nótense los babuinos en los árboles), graneros y arado, proveniente de las tumbas de Amenemhat y Jnumhotep iii, en Beni Hasan.

La colección que Cailliaud acumuló en su refugio era distinta a la de sus contemporáneos. Cailliaud solía escoger artículos de poco o nulo valor estético o comercial y se enfocaba, más bien, en objetos representativos de la vida cotidiana de la época de los faraones: prendas de vestir, cosméticos, herramientas y ajuares funerarios completos. Hasta aquel entonces, ningún europeo se había enfocado tan intensamente en este tipo de objetos cotidianos, por lo que la colección tenía un valor histórico y etnográfico único. Por lo demás, Cailliaud siguió copiando escenas pintadas en las tumbas de Tebas.

En agosto, Cailliaud y Letorzec viajaron al sur de Aswan, donde se unieron a la expedición del ejército y donde se encontraron con una desagradable sorpresa: otros europeos que participaban en la expedición habían urdido un complot para poner en duda la autenticidad de los documentos de permiso de Cailliaud, y por lo tanto para sacarlo de la expedición. Claramente, el objetivo de ellos era eliminar a un competidor formidable dentro de lo que eran sus búsquedas de antigüedades. En una carrera contra el tiempo, Cailliaud no tuvo más alternativa que regresar al Cairo, confirmar la autenticidad de sus documentos y emprender el viaje de regreso al sur para alcanzar a la expedición.

Viajar por sí solos resultó ser inesperadamente ventajoso. Cailliaud y Letorzec cruzaron desde Aswan hacia las tierras de Nubia, donde visitaron los monumentos que encontraron a su paso. Entre estos se encontraban las enormes fortalezas faraónicas de Semna y Kumma; las islas de Saï y Argo; los templos de Sedeinga, Soleb y Sesebi, y la ciudad de Kerma. De haber permanecido con el ejército egipcio, probablemente no habrían tenido tiempo para estudiar los monumentos en forma tan acuciosa como lo hicieron.

Finalmente, se reunieron con las fuerzas egipcias en Gebel Barkal, que en el siglo XV a. C. marcaba el límite austral del reino del faraón Tutmosis iii. Para su sorpresa, allí fueron bien recibidos por el contingente de europeos, quienes con gran regocijo de su parte acababan de declarar que las ruinas de Gebel Barkal eran nada menos que las de la famosa y codiciada ciudad de Meroë, conocida en fuentes clásicas como la capital del reino de Cus. Los rivales de Cailliaud estaban seguros de que su descubrimiento les traería fama inmediata.

Fabricación de ladrillos; copiado de la tumba de Rejmira, en Luxor.

El ejército avanzó nuevamente hacia el sur, y Cailliaud aprovechó ese tiempo para seguir documentando las tierras y los pueblos no documentados de Sudán. Cailliaud y Letorzec obtuvieron permiso para salirse de la ruta del ejército y buscar diamante y oro cerca de Shendi, con la condición de que vistieran atuendo turco, usaran seudónimos (Murad Effendi y Abdallah el Faqir) y fueran acompañados por un séquito. No contentos con simplemente buscar diamante, Cailliaud se aventuró más lejos, atraído por las historias locales que hablaban sobre otras grandes ruinas. Después de un viaje relativamente corto, el grupo divisó pirámides altas y estrechas que se elevaban desde una necrópolis. El lugar estaba ubicado cerca del paralelo 18, hecho que concuerda con la descripción del lugar de Meroë presente en fuentes antiguas. Rápidamente, Cailliaud desechó la idea de que Gebel Barkal pudiera ser Meroë y, en su reemplazo, propuso este lugar. Su hallazgo fue finalmente validado, y el descubrimiento de la capital de Cus por los europeos fue atribuido a Cailliaud y Letorzec.

Emocionados, los franceses exploraron los monumentos y levantaron un mapa de la ciudad y del cementerio a fin de documentar todo lo que pudieran de la manera más rápida posible. Sin embargo, la euforia de Cailliaud causada por el descubrimiento se vio ensombrecida por la brutal realidad de la invasión —emboscadas, batallas y ejecuciones de prisioneros— de la que fue testigo tras reunirse con el ejército en Shendi. Cuando la expedición avanzó hacia Omdurman, opuesta a Jartum, Cailliaud permaneció allí durante cinco meses mientras los egipcios subyugaban la región. Continuó con sus estudios etnográficos y elaboró un lexicón francés-árabe con los nombres de los lugares que había visitado.

La búsqueda de oro dio algunos frutos, pero no los suficientes para ameritar su explotación a gran escala. En consecuencia, en la primavera de 1822, Ismail Pasha decidió que Cailliaud debía regresar a El Cairo, entregar el oro que había encontrado y pedir autorización al virrey para que también el ejército regresara a Egipto. El momento resultó ser oportuno: En octubre de 1822, poco tiempo después que Cailliaud emprendiera el viaje, Ismail y su séquito celebraron un banquete para festejar su inminente regreso a Egipto. Durante el banquete, un antiguo rey de la zona de Shendi llamado Nimir rodeó a las fuerzas egipcias y quemó a los invasores cuando estos se encontraban en sus tiendas de campaña.

Cailliaud y Letorzec aprovecharon su viaje de regreso para continuar sus exploraciones, las que incluyeron la ciudad de Naga, el templo de Musawwarat el-Sufra y nuevas visitas a Gebel Barkal y Meroë. Ambos cruzaron la frontera hacia Egipto en junio y se dirigieron directamente a Luxor para recuperarse, adquirir aún más antigüedades y prepararse para su regreso a Francia. Cailliaud una vez más de dedicó a copiar escenas encontradas en las tumbas de la ribera occidental y, ocasionalmente, las de otro lugar de sepultura: El Kab.

