Volumen 66, Número 2marzo/abril 2015

In This Issue

Sea Change Comes to Bagamoyo
Hombres trabajando en un bote pesquero en Bagamoyo, Tanzania, que por 600 años fue una de las principales puertas de acceso de África Oriental hacia el océano Índico.



Be happy, my soul, let go of all worries.
Soon the place of your yearnings will be reached.
The town of palms, Bagamoyo. 
Far away, how my heart was aching. 
Be quiet, my heart, all worries are gone. 
The drum beats, and with rejoicing
we are reaching Bagamoyo.
 — Song of the Caravan Porters
 (circa 19th century, original in Swahili)

Escrito por Amanda Leigh Lichtenstein
Fotografías de Mariella Furrer

The town’s tide of trade may come in yet again under mega-port development plans promoted by native-son President Jakaya Mrisho Kikwete.

La corriente comercial de la ciudad puede incrementarse una vez más con los planes de desarrollo de un megapuerto que promueve el presidente nativo Jakaya Mrisho Kikwete.

Por el sinuoso camino rodeado de palmeras, a mitad de camino de Dar es-Salam al norte de Bagamoyo, el tráfico se detiene para dar paso a los grupos que se dirigen al norte desde la capital y que ocupan el doble del ancho del camino de dos carriles. Los autobuses y automóviles maniobran por curvas polvorientas hasta que el camino se hace más angosto y aparecen valles de follaje exuberante en cada lado. En Bagamoyo, pequeñas tiendas y galerías de arte bordean los caminos, hombres mayores con kanzu y kofia avanzan en sus antiguas bicicletas mientras que grupos de hombres jóvenes con sombreros llamativos esperan a la sombra en sus motocicletas. Algunas mujeres con pañuelos en la cabeza y coloridos vestidos, otras con pantalones y camisetas, pasean de a dos o a solas por el camino con canastos en la cabeza. A lo largo de la costa irregular de arena blanca descansa la marea. Al caer la noche, esta permanece calma y solo alguno que otro ladrido rompe el silencio. 

Es época de elecciones generales en la República Unida de Tanzania, como se denomina desde 1964, ya que el segundo y último mandato del presidente Jakaya Mrisho Kikwete culminará en octubre, después de un periodo de cinco años. En las afueras de la ciudad, los seguidores del partido opositor Chadema agitan banderas blancas y rojas desde los autos y tocan las bocinas para hacer un reclamo aquí en la tierra natal de Kikwete, a 70 kilómetros al norte de la capital, Dar es-Salam. En verdad, la mayoría de los residentes de Bagamoyo apoyan a Kikwete por ser hijo de nativos, y él por su parte se ha dedicado durante el último periodo a brindarle un futuro sin precedentes a su querida ciudad natal mediante planes para establecer un “megapuerto” que podría competir no solo con los puertos Dar es-Salam, Tanga y Mtwara en Tanzania (y hasta opacarlos), sino también con los puertos de Lamu y Mombasa en Kenia. 

A few kilometers southeast of Bagamoyo lies the site of East Africa’s oldest known mosque, now-ruined Kaole, built out of coral stone by traders who arrived in 1250 ce from Shiraz (now in Iran). Their commerce first linked this coast to the Arabian Peninsula, Persia, India and China. 
Algunos kilómetros al sureste de Bagamoyo se encuentra el yacimiento de la mezquita más antigua conocida en África Oriental, hoy las ruinas de Kaole, construida con piedras de coral por comerciantes oriundos de Shiraz (actualmente Irán) en 1250 d. C. Su comercio unió por primera vez la costa con la península arábiga, Persia, India y China. 

Por más tranquila que parezca, Bagamoyo no le teme a los grandes cambios. Esta antigua ciudad, ubicada en la región costera de Pwani en Tanzania, cuenta con una población estimada de 30.000 habitantes y está revestida con una arquitectura histórica inspirada en diseños alemanes, hindúes y árabes. Al mismo tiempo, también es un distrito comercial moderno y emergente. La que una vez fuera integral para la red comercial de la “costa suajili” que se extendía más de 1.000 kilómetros desde Mogadiscio, en Somalia central, hasta Kilwa, en el sur de Tanzania, también conectaba el interior de África y el resto del mundo a través de la isla de Zanzíbar, a solo 40 kilómetros de la costa. 

Mapa de Bagamoyo

Para el emprendedor de 34 años Felix Nyakatale, cuyo restaurante Poa Poa es una historia de cuatro años de éxito, Bagamoyo es como “un pueblo fantasma a punto de experimentar un gran cambio”. Felix nació y creció en el noroeste de Tanzania, donde se encuentra el monte Kilimanjaro, y llegó a la costa con un espíritu pionero que vio una oportunidad en el tráfico creciente de turistas en busca de licuados y pizzas, así como de sabrosos guisados, pescados locales y ugali (harina de maíz pastosa y caliente). Alto, delgado y bien parecido, Nyakatale habla suavemente y con confianza sobre su decisión de abrir un restaurante. “No hay nada como este lugar. La gente viene por la música, a buscar a los amigos”.

