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Volumen 64, Número 3mayo/junio 2013

In This Issue


Escrito por Nancy Beth Jackson Fotografías por Maggie Steber

Desde esta amplia terraza por encima de Puerto Príncipe, la casa de Georges S. Nader disfruta de vistas panorámicas del puerto y del bullicioso distrito comercial de Bord-de-Mer, donde este hijo de perseverantes inmigrantes libaneses había forjado su destino desde ayudante de almacén a gerente general de La Belle Créole, la primera y más lujosa tienda por departamentos de Haití. Fundada por palestinos llegados a finales del siglo XIX, La Belle Créole simbolizaba la proeza comercial de los árabe-haitianos, que no siempre habían sido bienvenidos en el país.

n la década de 1960, Nader se apartó de su éxito mercantil para probar suerte con un tipo muy diferente de mercancía: el arte haitiano, el cual ya era un recuerdo popular entre los turistas que llegaban en cruceros tres veces a la semana. Abrió una pequeña tienda en el centro de la ciudad, y luego otra, y recompensaba a los taxistas que le llevaban clientes a su puerta. Para 1992, cuando construyó su mansión de tres pisos en la colina —que también albergaba su Galerie Nader y el Nader Musée d’Art— se había convertido en uno de los coleccionistas y comerciantes más famosos del país. “En la cima de la ciudad, en la cima del arte” se lee en el letrero afuera de la estructura de 35 habitaciones en el barrio de colinas de Croix des Prez. Su colección personal de 12,000 obras de arte haitianas, incluyendo piezas hechas por maestros del arte naíf como Hippolyte, Obin y Benoit, se consideraba la más grande en el país y tal vez en en el mundo.

Nader (que se pronuncia nei-der) no fue el primero en aprovechar el valor en potencia del arte haitiano. Generalmente se le da el crédito de esto a Dewitt Clinton Peters, un estadounidense que abrió el Centre d’Art en Puerto Príncipe en 1944 como escuela y galería. Sin embargo, fueron los mercaderes de arte árabe-haitianos, primero Nader y luego Issa El Saieh, cuyo medio hermano Élias Noustas era propietario de La Belle Créole, quienes hicieron el mercado internacional. “Primero estaba el Centre d’Art. Luego vinieron los árabes”, dice Axelle Liautaud, un miembro de la junta del Centre d’Art y una historiadora de arte haitiana.

Kent Shankle, director ejecutivo del Waterloo Center for the Arts (Centro de artes de Waterloo) en Iowa, el cual —gracias en parte a los mercaderes de arte árabe-haitianos— posee la más grande colección de arte haitiano en Estados Unidos, recuerda haberse sentido abrumado cuando visitó el museo Nader hace algunos años. “El almacén tenía estantes y estantes y estantes de pinturas hechas por grandes maestros. No sólo unas cuantas obras, sino estantes completos. El lugar era un verdadero tesoro, lleno de todas estas grandes pinturas que básicamente estaban sólo conservando y que poca gente había visto alguna vez”.

Pero en la tarde del 12 de enero de 2010, el mundo de Georges Nader se desmoronó literalmente en 35 segundos. A las 4:53, un terremoto de 7.0 grados remeció la ciudad; su epicentro se encontraba a sólo 25 kilómetros (16 millas) al oeste de la capital. La tragedia humana era indescriptible, pero el terremoto también golpeó el corazón de la cultura haitiana. El desplazamiento tectónico destruyó el museo y galería. Arte haitiano irremplazable, estimado en un valor de entre US$30 a US$100 millones, fue sepultado bajo los escombros.

Lo primero era rescatar a las personas adentro. Los vecinos se apresuraron en sacar a Nader y su esposa, Marie, ambos entonces de 78 años, de las únicas dos habitaciones aún en pie. Él se lesionó la pierna, mientras que ella sufrió luego un ataque cardíaco. A pesar de las protestas, fueron evacuados a Miami a través de la República Dominicana, dejando a sus hijos Georges Jr. y John para ver si algo podía ser rescatado. Los primero informes fueron desalentadores. El diario The Wall Street Journal titulaba, “Tesoro de arte se encuentra entre las pérdidas del país”. Sólo unos cuantos lienzos del museo y cerca de 3,000 otros almacenados en una galería satélite en el suburbio de Pétionville sobrevivieron. “He perdido el trabajo de mi vida”, dijo Nader en ese entonces, por lo que parecía.