Fundición de metal, soplado de vidrio y fabricación de joyas, copiados de las tumbas de Rejmira, en Luxor, y Khety, en Beni Hasan.

También fue durante este periodo que Cailliaud pasó a llevar uno de los principios éticos de la arqueología. La tumba de Neferhotep había sido redescubierta recientemente por un explorador rival que trabajaba para los británicos. Cailliaud obtuvo permiso para ver y documentar los bellos murales de la tumba, pero aprovechó la oportunidad para extraer porciones significativas de una escena de un muro con el fin de enviarlas a Francia. Se dice que Cailliaud, sorprendido en el acto por un trabajador, fue perseguido desde la tumba, logrando llevarse solo una parte de la escena buscada. Hacia fines de septiembre de 1822, los franceses regresaron a El Cairo; y hasta el día de hoy, el fragmento de mural robado reside en el Louvre. Después de visitar la recientemente abierta pirámide escalonada de Zoser, en Saqqara, visita durante la cual elaboraron uno de los primeros mapas de sus pasajes subterráneos, regresaron a Francia el 30 de octubre.

Los intereses de Cailliaud abarcaban desde la antigüedad lejana hasta su presente inmediato. Arriba: La Placa 15 del libro Arts and Crafts, tomada de la tumba de Rejmira, muestra a unos escultores que usan andamios y diversas herramientas para bosquejar, tallar y pulir una estatua colosal; mientras que la Placa 21 (abajo), la cual no coloreó, es una compilación de notas visuales sobre zapatos que vio en sus viajes por Egipto y Nubia.

Dejando de lado las historias de audacia y engaño, no se puede enfatizar suficientemente el aporte de Cailliaud a la naciente disciplina de la egiptología. Su importancia radica en la cantidad de datos que llevó a Francia, en los descubrimientos que hizo y en la calidad de los mapas, planos e ilustraciones que elaboró. Edmé Jomard se dedicó a la tarea de convertir el libro Travels in the Oasis of Thebes de Cailliaud a formato de obra de referencia (muy similar a Description de l’Égypte); sin embargo, debido a lo perfeccionista de la editorial, la publicación se retraso por un largo tiempo, y al ser publicado el primer volumen, el libro fue criticado duramente. Fue considerado una imitación demasiado ambiciosa de la ahora famosa enciclopedia Description. Del mismo modo, el valor del primero de los dos volúmenes prometidos (textos e ilustraciones, respectivamente) disminuyó drásticamente al no ser publicado el segundo volumen. Desafortunadamente, el segundo volumen no apareció sino hasta 1862, poco tiempo antes de que Jomard muriera, cuando Cailliaud tenía 75 años. A esa altura, la relevancia de la obra había disminuido notoriamente ya que los objetos de la colección de Cailliaud habían sido dejados en el olvido. Mientras tanto, Cailliaud, consciente del peligro que significaba retrasar demasiado las publicaciones, editó por sí solo su segunda obra maestra: Travels to Meroë and the White Nile (Viajes a Meroë y al Nilo blanco).

Al tiempo que Cailliaud dejaba de depender de Jomard, su relación con Champollion crecía. Champollion y su hermano, Jacques Joseph, le entregaron a Cailliaud copias de los dibujos de monumentos que ellos habían hecho durante su expedición franco-toscana de 1828-1829. Estas imágenes, junto con otras muchas pertenecientes a Cailliaud, formaron la base de lo que sería, supuestamente, una tercera gran publicación, la que también estaría dividida en dos volúmenes —el primero, un relato visual y, el segundo, una explicación narrada—, llamada Research on the Arts and Crafts of the Ancient Egyptians, Nubians, and Ethiopians. Aunque el relato visual fue publicado en la década de 1830, Cailliaud falleció en 1869, antes de poder terminar el texto.

Su lugar en la historia de la egiptología corrió la misma lamentable suerte. Sus colecciones de antigüedades, opacadas rápidamente por los objetos adquiridos con más dinero por los europeos, fueron desmanteladas y repartidas en varios museos en lugar de permanecer intactas en un lugar donde pudieran llevar su nombre. Por último, Cailliaud empezó a dedicarse al estudio de los minerales y de las conchas de moluscos, dos campos en los que también fue una lumbrera, además de por sus proezas en Egipto. Todos estos factores contribuyeron a que su nombre entre los egiptólogos quedara relegado a simples notas. Esperamos que esto cambie con la próxima publicación de su libro Arts and Crafts of the Ancient Egyptians, Nubians, and Ethiopians por parte del American Research Center de Egipto.

Graham Chandler

Andrew Bednarski (abednarski@arce.org) es un historiador y egiptólogo que trabaja para el American Research Center de Egipto. Es el editor y traductor de la última gran obra de Frédéric Cailliaud: el libro Arts and Crafts of the Ancient Egyptians (Artes y oficios de los antiguos egipcios), de próxima publicación. Ese libro, el cual es apoyado por los aportes de Philippe Mainterot, es la base de este artículo.

Graham Chandler

W. Benson Harer, Jr. es un físico retirado y aficionado a la egiptología. Ha trabajado para el Museo de Brooklyn en la Expedición al Templo de Mut, al sur de Karnak, durante 30 años. También fue profesor adjunto de Arte Egipcio en la Universidad Estatal de California, en San Bernardino. Ha publicado ampliamente acerca de la medicina en el Egipto de los faraones.

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This article appeared on page 36 of the print edition of Saudi Aramco World.

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