Poa Poa está situado en el primer piso de una histórica casa suajili restaurada, de dos pisos, donde vive Felix en el espacioso piso superior, y el restaurante representa la astucia en los negocios, el riesgo y el cambio social. “Todo el mundo viene aquí”, cuenta Nyakatale con orgullo. “Recibimos a gente local, clientes habituales y expatriados, turistas que solo están de visita. Es una buena combinación. El lugar siempre se llena”. Para él, los planes de desarrollo son una esperanza. “A la velocidad con la que Bagamoyo está creciendo, Poa Poa va a prosperar. Hasta hemos construido una cocina nueva. Pasen a verla”.

Built by Omani sultans based in Zanzibar, the old customs house was later used by Germany, which made Bagamoyo its headquarters in East Africa in 1884. 
La antigua aduana, construida por sultanes omaníes de Zanzíbar, la utilizó luego Alemania, que convirtió a Bagamoyo en su sede en África Oriental en 1884. 
“We welcome development of every kind, as long as there’s a clear plan,” says Abdallah Ulimwengu of the Bagamoyo Tour Guide Association.
“Aceptamos todo tipo de desarrollo, siempre y cuando exista un plan claro”, dice Abdallah Ulimwengu, miembro de la Asociación de Guías Turísticos de Bagamoyo.

Bagamoyo es una de las ciudades más antiguas de Tanzania. Su origen es anterior al Periplo del mar Eritreo, una guía de viajes marítimos por China, India, África Oriental y Arabia escrita por un marinero griego desconocido en el siglo I d. C. Remontándonos entre los años 600 y 800 d. C., en este lugar vivían las tribus Zaramu, Zigua, Doe y Kwere, hablantes de bantú, habiéndose originado en el interior de lo que en ese momento los exploradores denominaban Azania. Estas tribus vivían de la pesca, la caza y la recolección, pero sus vidas se vieron afectadas en 1250 por la llegada de un grupo de familias provenientes de Shiraz, Persia (actualmente Irán). Atraídos por la tierra fértil y la pesca abundante, los “shirazíes” establecieron un puerto y se asentaron a unos pocos kilómetros al sureste de Bagamoyo, la zona que hoy en día se conoce como Kaole.

Kaole, ahora en ruinas donde moscas y grillos habitan manglares sombríos, evoca un momento histórico clave, explica Abdallah Ulimwengu, secretario ejecutivo de la Asociación de Guías Turísticos de Bagamoyo. Abdallah avanza lentamente por los arcos desmoronados de una mezquita abandonada y, con una mirada distante, extrae la esencia de la compleja historia de Bagamoyo. 

Aunque la presencia del Islam en África Oriental data oficialmente de Etiopía en el siglo VII, dice, los shirazíes fueron tal vez los primeros musulmanes que llegaron a la costa sur y central. Allí construyeron las primeras mezquitas de la región con piedras de coral irregulares, en las que realizaron inscripciones con una caligrafía árabe rústica. Los mercaderes de Kaole, que llegaban con porcelana de China, joyas y artículos para el hogar, eventualmente exportaron marfil, cuernos de rinoceronte, pieles de animales, caparazones de tortuga, cuentas de cristal, dagas, cuencos y otros tesoros, en general a la ciudad-estado suajili de Kilwa, 300 kilómetros al sur y en el límite sur de los monzones, cuyos ciclos anuales impulsaron el comercio marítimo del océano Índico. Las monedas de cobre provenientes de Kilwa, acuñadas en el nombre del gobernante shirazí Ali ibn Al-Hassan, son un indicio del alcance del comercio a lo largo de estas costas. La palabra misma “Kaole”, destaca Ulimwengu con una sonrisa, proviene de la expresión bantú chite kalole mwaarabu vitandile, que significa algo así como “vayamos a ver qué están haciendo los árabes”. 

Kilwa se destacó como zona comercial hasta principios del siglo XVI. En su camino a la India, el explorador portugués Vasco da Gama llegó a la costa suajili a principios de 1498 y luego lo siguió Francisco de Almeida, quien tiene fama de haber saqueado Kilwa en 1505. Poco tiempo después, los portugueses conquistaron Kaole fácilmente y marcaron el comienzo de 150 años de un mandato infame e implacable.

In town, the old slave market has become  The Bagamoyo Art Market, supported by the town’s artist community around the Bagamoyo Institute of Arts and Culture, which teaches Tanzanian painting, sculpture, drama, dance and drumming.
En el centro de la ciudad, el antiguo mercado de esclavos se ha convertido en el Mercado de arte de Bagamoyo, apoyado por la comunidad artística de la ciudad en el Instituto de Arte y Cultura de Bagamoyo, donde enseñan pintura, escultura, actuación, baile y percusión autóctonos.

