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Volumen 63, Número 6noviembre/diciembre 2012

In This Issue

"Tenía diez años—nunca lo olvidaré”. Ahmed Boug mira fijo a través de un desierto brumoso desde las tierras altas más allá de Taif, en el occidente de Arabia Saudita. "Habíamos partido por unas vacaciones de campamento en Abha, en las montañas. Fue antes, incluso, de que hubiera una carretera de asfalto allí. Era tierra salvaje, muy por encima de la ciudad. Al amanecer, mi padre aterrado nos despertó a todos. "¡Monos!", estaba gritando. "Rápido, junten todo!". Agarramos lo que pudimos. Había alrededor de cien monos que se acercaban. Robaban fruta, comida, cualquier cosa. Luego, bajamos al valle para rescatar nuestras cosas—zapatos y juguetes. Fue todo un shock para mí. Eso fue lo que provocó mi interés en estos animales". El interés de un niño se convirtió en una preocupación profesional.

Hoy en día, como director del National Wildlife Research Center de Arabia Saudita (nwrc), Ahmed Boug es una autoridad mundial sobre los invasores de la zona agreste que tanto lo asustaron de niño—babuinos hamadryas.

Las escarpadas montañas de Sarawat ofrecen un hábitat ideal para los babuinos hamadryas. Aunque alrededor de un 65 por ciento se mantiene salvaje, 35 por ciento vive—y se alimenta— cerca de las ciudades, incluso en los bordes de las carreteras como la de la Carretera 15, al oeste de Taif.

A diferencia de los babuinos oliva, amarillos, chacma y de Guinea, que se encuentran solo en África, Papio hamadryas viven sobre ambas orillas del Mar Rojo, desde Etiopía, Eritrea y Somalia a través del agua hasta las montañas semiáridas de Yemen y Arabia Saudita. Los Homo sapiens además, son los únicos primates endémicos de la Península Arábiga.

Los hamadryas necesitan agua superficial para tomar y laderas rocosas, incluso acantilados, para dormir. En Arabia Saudita, donde son quizás 350.000, estas condiciones prevalecen en las montañas de Sarawat, al norte desde el límite con Yemen aproximadamente unos 800 kilómetros (500 millas), en forma paralela a la costa del Mar Rojo. Es un pasaje estrecho: en los desiertos al este de Sarawat hay acantilados pero no hay agua y en la planicie costera al oeste de Sarwat hay agua pero no hay acantilados.

La ciudad natal de Boug, Taif, se encuentra casi a 1900 metros de altitud (6200') en el Sarawat. Es tan apropiado para los hamadryas que se convirtió en un lugar famoso para ellos. Especialmente alrededor de la periferia oeste, retozan por centenares por las laderas rocosas, merodean cerca de los parques y persuaden a los distraídos Homo sapiens que quedan.

Boug me condujo unos kilómetros al noroeste de Al Hada, donde la Carretera 15 que une con Makkah comienza su descenso por la escarpadura en una serie de curvas cerradas construidas con precisión. En una salida antes de la vista épica del desierto, vimos como los hamadryas macho y hembra, adultos y pequeños, todos saltaban sobre las rocas cubriendo la banquina y la carretera de cuatro carriles, en algunos momentos parecía literalmente que estaban bailando. Justo debajo de un gran cartel que decía Mamnooa rami al-akl lil-haywanat (“No arrojar alimento a los animales”), los conductores, sin embargo, se detenían para lanzarles fruta, pan y restos de comida desde las ventanas de los autos, provocando un montón de chillidos, haciendo que los monos hagan volteretas sobre los capós y techos de los autos.

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Arriba: Una familia mira a los babuinos brincando al costado de la carretera. Abajo: Socialmente, los babuinos Hamadryas se organizan en omus (“grupos de un macho”), como este macho rodeado por cuatro hembras.
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Cruce por el Mar Rojo

¿Cómo terminaron los babuinos africanos en la Península Arábiga? ¿O fue al revés? Es una pregunta que ha desafiado a los primatólogos durante décadas. Como Hans Kummer escribió en su libro de referencia In Quest of the Sacred Baboon en 1995, “Es una situación desconcertante. Los hamadryas deben haber tenido su origen sobre un lado [del Mar Rojo] o sobre el otro. Todavía no sabemos sobre cuál".