Puesto que los inmigrantes árabes han dominado el comercio haitiano por mucho tiempo, no debería sorprender que los árabe-haitianos hayan estado entre los comerciantes de arte más influyentes de Haití. Lo que es absolutamente sorprendente es que se encuentran en el país. Los "sirios", como los haitianos llaman a los árabes sin importar su origen, han sido por mucho tiempo la columna vertebral de un país que nunca fomentó la inmigración. De hecho, los árabes son la única minoría étnica de Haití, la mayoría originarios de Belén y de pueblos en las montañas del norte de Líbano, cerca de Trípoli.

Los primeros "sirios" llegaron a finales del siglo XIX, cada uno terminando en el país casi siempre por azar. Huyendo de la agitación política y económica del Imperio otomano, estaban a menudo felices de abordar cualquier barco rumbo a "América". En ocasiones llegaban a El Dorado de sus sueños, sin embargo muchos desembarcaban, casi siempre mal recibidos, en las naciones de Latinoamérica. Aquellos que llegaban directa o indirectamente a Haití primero eran recibidos con simpatía y con mucha fascinación, cuando como antiguos campesinos del Medio Oriente se dirigían al campo para vender de puerta en puerta los artículos que llevaban en sus espaldas o sobre burros sobrecargados.

“Eran considerados como indigentes o acróbatas ambulantes”, escribe Joseph Bernard, Jr., en su Histoire des colonies arabe et juive d’Haiti de 2010. Algunos vendedores ambulantes estaban acompañados de osos o monos que bailaban a la música de címbalos y flautas, añade.

Pronto, los exóticos recién llegados estaban abriendo pequeñas tiendas e introduciendo el concepto de crédito en Haití. La fascinación se convirtió en hostilidad cuando los emprendedores “indigentes” comenzaron a dominar la venta al por menor e ingresaron al comercio de importación y exportación, negociando mayormente con Estados Unidos. Ya en 1894, se decretó una ley en Haití que prohibía el ingreso de árabes al país. No obstante, continuaron llegando y quedándose, ignorando las amenazas de multas, encarcelamiento y expulsión. “Un grupo de personas realmente persistentes”, resalta Mario L. Delatour, un director de películas haitiano que documentó los desafíos que los inmigrantes enfrentaban en la película de 2005 Un Certain Bord de Mer (An Unwelcomed Lot). Alrededor de 1903, aproximadamente 15,000 “sirios” vivían en Haití, pero sólo unos pocos habían sido capaces de obtener la ciudadanía haitiana, según Bernard.

No todos llegaron como campesinos que se convertirían en vendedores ambulantes. Algunos llegaron para explorar oportunidades de negocios. El abuelo y tío maternos de Issa El Saieh, que habían inmigrado a Nueva York desde Belén, llegaron a Puerto Príncipe a finales de la década de 1880, buscando el armazón de hierro de un edificio de exposición que se había perdido camino a Sudamérica. Cuando lo encontraron, en lugar de regresar, ofrecieron vendérselo al presidente haitiano Lysius Salomon y crear un mercado rodeado de tiendas.

Según cuenta la familia, a Salomon le enfurecía la idea de extranjeros en el comercio. “Ustedes controlarán la economía y controlarán mi país” supuestamente dijo él, y amenazó con enviarlos a la cárcel. La ciudadanía estadounidense de estos hombres de negocios fue lo que los salvó. Finalmente, la estructura se erigió como Marché Salomon, y el tío —Antoine Talamas— se mudó a Haití y se convirtió en millonario. Su sobrina, la madre de Issa, llegó durante su adolescencia a la llegada del siglo XX.