En 1698, el sultán omaní Saif bin Sultan recuperó la costa por medio de la batalla que libró y ganó en el Fuerte Jesús en Mombasa, Kenia. Poco después, Omán tomó el poder en la mayor parte de la costa suajili, incluso las islas de Zanzíbar. Para proteger Kaole, el sultán comandó a los pobladores persas shomvi del norte de la costa suajili y contrató a los mercenarios nómadas baluchi de Pakistán. Kaole se estabilizó, pero no por mucho tiempo.

Según Ulimwengu, una “invasión de manglares rebeldes” causó que Kaole desapareciera lentamente. Ulimwengu, ahora de 40 años de edad, ha vivido los últimos 15 esclareciendo el pasado de Bagamoyo. Oriundo de Kigoma, Tanzania, llegó a Bagamoyo después de vivir varios años en Sudáfrica y dice que se sintió atraído de inmediato por las historias que yacen en este lugar. 

“Algunos dicen que el crecimiento de la ciudad vecina de Dunde opacó a Kaole como puerto principal, pero yo creo que fueron los manglares”, dice mientras señala los pantanos cercanos. “No hay forma de que un barco pueda anclar en una costa como esta”. Durante los 200 años siguientes, los sultanes omaníes tomaron y cayeron del poder a medida que cambiaban las dinastías, y Kaole fue abandonada y olvidada.

Appearing here as a theme in local paintings at an art shop, journeys have meant much to the history of Bagamoyo—whose poetically ambiguous name means both “to unburden” and “to lay down” your heart—gateway east across the Indian Ocean and west into and out from the continent. 
Los viajes, como muestran estas pinturas locales en un puesto de arte, tuvieron un gran significado en la historia de Bagamoyo, cuyo nombre significa tanto “aliviar” como “establecer” el corazón, que era una puerta de entrada al este por el océano Índico y al oeste, por dentro y fuera del continente. 

A principios de 1830, el sultán Said bin Sultan trasladó su corte de Mascate, Omán, a la Ciudad de piedra de Zanzíbar. Cuando murió en 1856, su hijo Majid bin Sultan continuó gobernando Zanzíbar y desde ese momento, Majid supervisó el comercio de esclavos y marfil que dependía de Bagamoyo como puerta principal desde y hacia el interior de África. Para mediados de siglo y por algunos años más, se estima que por Bagamoyo pasaban alrededor de 20.000 a 50.000 esclavos por año (así como grandes cantidades de marfil, que en general eran transportadas por los prisioneros). Mientras que algunos se quedaban para servir a la élite de Bagamoyo, la gran mayoría era enviada primero a Zanzíbar, donde trabajaban en plantaciones de azúcar o clavos de olor, o bien eran sirvientes, y muchos otros eran enviados más lejos, al Medio Oriente y el subcontinente indio.

Para ese entonces, el puerto se desplazó desde Kaole a lo que hoy se conoce como mji mkongwe “ciudad antigua”, donde hoy en día los edificios árabes, alemanes e hindúes, en estados de decadencia o restauración, siguen bordeando el camino de piedra que se extiende a lo largo del mar por tres barrios. Ulimwengu conoce cada edificio desmoronado a lo largo de esta vía, donde hombres jóvenes en motocicletas hablan en grupos al costado del camino mientras que esperan a los pasajeros.

Felix Nyakatale sits outside his four-year-old restaurant, Poa Poa, and he welcomes the prospect of port-related construction. “I’m confident that Bagamoyo is a city that is growing,” he says. 
Felix Nyakatale se sienta afuera de su restaurante de cuatro años, Poa Poa, y acepta la posibilidad de construcción relacionada con el puerto. “Creo que Bagamoyo es una ciudad que está creciendo”, dice. 

“La mayoría de los jóvenes de Bagamoyo no tienen idea sobre esta historia”, expresa. A una cuadra, en otro camino polvoriento y soleado, Ulimwengu señala a artistas locales que han transformado el pabellón de madera que una vez fue el mercado de esclavos en una galería al aire libre con pinturas, esculturas y madera tallada. La galería, dice, expresa un deseo colectivo entre los jóvenes artistas de Bagamoyo de unir una economía mundial más amplia, mientras las voces de la historia aún parecen resonar en cada esquina.

En 1845, los británicos vigilaban el océano Índico. El movimiento abolicionista mundial dio como resultado la prohibición de la trata de esclavos en el océano Índico y en 1873 esta dejó de existir oficialmente, al abolirse en Zanzíbar. Cientos de antiguos esclavos se trasladaron con sus familias, buscaron trabajo e intentaron recibir la educación que pudieron. Los misioneros católicos franceses y británicos fundaron escuelas en Zanzíbar en 1860 y en Bagamoyo en 1868. En general, el sultán y los jeques locales aceptaban estas misiones como una combinación de compromiso estratégico y tolerancia religiosa, según dicen los historiadores.