Otros mamíferos que se encuentran a ambas orillas del Mar Rojo difieren de manera considerable entre sí. Los órices y los leopardos, por ejemplo, muestran diferencias fisiológicas y conductuales marcadas entre las poblaciones africanas y árabes. Los Papio hamadryas, sin embargo, son esencialmente iguales. Esto implica un largo período de aislamiento, en el que las especies evolucionaron a la forma actual, seguidas de una propagación de la población relativamente reciente hasta cubrir el rango actual.

Kummer es partidario de un origen africano y propuso la intrigante idea de que los babuinos fueron transportados por mar por los antiguos egipcios, quienes eran conocidos por rendir culto a los animales. (Alrededor de 1500 ane (antes de nuestra era), quedó registrado que la reina Hatshepsut había enviado una expedición a la "Tierra de Punt", supuestamente en el Cuerno de África, lo que trajo babuinos hamadryas vivos). Kummer sugirió que en algún momento durante el crecimiento del comercio marítimo en el Mar Rojo, los babuinos simplemente abandonaron el barco y establecieron colonias pioneras en las montañas, sobre los puertos del Mar Rojo arábigo.

Si lo que él sugiere es correcto, las poblaciones africanas y árabes de hamadryas serían genéticamente idénticas. Pero él estaba trabajando desde la observación, antes de que las pruebas de ADN se encontraran ampliamente disponibles.

En los laboratorios del Wildlife Research Center del rey Kahlid, en las afueras de Riyadh, un equipo que trabajaba con el genetista británico Bruce Winney anunció en 2004 que la diversidad en el ADN mitocondrial (mtDNA, por sus siglas en inglés) de los babuinos árabes indica que la colonización de Arabia debe haber tenido lugar hace más de 20.000 años—mucho antes del surgimiento de las civilizaciones humanas.

Por lo tanto, los babuinos hicieron ellos mismos el viaje. ¿Pero cómo? ¿Migraron lentamente hacia el norte de Etiopía a Egipto, atravesando el desierto de Sinaí para ingresar a Arabia desde el norte? Si así fuera, las poblaciones en el extremo norte del rango actual de hamadryas estaría genéticamente más cerca de las poblaciones africanas que de las del sur. Pero el análisis de Winney demostró una marcada diversidad genética entre las muestras tomadas en Eritrea y Taif, en el límite norte de distribución en ambas orillas.

Por lo tanto los científicos miraron hacia el sur. El estrecho de Bab Al-Mandab, que separa Djibouti de Yemen en la boca del Mar Rojo, tiene solo 30 kilómetros (18 millas) de ancho. Durante los períodos de glaciación, los niveles totales del mar eran mucho menores y el estrecho habría formado un puente terrestre en varias oportunidades en el último medio millón de años; esto llevó a Winney y a su equipo a concluir que los babuinos probablemente cruzaron desde África a Arabia entre 130.000 y 440.000 años atrás.

Luego, el primatólogo Takayoshi Shotake de Kyoto University, que trabajaba junto a Ahmed Boug en Taif, sugirió que en algún momento en el distante pasado evolutivo, un ancestro del babuino cruzó el estrecho de Bab Al-Mandab hacia Arabia. Los hamadryas luego evolucionaron sus características distintivas en el aislamiento arábigo durante cientos de miles de años, antes de cruzar de vuelta a las montañas de África Oriental. Una diferencia genética entre los hamadryas africanos y los árabes detectada en análisis recientes parece confirmar esta idea. La investigación de Shotake todavía está en preparación, por lo tanto, su hipótesis continúa sin ser probada, pero ofrece una posibilidad tentadora e intrigante. Lejos de ser un animal africano aislado, los hamadryas podrían ser árabes.

Los hamadryas no son moradores de árboles esbeltos y ágiles: Son bajos, fornidos y fuertes. Un macho crecido puede pesar hasta 30 kilogramos (66 libras), con un hocico cuadrado largo que se abre para mostrar los caninos de cinco centímetros (1½"). Con una melena plateada que se mueve para formar una capa ancha que cubre sus mejillas, hombros y parte superior del cuerpo y ojos angostos que revolotean intensamente debajo de la frente rugosa, todo respecto de su apariencia indica el tamaño y la fuerza.