Apelar a la protección de una nación vecina poderosa fue la única forma cómo los árabes de Haití sobrevivieron a las muchas campañas contra “sirios”, pero para 1911, el diario The New York Times estimó que sólo 500 permanecieron en Haití, con 114 mercaderes que pagaban el equivalente a $150 anuales por una licencia comercial. Por lo menos una docena solicitó la ciudadanía estadounidense. “Los mercaderes sirios en Haití eran responsables de la mayor parte de las importaciones a la isla, encargándose de los negocios, particularmente en provisiones y productos textiles”, informó The Times. El gobierno haitiano había ordenado nuevamente que los comerciantes árabes se vayan. Turbas de gente atacaban tiendas y agredían a los propietarios. Los sirios de Brooklyn apelaron a Washington “para la protección de sus ciudadanos”.

Con la I Guerra Mundial cada vez más cerca, la difícil situación de los árabes en Haití tomó un nuevo significado para el gobierno estadounidense. Las autoridades temían que las élites haitianas con fuertes lazos comerciales con Alemania prohibiesen los envíos de los textiles de Nueva York y de los empaquetadores de carne de Chicago a Haití. En julio de 1915, el presidente Woodrow Wilson envió 330 soldados de la Marina para proteger los intereses de las corporaciones estadounidenses. A los árabe-haitianos les fue bien durante la ocupación de 19 años que siguió, pero las medidas en contra de los árabes resurgieron cuando la Marina se fue. Sólo luego de que François Duvalier tomará el poder en 1957, las puertas se empezaron a abrir para los árabe-haitianos, aunque muchos se unieron a la diáspora haitiana.

A diferencia de los inmigrantes árabes de otras partes de Latinoamérica, los árabe-haitianos no formaron organizaciones culturales ni se convirtieron en parte de la estructura política local. Permanecieron como una clase separada, generalmente casándose dentro de su grupo, y mantuvieron sus propias redes a través de sus vínculos familiares y como pueblo. Georges y Marie Nader son los hijos de inmigrantes libaneses que navegaron rumbo Haití en el mismo barco en 1920. La madre de Issa El Saieh, que enviudó dos veces y que está relacionada con el clan Handal aparentemente descendientes de los cruzados alemanes, envió al medio hermano mayor de Issa, Élias Noustras, a Jamaica cuando tenía 12 para ser educado en los negocios por parientes.

Élias sacó buen provecho de sus lecciones. Para 1941, solicitó una marca registrada de 20 años con la palabra voodoo, la cual planeaba utilizar en la promoción de bolsos, sandalias, perfumes y productos de belleza. Él y su madre pronto abrieron La Belle Créole, una elegante tienda por departamentos en el centro de la ciudad, que ocupaba toda una manzana cerca del puerto e introdujo las fuentes de soda, los relojes Rolex y las bufandas Hermès a Haití. Haití estaba entrando a lo que se llamó el período Belle Époque, una explosión de cultura que había estado dormida bajo la ocupación de Estados Unidos. En el tiempo en que Puerto Príncipe rivalizaba con La Habana como destino tropical, Élias suministraba barcos canadienses, operaba tiendas en hoteles y abría un restaurante llamado Le Pêchoir en la montaña Boutellier, a un kilómetro (3300') sobre la ciudad.

Élias Noustras asesoró tanto a Georges Nader como a su medio hermano Issa, el cual se volvió tan famoso que todos lo llamaban por su primer nombre. Mayor que Nader por doce años, estudió inglés y tocaba en la banda escolar en una academia militar cerca de Boston. Luego de regresar a Puerto Príncipe a comienzos de la década de 1940, parecía estar destinado al comercio familiar cuando comenzó a fabricar ropa interior, pero su pasión por la música primó. Creó la orquesta Issa El Saieh y el sonido de su gran banda rompió las barreras de raza y género en la década de 1950. Honrado por el Lincoln Center en 1997 como un gigante de la música haitiana, el maestro grabó álbumes con sus propio sello discográfico, “La Belle Époque”, que están disponibles en Internet hoy en día.

El Centre d’Art que Dewitt Clinton Peters fundó fue la principal salida para los artistas novatos de Haití, pero en los 50 Issa decidió incursionar en la comercialización de arte en el restaurante y tienda por departamentos de su hermano. Nader recuerda cómo Issa le pidió invertir su bono de $1000 en La Belle Créole, en un nuevo negocio prometedor. Cuando descubrió que su dinero estaba siendo usado para adquirir el arte que el mismo Nader estaba comercializando, abrió su propia galería encima de la tienda de regalos de su esposa en el centro de la ciudad. Issa, también, abrió una tienda cerca del puerto antes de trasladar su galería en 1964 a una mansión familiar en lo alto de una colina empinada cerca del Hotel Oloffson, famoso entre las celebridades como Graham Greene, quien posiblemente haya modelado a Hamid, el dueño sirio de una tienda enThe Comedians, basándose en Issa.