En 1884, Alemania obtuvo el mando administrativo de la parte continental de Tanzania, que en ese entonces se llamaba Tanganica, y estableció la capital colonial en Bagamoyo, desde donde amenazó el poder de Omán en Zanzíbar. Con el mandato alemán llegaron los impuestos y con ellos, la resistencia: en 1889, Bushiri bin Saleim al Harth lideró una rebelión que fracasó en las costas de Bagamoyo, conocida luego como la Guerra Bushiri. 

Aunque Bagamoyo se había convertido en el puerto y la capital más importante de la parte alemana de África Oriental, los alemanes decidieron trasladar el puerto al sur en 1891, a Dar es-Salam, y continuar con la sede administrativa en Bagamoyo. Algunos argumentan que en Dar es-Salam se podían anclar barcos más grandes, pero Ulimwengu sugiere que los alemanes se sintieron intimidados por Bushiri, que provenía del distrito Pangini, al norte de Bagamoyo, y como Dar es-Salam estaba bastante más al sur consideraron que era un territorio más seguro en términos políticos.

Bajo el mandato alemán, los habitantes de Bagamoyo seguían viviendo de la agricultura, la pesca y la construcción de dhows a lo largo de las aldeas costeras, hoy en día el distrito de Bagamoyo. Al otro lado del mar, en Zanzíbar, los sultanes de Omán continuaban al mando y los dos poderes conciliaron un acuerdo que extendía el mandato del sultán 16 kilómetros tierra adentro desde la costa de Bagamoyo. 

A fence keeps visitors at a distance during restoration of the 1897 headquarters of the German colonial administration. 
What is known as the Old Fort is the town’s oldest surviving building, built in 1860 as a private residence and taken over and fortified in 1870 by Sultan Barghash ibn Said of Zanzibar. Two decades later, Germans were using it as a military camp; later, the British posted police in it; and today it hosts the town’s Department of Antiquities.
With its hexagonal minaret, the mid-19th-century Gongoni Mosque is the area’s oldest working mosque.
Parte superior: Una valla mantiene alejados a los turistas debido a la restauración de la sede administrativa alemana en 1897.  En el medio: El fuerte antiguo es la construcción más antigua que queda en la ciudad, construida en 1860 como residencia privada, luego tomada y convertida en fuerte en 1870 por el sultán Barghash ibn Said de Zanzíbar. Veinte años después, los alemanes lo usaron como campo militar, luego los británicos enviaron a la policía allí y hoy en día es el Departamento de Antigüedades de la ciudad. Arriba: Con su minarete hexagonal, la mezquita Gongoni de mediados del s. XIX es la mezquita más antigua que aún está activa.

Después de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, Bagamoyo se vio una vez más bajo el control británico. Cambiaron los nombres de las calles. Se construyeron nuevos caminos y vías férreas. Después de 43 años, en 1961, Tanganica negoció su independencia de Gran Bretaña y, en 1964, se unió a Zanzíbar con el nombre que reconocía ambos territorios: “Tanzania”. Su primer presidente, Julius Nyerere, era llamado con devoción mwalimu (maestro) y viajó a Bagamoyo a principios de su mandato para promover la autodeterminación y Ujamaa, el movimiento socialista que moldeó el futuro de Tanzania. Poco después, Bagamoyo se convirtió en un centro de capacitación, situado en el camino entre la ciudad y Kaole, para el Frente de Liberación de Mozambique (frelimo), que peleó por la independencia del país vecino Mozambique, al sur de Tanzania, del mando portugués que perduraba allí. 

En la actualidad, a 51 años de la independencia de Tanzania, los habitantes de Bagamoyo se enfrentan a lo que puede llegar a ser un cambio radical. El año pasado, el presidente Kikwete aprobó 16 iniciativas de desarrollo de un total de 800 USD millones en sociedad con el presidente Xi Jinping de la República Popular China. Bajo el acuerdo de 30 años firmado en marzo de 2013, estos proyectos prometen cambios radicales tanto en la economía de Bagamoyo, su costa e incluso su ecosistema con el puerto más grande de África Oriental, un aeropuerto internacional y un parque industrial.

Como todavía no empezó ninguna obra, puede parecer que los habitantes de Bagamoyo ignoran relativamente estos planes más allá de lo que se escucha en las noticias en The Citizen o de boca en boca. Sin embargo, los líderes locales han sido informados, los organizadores comunitarios han realizado reuniones y se planificó la compra de algunas propiedades para realizar compensaciones. Según la oficina de Kikwete, la construcción del puerto comenzará el 1 de julio. 