Las hembras tienen aproximadamente solo la mitad del tamaño de los machos y su pelo corto marrón carece del imponente manto del macho. Socialmente, los machos son los que mandan, acorralando a las hembras a su alrededor en el bloque poligínico de la sociedad de los babuinos, la "unidad de un solo macho" o omu, según explica Boug. Cuando vimos que los babuinos se pusieron nerviosos en la banquina de la carretera,

Boug observó varios omus: en cada omu, un macho controlaba de dos a ocho hembras más sus crías. Además, explicó que hay divisiones más grandes: dos o tres omus viven y se alimentan juntos como un clan; dos o tres clanes mantienen contacto cercano como grupo y varios grupos forman una tropa que puede estar compuesta de cien o más individuos que viajan en masa desde lugares para dormir a lugares para alimentarse y lugares para descansar, y vuelven todos los días.

Dentro de cada grupo, el orden social es una mezcla de consentimiento y coerción: no es raro ver un macho que intenta prevenir que una hembra se desvíe enroscándole su cola alrededor de ella. Esta actitud, agrega Boug, es diferente a la de los babuinos machos africanos, que luchan entre sí por las hembras. "Es una adaptación al entorno más árido aquí. Arrear a las hembras requiere menos energía que luchar contra otro macho para volver a ganarla. La conservación de la energía es una prioridad clave".

A pesar de su experiencia, Boug ha estado trabajando solo durante gran parte de las últimas tres décadas. Solamente se ha publicado un conjunto de artículos académicos sobre las poblaciones de hamadryas en

Matthew Teller
"Tenemos que impedir que la gente alimente a los babuinos", dice Ahmed Boug, arriba. El comensalismo—babuinos subsistiendo en su totalidad o en parte con el alimento humano—está causando estrés social. Para las hembras, abajo, la sobrealimentación por comensalismo reduce los intervalos de nacimientos, lo que contribuye a una sobrepoblación.
Arabia en comparación con las especies africanas. Es como si los babuinos hamadryas se hubieran quedado atrás mientras el conocimiento humano de otras partes del mundo natural creció a lo largo del último siglo. Un primatólogo suizo, Hans Kummer, ofreció una hipótesis sobre esto. Un pionero de la investigación sobre hamadryas, primero trabajó con los hamadryas etiopianos en los '60. Mientras la mayoría de los mamíferos se seducen entre ellos para aparearse utilizando aromas imperceptibles para los humanos o sonidos que no percibimos como sexuales, escribió, los babuinos son animales visuales y sus exhibiciones físicas y exuberancia sexual son comprensibles por los humanos como tales. Lo que es peor, agregó, es que parecen estar medio vestidos: la manta del macho cubre sus hombros, pero—al igual que las hembras—está desnudo desde la cintura hacia abajo. Los babuinos, para algunos, son simplemente vergonzosos.

En la cultura árabe, aunque se menciona a los babuinos en el hadith, o dichos del profeta Muhammad, están ausentes significativamente de una tradición poética rica que, de lo contrario, menciona cada clase de animal salvaje, desde órices y gacelas hasta lobos e incluso la universalmente impopular hiena. Ahmed Boug—un erudito de la literatura y poeta con obras publicadas—se ríe cuando da una explicación tentadoramente cerca de la de Kummer. “Los babuinos no son lindos para describir, ni buenos para comer", dijo. "Por lo tanto, los poetas los ignoraron".

Esa relación molesta persiste. Solamente cerca del 65 por ciento de la población de babuinos de Arabia Saudita es salvaje; el resto, vive en las ciudades y por los alrededores, en particular Taif, que resulta ser el mejor destino turístico y de esparcimiento del reino. Estos babuinos son clasificados como comensales—es decir, “comparten nuestra mesa”—lo que significa que, en diferentes grados, viven de la comida humana.

Boug me llevó al lado sur de Taif, a Wadi Liya, donde se unen todos los elementos de un hábitat babuino. El valle es empinado, con acantilados rocosos, ramblas más pequeñas y manantiales cercanos que canalizan el agua hacia donde una represa creó un lago. Además de comer frutos de la acacia silvestre y las suculentas raíces de la amapola espinosa (Argemone mexicana), todas las mañanas, los babuinos hacen la corta caminata hacia el parque Ruddaf, un área local para hacer picnic, donde saquean los contenedores y cestos de basura en busca de restos de comida que dejaron los humanos y juntan la mayor cantidad posible antes de que lleguen los guarda parques para trabajar y echarlos del lugar.

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Con comida muy fácil de obtener, el territorio de deambulación de los babuinos se achica y, como los seres humanos, los babuinos que realizan poco ejercicio desarrollan problemas físicos de salud.