Ambas galerías prosperaron cuando los dos hombres siguieron el modelo del Centre d’Art de cultivar artistas. “Cada vez que vendía una pintura, compraba dos”, dice Nader. Las personas familiarizadas con su colección creían que él la subestimaba. Los mercaderes de arte árabes no sólo vendían obras de arte sino que también a menudo les brindaban a los artistas comida, medicina y apoyo. Los artistas se reunían en la casa de Issa para trabajar, discutir sobre arte, disfrutar de comidas comunales y recibir críticas constructivas del experto, que tenía un buen ojo al igual que un buen oído. Issa le dijo a Roger François, un prominente escultor en madera, que debería intentar pintar y le entregó una caja de pinturas. El artista tuvo aún más éxito como pintor.

“Muchos de los artistas de Haití no habrían sido capaces de trabajar de manera continua sin el apoyo personal y comercial que les permitió crear este legado haitiano”, dice Shankle del Waterloo Center for the Arts. “Issa y los Nader apoyaban artistas de manera continua. Constantemente estaban comprando y apoyando su trabajo, manteniéndolos”.

Muchas de las obras maestras de la colección de Waterloo llegaban directamente a través de Issa y Nader, compradas por turistas que se convirtieron en los mayores coleccionistas de arte haitiano gracias a ellos. Los dos fueron intermediarios para algunos de los nombres más famosos del arte haitiano. Philomé Obin, probablemente el más famoso de ellos, pintó retratos casi idénticos de sí mismo con ambos hombres, a quienes identificó en los lienzos como sus buenos amigos.

La Belle Époque concluyó cuando François Duvalier tomó el poder en 1957. El hermano de Issa, André, quien había apoyado a la oposición, huyó a Estados Unidos, mientras que el mismo Issa estuvo encarcelado por un breve tiempo. Luego de que los Tonton Macoutes, los secuaces de Duvalier, comenzasen a frecuentar La Belle Créole, Noustas clausuró la famosa tienda por departamentos y se mudó a Canadá. Otros árabe-haitianos fueron víctimas del régimen de Duvalier, incluidos el hijo de Antoine Talamas e Yvonne Hakim-Rimpel, una feminista y periodista, que fue silenciada luego de ser secuestrada y abusada.

No obstante, Duvalier también buscaba a los árabe-haitianos por sus capacidades. Uno fue asignado a una posición del gabinete como ministro de Salud, mientras que otro fue elegido alcalde de Puerto Príncipe. Por primera vez, los árabe-haitianos comenzaron a integrarse a la vida haitiana, y hoy son personas que influyen en la economía y en la política de la nación.

Luego de que un nuevo aeropuerto internacional fuese abierto en 1965, el turismo continuó floreciendo cuando miembros del jet set estadounidense y personajes internacionales de la alta sociedad como Jacqueline Kennedy Onassis y Mick Jagger descubrían el país. Issa y Nader se las arreglaron para manejar el negocio en casa y en el extranjero durante las dictaduras de Duvalier, el embargo de Estados Unidos y los desastres naturales, estableciendo al arte haitiano como algo más que una novedad al lado del muelle.

Issa, de trajes elegantes, un conversador encantador y un bon vivant natural, se estableció en su estudio en la colina, rodeado de artistas, entreteniendo a los clientes y celebridades que llegaban a su puerta por boca de otros. “Creó un mundo de arte para él mismo” dice su hijo Jean Emmanuel. Como los primeros vendedores ambulantes, el menor de los El Saieh y su familia “llevábamos arte dondequiera que íbamos” luego de que se fuesen de Haití hacia los Estados Unidos.