Los planes del megapuerto han causado ansiedad y expectativa. El consorcio de desarrollo con sede en Kenia, Trademark East Africa, destaca que los planes “inclinarán la balanza a favor de Tanzania con respecto al comercio regional”. Aún así, los habitantes de Bagamoyo como Anthony George Nyanga, un organizador comunitario de mediana edad que se encuentra sentado en una silla plástica con una Fanta fresca al terminar de trabajar, confiesa que le preocupa que el puerto opaque las necesidades de la gente de allí. “Debemos generar más trabajo para los jóvenes, darles más oportunidades. Nuestro sistema educativo se enfrenta a cambios terribles. Para lograr el éxito, no solo hay que avanzar de forma individual, hay que hacerlo junto con la comunidad”. Pero Felix Nyakatale del restaurante Poa Poa se encoge de hombros. “Creo que Bagamoyo es una ciudad que está creciendo”, insiste. “Solo pienso cómo hacer que la gente siga viniendo a mi negocio”.

Stylistic testimony to Indian Ocean trade, a wooden door carved in vegetal rosettes and arabesques shows patterns that much resemble countless others from the Arabian Peninsula to India.
Como prueba estilística del comercio con el océano Índico, una puerta de madera tallada con rosetas vegetales y arabescos muestra patrones que se asemejan bastante a muchos otros de la península arábiga hasta India.

Eso puede llegar a ser fácil: En su versión más amplia, se estima que aproximadamente cinco kilómetros de largo y uno y medio de ancho, el puerto de Bagamoyo recibirá más de 20 millones de contenedores por año. (Como punto de comparación, Dar es-Salam recibe de 500.000 a 800.000 por año, Tanga y Mtwara aun menos). Según The Guardian, el megapuerto facilitará no solo los “envíos exclusivos a China” desde Tanzania, sino también envíos de minerales solicitados extraídos en Zambia, Zimbabue y la República Democrática del Congo (rdc), así como el comercio de exportación de Malaui y Burundi.

Con el flujo anticipado de bienes, servicios y recursos humanos, los habitantes de Bagamoyo luchan para comprender su alcance y dimensión. La ciudad de Bagamoyo es parte de los 16 distritos de la región de Pwani, con una población total de solo 350.000 habitantes. Son solo preguntas que surgen en su mente, dice Terri Place, una estadounidense pensativa y de voz suave que ha vivido durante 20 años en la ciudad de Bagamoyo, directora del colegio y orfanato The Baobab Home. Preguntas sobre la competencia local, como lo que pasó con un proyecto reciente de biocombustible que encendió disputas por terrenos entre agricultores locales e inversores extranjeros. “¿Esta sociedad privada le dará demasiada autonomía a China?” Reflexiona. “¿Usarán los chinos tal vez una parte de la costa como base militar, tal como lo hicieron en Pakistán?” (Aunque los funcionarios chinos han negado rotundamente el rumor, este persiste en la mente de los habitantes). Y en mayor medida, dice, todos nos preguntamos dónde se construirá exactamente el megapuerto.

Lead conservationist for the Bagamoyo Department of Antiquities, Benedicto Jagadi underscores the adage that people must know their history to know their future. 
El líder conservacionista del Departamento de Antigüedades de Bagamoyo, Benedicto Jagadi, enfatiza el proverbio que dice que para conocer el futuro, las personas deben conocer su historia. 

Inmerso en dudas, el Plan maestro para una zona económica especial en Bagamoyo muestra que el megapuerto se expande aproximadamente cinco kilómetros en la costa desde Mlingotini hasta Mbegani, con un impacto en por lo menos seis pequeñas aldeas dedicadas a la pesca y la agricultura que se encuentran en la zona. Dichas aldeas, al igual que Pande, Konde y Zinga, ya han sido inspeccionadas y evaluadas. Rajab Rajab, un pescador de 40 años que reside hace mucho tiempo en Mlingotini, una aldea de menos de 2.000 habitantes, se encuentra sentado en un banco de madera desgastado con los pies enterrados en la arena. Explica que no hay un solo día en que los habitantes no especulen sobre los cambios que experimentará su aldea. Parece que el nuevo puerto, dice, abarcará al menos la mitad de Mlingotini y esto cambiará la relación de todos con la bahía Waso, la extensión de mar entre Mlingotini y Mbegani donde por cientos de años los residentes de la costa han perfeccionado el arte de la construcción de dhows y la pesca.