"El comensalismo has sido un problema aquí durante mucho tiempo", me contó Boug. "Pero empeoró en los últimos 30 años, cuando el rápido desarrollo sobrepasó las cuestiones ambientales". Cuatro por ciento de la población de babuinos—es decir, varios miles de individuos—hoy en día dependen completamente de fuentes de alimentos humanos.

Pero como lo demostraron los conductores de Al Hada, no es solo por saqueo: a los babuinos se los está alimentando. "Algunas personas piensan que los monos y los cerdos son personas castigadas por Dios por desobedecer la ley divina", dice Boug. "Los alimentan para ganar crédito espiritual".

Me contó sobre un personaje local conocido por recorrer la ciudad llenado bolsas con restos de comida de restaurantes y panaderías y tirándola toda en Al Hada para los babuinos. Manejé hacia Al Shafa, un área turística con parques de entretenimiento y áreas para hacer picnic en las colinas al sur de Taif, donde los visitantes estaban comprando fruta en los puestos al costado de la carretera y la arrojaban directamente a los babuinos que estaban esperándola.

Le pregunté a tres hombres jóvenes que visitaban la ciudad costera de Yanbu, por qué hacían eso. Uno dijo, "No lo sé". "Nunca pensé sobre el tema".

Otro dijo, "Es algo bueno para hacer, obtener clemencia de Dios".

En uno de los miradores escénicos de Al Shafa, sentado ante un panorama imponente de riscos forestales y barrancos profundos, Suleiman—que estaba pasando un fin de semana con su amigo Humaid, desde la ciudad norteña de Hail—estaba haciendo un asado.

"Alimentar a los babuinos es parte de la oración y el ayuno", me dijo. "Es algo bueno para hacer. Y ellos no tienen nada más para comer. Si ellos tienen suficiente comida, no vendrán hacia nosotros, ¿no?".

Esas intervenciones bien intencionadas pero biológicamente equivocadas tienen consecuencias nefastas. En su hábitat natural, una tropa de hamadryas podría llegar a un total de 120 animales; sin embargo, las tropas de comensales han llegado a más de 800. Con menor necesidad de buscar alimentos, deambulan por áreas más pequeñas—siete u ocho kilómetros cuadrados (3 millas cuadradas), en comparación con más del triple que recorren en su hábitat natural.

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A lo largo de la carretera hacia Taif, los carteles indican "No arrojar alimentos a los animales".

Esto produce aglomeración que causa estrés social. Como los machos se encuentran imposibilitados de mantener el orden en sus omus cada vez más pobladas, "las hembras flotantes" se alejan a la deriva para aparearse con machos libres, que, a su vez, se unen para apoderarse de más hembras. La conducta de sujetar con la cola en la tropa de comensales en Al Hada es inducida por el estrés, dice Boug: No ocurre en su hábitat natural. La sobrealimentación también está acortando el intervalo entre los nacimientos, lo que aumenta la sobrepoblación. Además, hay comida chatarra con alta cantidad de sal, azúcar y grasa: los hamadryas comensales están demostrando tener problemas de salud, como mayor nivel de parásitos intestinales.

Los problemas se propagan a los humanos también, quienes tienen mayor riesgo de contraer esquistosomiasis y tuberculosis de las poblaciones cercanas de babuinos. Los babuinos atacan granjas por los alrededores de Taif, roban cultivos y dañan vallas y otras estructuras. Una tropa entró a una base militar, despedazó los asientos de vehículos militares y mordió el cableado del radar. Los accidentes de tráfico son cada vez mayores en el área, causados no solo por los animales en la carretera: en 2010 el diario Arab News reportó los reclamos realizados por un hombre que había muerto en Taif cuando los babuinos le arrojaron piedras a su camión.

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Simplemente hay, según Boug, demasiados babuinos que viven muy cerca de las personas. Es claro al explicar cómo está sucediendo: una combinación de fragmentación del hábitat mediante deforestación y pastoreo excesivo, y matanza por parte de los cazadores de los depredadores tradicionales de los babuinos, en particular, lobos, leopardos y hienas.

Conforme a los consejos de Boug, el nwrc está manejando el comensalismo y tratando de conservar salvajes a los babuinos. En Abha, al final de los '90, la organización logró reducir el número de babuinos a la mitad con un enfoque dual: los científicos utilizaron el "sacrificio humano" junto con vasectomías e implantes hormonales para reducir la tasa de natalidad mientras que los funcionarios hicieron uso de la señalización pública y autorizaron a la policía a librar multas por alimentar a los babuinos al borde de la carretera. La determinación de una meta para el comportamiento humano y para la proliferación de los babuinos es fundamental.