Issa enviaba arte a todo el Caribe y viajaba a Europa donde vendía los lienzos naíf y compraba trajes hechos a la medida. Su nieto Tomm, un comerciante de arte en Miami, recuerda el ritual que había al empacar la maleta de cuero de Issa, lleno con obras de arte, regalos de dulces árabe y café haitiano para sus clientes. Siempre llevaba una lista de compras de artículos de arte y medicinas para los pintores que frecuentaban su estudio. No obstante, debajo de su encanto había un agudo olfato para los negocios. “Él diría, ‘¡Qué maravilloso! ¡Qué hermoso! ¿Cuánto cuesta?’”, recuerda su hijo. Issa murió en 2005; su hijo y nuera ahora dirigen la galería, la cual Tomm está ayudando a organizar. En los tiempos de Issa, parecía más un almacén de venta al por mayor que la excepcional galería de arte que era.

Nader fue un vendedor natural que hizo del arte un negocio familiar. “Es un buen vendedor. Nadie puede vencerlo,” dijo Georges Jr., uno de los cuatro hijos de los siete que tuvo Nader que se convirtió en comerciante de arte. Su hija Myriam dirige una galería en línea, www.naderhaitianart.com, desde Nueva York. Su sobrino Gary nacido en la República Dominicana, que decidió vender arte a los seis años tras visitar la galería de su tío, se especializa en artistas contemporáneos latinoamericanos como Fernando Botero, Roberto Matta y Wifredo Lam en una galería en Miami cuyo espacio de exhibición es del tamaño de un campo de fútbol americano.

Nader nunca esperó que las personas descubriesen el arte haitiano. Imprimió postales, que enviaba por correo a clientes en todo el mundo, y publicó libros de arte en papel lustroso. Participó en subastas y conferencias internacionales, patrocinó competencias y lanzó Haiti Art, el único diario dedicado al arte en Haití. Los Nader han dirigido más de 10 galerías a lo largo de los años en República Dominicana, Miami, Atlanta y Nueva York. Su hijo mayor, Ralph, un cardiólogo de Miami que trabajó en el negocio familiar de joven, recuerda la celebración cuando las ventas de la galería en Haití sobrepasaron el millón de dólares por primera vez a comienzos de la década de 1970.

Tal como resultó la historia, Georges Nader no perdió el trabajo de su vida en el terremoto. Gracias a un proyecto de recuperación y restauración por parte del Instituto Smithsoniano y a los esfuerzos de la familia Nader, una buena parte de la colección ha sido rescatada, aunque la restauración no tomará menos de una década. Afortunadamente, los almacenes se encuentran en el piso superior y la colección de Hector Hippolyte en el piso de abajo.

Casi tres años después de dejar Haití, Georges Sr. se mudó a un ático de Pétionville en un edificio del que es propietario su hijo, a pocas cuadras de la galería familiar y enfrente de la galería Expressions Gallerie D'Art de la que es dueña su hija Katia y su esposo, cuya familia proviene de Belén. Se tiene previsto otra galería Nader en un restaurante que Georges Jr. está abriendo en una pintoresca y antigua casa en la ciudad turística de Jacmel.

El patriarca Nader se ha revitalizado luego de retornar a Haití tras su renuente exilio a Miami. Mientras elije cuáles de sus lienzos favoritos colgará en su nuevo hogar, explica por qué escogió ser un comerciante de arte en lugar del ejecutivo de una tienda por departamentos: “Primero fue el mercado,” dice. “Luego fue el corazón”.


Nancy Beth Jackson, Ph.D., ([email protected]), es una periodista asentada en Illinois. Ha enseñado periodismo en la Universidad Americana de El Cairo y la Universidad de Zayed en Abu Dabi, al igual que en la Universidad de Columbia y la Universidad de Missouri. Su artículo “A Walk Through Historic Arab Paris” (Un paseo por el París árabe histórico) apareció en la publicación Julio/Agosto 2012 de Saudi Aramco World.

Maggie Steber ([email protected]) es una fotógrafa de documentales ampliamente publicados que ha trabajado en Haití por más de 25 años, al igual que en otros 62 países. Ella publicó Dancing on Fire: Photographs From Haiti (Bailando en llamas: fotografías de Haití), el cual se puede ver en www.audacityofbeauty.com. Entre sus premios se encuentra la Medalla de Excelencia de Leica.

http://www.haitianartsociety.org
http://www.garynader.com

 

This article appeared on page 2 of the print edition of Saudi Aramco World.

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