Esto también puede traer oportunidades, dice. Rajab Rajab está asociado al ecoturismo sostenible del Consejo del Distrito de Bagamoyo para la Reducción de la Pobreza y la Conservación de la Biodiversidad, cuya intención es aumentar el empleo mediante “el trabajo con el sector del turismo para comprender la vida marina” a través de la investigación y el buceo. El hombre, que saluda a todo aquel que encuentra en el camino, se enorgullece de haber heredado su relación con el mar y con todas las costumbres y tradiciones relacionadas. Sabe que para el puerto será necesario un dragado para que barcos más grandes puedan anclar y que esto, a su vez, removerá el limo que puede llegar a asfixiar el coral. Junto con las prácticas precarias como la pesca con explosivos y la contaminación en general, Rajab es consciente de cómo los cambios del megapuerto afectarán de forma irrevocable la relación entre las personas, la tierra y el mar. “Nuestros mayores han tenido varias reuniones y hemos discutido el asunto como comunidad, pero todavía no tenemos certezas”, dice.

Unos pocos kilómetros al norte de Mlingotini, los agrimensores del gobierno han evaluado las aldeas de Mbegani y Pande, donde Hassan Alawi, un pescador de 38 años, camina descalzo cómodamente al calor del mediodía. Dice que han evaluado su modesta casa con algunos árboles frutales dos veces, una en 2011 por parte de la Autoridad de la Zona de Procesamiento Económico y otra en marzo por la Autoridad Portuaria de Tanzania (tpa), que auspicia el proyecto del megapuerto. Alawi y la aldea de unas 700 personas dicen que la tpa les informó que un cambio es inminente y que la compensación será generosa: al menos 10 millones de chelines (alrededor de 6000 USD) por hectárea, además del dinero adicional por la casa y los árboles frutales. Alawi cree que el cambio generará trabajo para esta comunidad carenciada. Espera que “podamos mudarnos juntos como una aldea, una familia”.

También se planifica el traslado la Universidad para el Avance de la Pesca de Tanzania, que actualmente se encuentra en el lugar donde está planificado el megapuerto. Fundado en 1966, la universidad es el agente oficial del gobierno de Tanzania en cuanto a toda la educación y capacitación relacionadas con la pesca. Abdillahi Kamota, director interino de asistencia empresarial, dice que el instituto está listo para ser trasladado, y él está entusiasmado por ver los planos de diseño confirmados. Kamota espera que el puerto brinde trabajo para los 400 estudiantes del instituto y le gustaría ver la construcción de un “megaflote” equipado con dispositivos modernos para atraer peces, que, según él, podría aumentar la competitividad en mercados regionales e internacionales. Kamota dice que “no le teme al cambio”. Confía en que si se tienen que trasladar, lo harán a “instalaciones que son aún mejores”.

South of Bagamoyo, children play in the village of Mlingotini at the edge of the five-kilometer stretch of coast marked for mega-port construction.
Al sur de Bagamoyo, los niños juegan en la aldea Mlingotini, al límite de los cinco kilómetros de la costa que se destinarán para la construcción del megapuerto. El crecimiento del área se ve reflejado en los nuevos apartamentos, abajo, a la derecha
Growth in the area is already evidenced by new apartments, below-right.
A house in Mlingotini. According to the Bagamoyo Department of City Planning’s Notice Board, up to 321 residents from four villages have already been paid undisclosed relocation fees. 
Arriba: Una casa en Mlingotini. Según la cartelera de anuncios del Departamento de Urbanismo de Bagamoyo, alrededor de 321 habitantes de cuatro aldeas ya han recibido un pago por el traslado no revelado. 

En verdad, según la cartelera de anuncios del Departamento de Urbanismo de Bagamoyo, alrededor de 321 habitantes de cuatro aldeas ya han recibido un pago por el traslado no revelado. Un día, frente a platos abundantes de arroz y guiso de carne en Dee's, un conocido puesto en la parte nueva de Bagamoyo, el historiador Ulimwengu repite: “aceptamos todo tipo de desarrollo, siempre y cuando exista un plan con claridad”. Sin embargo, le preocupa la protección de los patrimonios culturales, los edificios históricos y los diferentes ecosistemas. “No podemos oponernos a las fábricas y al puerto porque necesitamos trabajo”, explica y agrega que las leyes, como la Ley de Antigüedades de 1979, se deben hacer cumplir. 

El colega de Ulimwengu, Benedicto Jagadi, líder conservacionista del Departamento de Antigüedades de Bagamoyo ubicado entre el Ministerio de Recursos Naturales y Turismo, enfatiza el proverbio que dice que para conocer el futuro, las personas deben conocer su historia. Sentado en su pequeña oficina dentro del fuerte antiguo con vista al camino principal de la ciudad antigua, saca sus libros de referencia al explicar las leyes de Tanzania. Jagadi señala códigos específicos y explica que la ley considera “histórica” cualquier construcción anterior a 1860, al igual que las construcciones posteriores a ese año que aún poseen valor histórico. Por eso, confía en que las áreas protegidas como las ruinas de Kaole y la ciudad antigua no serán afectadas. Otros no están tan seguros. 