¿Simios celestiales?

En el Antiguo Egipto se veneraba a los babuinos hamadryas. Alrededor del período del Nuevo Reino (1500 ane (antes de nuestra era)), los babuinos eran importados con fines rituales desde Nubia, en el área de la moderna Sudán, y Punt, que se supone que era en las riberas del sur del Mar Rojo. El estado exacto en la religión egipcia no es claro, pero parece que eran vistos como embarcaciones para que los dioses ocupen y como humanos apoderados: escenas pintadas muestran a los babuinos construyendo botes y participando en cosechas, y es posible que los babuinos hayan sido momificados como parte de un proceso de reencarnación real.

Loa hamadryas fueron más comúnmente asociados con Thoth, el escriba de los dioses, fuente del conocimiento y—en la representación de Thoth como el simio llamado A'an— el dios del equilibrio, el que busca la armonía contraponiendo el corazón del difunto con la fuerza motriz del universo. Los hamadryas abundaban en las pinturas y esculturas del antiguo Egipto donde, por lo general, están adorando al sol en una pose que los autores plantean como hipótesis que deriva de un posición característica adoptada por los babuinos macho mientras son preparados: cabeza hacia atrás y brazos levantados hacia el cielo.

"Si no se lo hace como un paquete, no tendrá éxito", explica Boug. "Eliminar solo a los babuinos no es una solución—otros grupos salvajes se mudarán y se convertirán en comensales. Tenemos que impedir que la gente los alimente. Y la única forma de hacerlo es mediante campañas de concientización pública".

Para hacerlo, el nwrc ha patrocinado la educación ambiental en las escuelas secundarias y ha abierto un nuevo centro de información. Boug está organizando un taller para informar a los funcionarios gubernamentales en Taif acerca de las cuestiones que rodean al comensalismo de los babuinos, identificar las causas ambientales y ofrecer orientación sobre soluciones sustentables. El pasado mes de agosto, presenció una conferencia mundial que demostró un éxito significativo en un programa a largo plazo para controlar las poblaciones de macacos alrededor de Hong Kong mediante anticoncepción e intervención legislativa. Esperando la aprobación local del gobierno en Taif, Boug está listo para implementar los mismos métodos en Arabia Saudita. Pero será un largo camino.

Al regresar a Al Hada, los vehículos se amontonan en la banquina de la carretera, siete u ocho en una fila y sus ocupantes arrullan cuando los jóvenes babuinos tapan sus bocas bajo la mirada de los machos imperiosos con capa plateada. Un trabajador municipal solitario con mameluco naranja recolecta botellas plásticas desechables y envoltorios de alimentos.

Nada de esto es particularmente nuevo. Los comerciantes y los viajeros entre Taif y Makkah han cruzado Al Hada desde el mundo antiguo, y el antiguo camino de piedra sobre la escarpadura todavía existe al costado de la moderna carretera. El erudito Yaqut Al-Hamawi describió Al Hada en 1228, en Mu’jam Al Buldan (Diccionario de Países), en el que secamente registró a los babuinos residentes. Prácticamente de la misma manera, una búsqueda en Internet revela un montón de comentarios exasperados que se adjuntaron a videos de comportamientos ridículos de los babuinos. "Vivo en Taif", escribe Waleed Gilani. "Cada vez que vamos a Makkah o Jiddah estos babuinos nos hacen pasar un momento difícil... A veces tomamos una carretera diferente".

En árabe formal, se llama a los babuinos qurud. Este término que connota a un avaro o alguien que gasta lo menos posible deriva de una palabra que significa "desafortunado". Incluso en el habla popular, la mayoría de la gente conoce a los hamadryas ya sea como sa’dan, que se traduce como "los que son felices" o rubah, “los que obtienen beneficios”. Cuando los vemos robarles a los humanos bien intencionados en Al Hada, con manantiales de agua dulce al alcance de sus manos y la seguridad de acantilados rocosos como refugio durante la noche, parece que los babuinos están felizmente amontonando las ganancias de un avaro frente a un futuro incierto.

¿Los babuinos cuidan mascotas?

En 2011, se publicó un video en YouTube que mostraba a los babuinos hamadryas en Taif aparentemente secuestrando cachorros salvajes para criarlos como mascotas. Demostró ser asombrosamente popular y consiguió más de 600.000 visitas. La secuencia de tres minutos fue extraída de "Animals Like Us" (Animales como nosotros), una serie de TV ganadora de múltiples premios sobre el comportamiento animal, producida por un equipo francés asociado con National Geographic Channel. El video de YouTube muestra un macho babuino secuestrando un cachorro con su cola, empujándolo y arrastrándolo por el polvo; luego la cámara cambia a una escena de perros adultos y babuinos aparentemente relajándose juntos cuando un narrador entona, "los cachorros secuestrados crecen con la familia de los babuinos, alimentándose con ellos y durmiendo juntos". Escenas suaves del entrenamiento mutuo se van fundiendo a medida que la música agradable aumenta.

El secuestro se ha interpretado durante mucho tiempo como un aspecto normal del comportamiento de los babuinos: los machos intentarán secuestrar a los pequeños babuinos de las hembras que los cuidan como parte de una estrategia para mejorar su estado dentro de la tropa. Pero, ¿por qué un babuino raptaría otra especie? Pasando por alto la música y la narración emocionalmente manipuladora y las vistas cuidadosamente editadas, ¿este video descontextualizado muestra realmente a los babuinos que buscan la compañía de los perros y a los perros que responden a los babuinos como si fueran sus amos o es el caso de los seres humanos que nos proyectamos nosotros mismos en la imagen?

La simbiosis es familiar en el mundo natural. Pero el cuidado de mascotas—en donde una especie adopta a otra sin ninguna razón funcional obvia y asume la responsabilidad de alimentarla y cuidarla de por vida— es virtualmente desconocida: fuera de cautiverio, se conoce que solo hacen esto los Homo sapiens. Koko, el gorila, como todo el mundo sabe cuidó un gatito, un hipopótamo keniano se hizo amigo de una tortuga gigante y ha habido unos cuantos casos más, pero todos ellos ocurren en ambientes artificiales. En el hábitat natural, los chimpancés de África Occidental habían sido observados secuestrando hyraxes—pequeños mamíferos similares a los roedores—durante breves períodos de juego, pero poco después siempre los mataban, en algunos casos por alimento.

Por esta razón, el video de YouTube llamó la atención de Hal Herzog, un especialista en interacción humano-animal en Western Carolina University. En columnas para Psychology Today y The Huffington Post recopiló varios puntos de vista para investigar la posibilidad de que los babuinos de Taif pudieran cuidar perros como mascotas, y continuó escéptico mientras hizo preguntas tratadas por encima en el video:

  • ¿Durante cuánto tiempo los perros viven con los babuinos? ¿Es a largo plazo
    o en forma temporaria?
  • ¿Los babuinos obtienen algo de los perros que no sea alguien a quien querer o con quien jugar? ¿De qué manera se benefician los perros?
  • ¿Alguna vez los babuinos matan o se comen a los cachorros?

las respuestas hasta ahora continúan elusivas. John Wells, cofundador de la Saudi Arab American Baboon Research Association—una organización pequeña voluntaria con base en Jiddah—reacciona de manera similar. "También soy escéptico", me dijo "Me gustaría ver las secuencias sin editar".

No obstante, Wells sostiene que las escenas del video no son inusuales y explica que ha observado a los babuinos cuidando gatos. "In Al Shafa, he observado cómo cuatro babuinos hembra bajaban de una ladera rocosa hacia un gatito que maullaba. De inmediato, el maullido cesó y el gatito se frotaba contra ellas. Fue un comportamiento alegre y con vitalidad. Luego, vimos a los machos bajar de la ladera y llevarse a los gatitos con ellos para beber".

En este libro Some We Love, Some We Hate, Some We Eat, Herzog afirma que para que se dé el cuidado de mascotas, debe haber cultura—es decir, imitación social y aprobación de los pares. ¿Un hábitat estresante y superpoblado y una sobreabundancia de comida inducen a los babuinos comensales de Taif a cuidar mascotas para brindarles confort? ¿Están desarrollando estos animales una cultura de cuidado? Por ahora, solamente podemos suponerlo.


Graham Chandler

Matthew Teller ([email protected]) es un periodista independiente y un escritor viajero con sede en el RU. Transmite para la radio BBC y escribe en el Medio Oriente para diarios y revistas de todo el mundo. Su twitter es @matthewteller y su blog es www.QuiteAlone.com.

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