El líder comunitario Hatibu Bakari, un hombre mayor nacido en Bagamoyo en 1925, recuerda los días de antaño con su amigo Mohammed Issa Mitoso, nacido en 1939, que vive cerca de la escuela de estudios islámicos Rammiyya, conocida en el barrio como “Rammiyya B”. Al mediodía, los dos se sientan en sillas de terciopelo rojo desgastado en la sala de estar a media luz de la casa de Bakari, una construcción clásica de un solo piso al estilo suajili. Afuera, su esposa espanta una gallina que cacarea y vacía una botella de plástico de agua en una zona abrasada por el sol. Adentro, Bakari y Mitoso evocan, según ellos, los días de paz, respeto y confianza. Bakari recuerda cuando todos “dejaban la puerta abierta y los niños todavía le temían a sus padres”. Mitoso coincide. “Ya nadie dice ‘por favor’, ahora es solo ‘démelo ahora’”. Mitoso atribuye su nostalgia a una Bagamoyo más a tono con los valores culturales y las tradiciones suajilis, entre ellos ustarabu (civilidad), ukarimu (amabilidad), upole (bondad), samehe (perdón) y subira (paciencia). “El cambio exige una gran paciencia”, dice Mitoso. “Y los cambios que vive Bagamoyo están sucediendo con demasiada rapidez”.

A musician himself, Abu Juma sells drums both to fellow Bagamoyo musicians and tourists.
Abu Juma, músico, vende tambores tanto a músicos locales como a turistas. Junto a 10 niños de los que cuidan en The Baobab Home, Terri Place y Caito Mwandu también organizan grupos de salud para familias y niños. 

La generación más joven de Bagamoyo cuenta una historia diferente. Ansiosos por el cambio, muchos de ellos nombran el empleo como la lucha principal que afronta su generación. Shafee, de 18 años, se gana la vida conduciendo un bajaj, una motocicleta accesible de tres ruedas con una cubierta. Recoge a los pasajeros con una sonrisa incluso en los peores momentos y siempre está disponible solo para llegar a fin de mes. Conoce bien los caminos desparejos y llenos de baches ya que ha recorrido esta creciente ciudad por más de un año. “Vengo de una familia muy pobre”, dice, con muy pocos recursos para pagar la educación y aún menos oportunidades o contactos para encontrar trabajo. “Enséñeme inglés”, dice. “Debo practicar para poder hablar mejor con los pasajeros”. Shafee es un estudiante adorable y lleva un cuaderno en el bolsillo con palabras en inglés. Admite que no sabe mucho acerca del megapuerto, solo desea “encontrar su vida” y que su familia esté orgullosa de él por ganarse un sueldo digno.

Otros jóvenes de Tanzania migraron a Bagamoyo hace pocos años con la esperanza de sacar provecho de los trabajos en la construcción del puerto y las vías férreas, así como los nuevos restaurantes y hoteles que se anticipan al aumento del comercio y el turismo. Emma Mihayo, proyectista en la Oficina de Urbanismo de Bagamoyo, informa desde su pequeña oficina detrás de un escritorio lleno de documentos oficiales que cientos de habitantes nuevos, muchos oriundos de Dar es-Salam, Zanzíbar y Tanga, a menudo llegan casi con las manos vacías y ocupan tierras de cultivo y bosques tropicales extensos. Cuenta que ella y otros dos colegas reciben peticiones de traslados inminentes día a día. Los más entusiastas, dice, son las personas que viven en la pobreza, y agrega que todavía no se sabe dónde irán los habitantes de las aldeas, así como si podrán mudarse como grupo entero o separarse según las tierras disponibles.

Posing with 10 of the children they care for at The Baobab Home, Terri Place and Caito Mwandu also run health groups for families and children. 
Junto a 10 niños de los que cuidan en The Baobab Home, Terri Place y Caito Mwandu también organizan grupos de salud para familias y niños. 
Traditional fishing and farming, raising coconuts, cassava or bananas, all appeal less and less to the town’s largely young population. Rajubu Vwai, top, grew up as a fisherman and farmer in Mlingotini, but he recently signed up for training as a tour guide.
Bajaj driver Shafee, 18, above, knows every road and pothole in Bagamoyo. “I come from a very poor family,” he says, adding that making his family proud by earning a decent income comes first. 
Las actividades tradicionales, como la pesca, la agricultura y el cultivo de cocos, mandioca o bananas, parecen atraerle cada vez menos a la mayoría de los jóvenes de la ciudad. Rajubu Vwai, arriba, creció siendo pescador y agricultor en Mlingotini, pero hace poco comenzó una capacitación para ser guía turístico. El conductor de Bajaj, Shafee, 18 años, arriba, conoce cada camino y cada bache de Bagamoyo. “Vengo de una familia muy pobre”, dice, y agrega que lo primordial es que su familia esté orgullosa de él por ganarse un sueldo digno. 

Los jóvenes también se están apartando de los trabajos tradicionales de la aldea, como la pesca, la agricultura y el cultivo de cocos, mandioca y bananas, y prefieren opciones más alentadoras como conducir o trabajar en complejos turísticos, hoteles y restaurantes en Dar es-Salam y Zanzíbar. 

Esto preocupa a Rajab de Mlingotini, porque observa que “los jóvenes se olvidan de sus raíces en el mar y la tierra, y esto se ha convertido en nuestra cultura”. Parece que muchos jóvenes de Bagamoyo, desconectados con el pasado y con un futuro incierto, tienen opciones limitadas mientras esperan estos cambios aparentemente inminentes.

Vitali Maembe, un activista, músico y maestro de unos 30 años, abrió la Aldea de arte Jua (“sol”) para ayudar a los más jóvenes a descubrir sus voces y conectarse con la tradición a través del arte. En una casa alquilada frente a un campo, los jóvenes se reúnen para aprender a tocar música moderna y tradicional. Después de practicar dos o tres veces a la semana, se reúnen libremente para realizar charlas de grupo sobre los problemas de los jóvenes hoy en día mientras comparten chai y galletas. En carteles hechos a mano adheridos a la pared se leen palabras como “democracia” y “unidad”. Mientras conversan también practican en ocasiones riffs de guitarra y redobles de tambor.

En esta época electoral, Maembe, un cantante y guitarrista de música folclórica conocido por sus campañas musicales abiertas en contra de la corrupción, ha sido contactado tanto por el partido oficial como por el de la oposición para promover sus campañas. Maembe los rechazó a los dos, ya que declara: “prefiero ser un artista independiente que canta desde el corazón sobre lo que cree”. 

Una de sus pasiones es trabajar para que las niñas vayan a la escuela y los niños no estén en la calle, y mediante festivales, talleres y conversaciones es un notable ejemplo del potencial de Bagamoyo para reunir la energía de los jóvenes que puede volver a ubicar a Bagamoyo en el mapa, no solo como centro comercial y portuario, sino como un centro artístico y cultural. Espera que con la presencia de la única escuela de arte de Tanzania, el Instituto de Arte y Cultura de Bagamoyo, la ciudad se construya nada menos que sobre los pilares de la cultura tradicional.

Founder of the Jua (“Sun”) Arts Village that offers art, dance and music to children and youth, Vitali Maembe plays guitar and sings with his students. A respected musician, he creates a Tanzanian yet universal sound that touches Bagamoyo’s historic tensions between distant and local, tradition and change.  
Vitali Maembe, fundador de la Aldea de arte Jua (“sol”), que ofrece arte, baile y música a niños y jóvenes, toca la guitarra y canta con sus estudiantes. Es un músico respetado y crea sonidos tanzanos pero también universales que hablan sobre la tensión histórica de Bagamoyo entre lo lejano y lo autóctono, la tradición y el cambio.  

Mientras los jóvenes dejan su corazón en el canto desde la galería de Maembe al atardecer, dhows pesqueros se mecen en el mar sin alejarse de las anclas oxidadas. Cuando cae el sol, pescadores con camisas desgastadas, manchadas de aceite, y pantalones sueltos y arremangados caminan lentamente por la orilla. También pasan jóvenes vendedores de refrigerios en bolsas de plástico raídas.

Mirando hacia el futuro, es difícil imaginarse cómo esta ciudad tranquila podría llegar a convertirse en un centro de comercio transoceánico; algo que los gobernantes shirazíes, portugueses, alemanes o británicos jamás hubieran imaginado. Mientras Bagamoyo se prepara para un nuevo periodo de cambio histórico, la marea constante del océano Índico apacigua la ansiedad colectiva. Ante los proyectos patrimoniales de Kikwete, parece que solo es cuestión de tiempo hasta que los habitantes ingresen a una nueva matriz geopolítica; nadie sabe todavía cuántos corazones más se aliviarán y cuántos otros serán establecidos en esta histórica costa.   

Amanda Leigh Lichtenstein Amanda Leigh Lichtenstein (@travelfarnow; www.travelfarnow.com) es poeta, escritora y profesora. La mayoría de sus ensayos sobre arte y cultura figuran en Selamta, Contrary, Mambo y Addis Rumble. Actualmente trabaja en una colección de ensayos personales sobre Zanzíbar y dirige un proyecto de escritura creativa para niñas en el sur de Etiopía.
Mariella Furrer Mariella Furrer (mariellafurrer.com) es reportera gráfica y reside en Kenia y Sudáfrica. Descendiente de suecos y libaneses, creció en Sudáfrica y realiza reportes sobre África, Europa y Medio Oriente en periódicos, revistas, libros, corporaciones y organizaciones no gubernamentales. Este año fue jurado del concurso anual de World Press Photo. 


This article appeared on page 12 of the print edition of AramcoWorld.

Check the Public Affairs Digital Image Archive for marzo/abril 2015 images.