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Volumen 63, Número 2marzo/abril 2012

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El palacio y el poeta
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Si el relato de Aristóteles es cierto, entonces fue el faraón Sesostris III, a mediados del siglo 19 a.c., el primero en ordenar la construcción de un canal desde el río Nilo hasta el Mar Rojo. No tuvo éxito. Abajo: Unos 3.800 años después, cartógrafos franceses apuntaron en este mapa del delta del Nilo la ruta del primer canal, desde Belbes hasta Suez; pero omitieron el canal romano y árabe más reciente, que se extendía hasta El Cairo.
E

s el año 638 d.c., el "año de las cenizas" en la península arábiga, que es afectado por una horrible sequía. Apenas seis años después de la muerte del profeta Muhammad, las ciudades sagradas de La Meca y Medina se encontraban en extremo peligro, y sus ciudadanos, y muchos refugiados de las zonas rurales, morían de hambre. En busca de ayuda, el califa Omar ibn al-Jattab le escribe desde Medina a 'Amr ibn al-'As, su general en Egipto, instándolo a enviar comida para alimentar a los hambrientos de la Hiyaz, el corazón del islamismo.

'Amr aún no sometía por completo a Egipto cuando recibió las órdenes del califa; pero los registros históricos indican que este no escatimó en gastos y envió a Omar una gran caravana de camellos cargados con alimentos, muy probablemente trigo y cebada. La caravana partió desde el valle del Nilo, atravesó la península de Sinaí y luego se dirigió al sur a través de las montañas de Hiyaz en dirección a Medina en un viaje de unos 1.300 kilómetros (800 millas) que tardó un mes.

El líder de la caravana llevaba una respuesta de 'Amr para el califa. "Le envío camellos", escribió. "El primero está con usted en Medina; el último está saliendo en este momento de Egipto". Entretanto, relata el historiador egipcio del siglo IX Ibn 'Abd al-Hakam, una fila interminable de animales transportaba la generosidad del Nilo hacia la Hiyaz. Cuando llegaron a Medina, Omar entregó un camello, cargamento incluido, a cada hogar. Tanto los animales como su cargamento fueron consumidos por los hambrientos receptores. Otras caravanas venían de tierras situadas al norte, y de esta manera por poco se evitó una catástrofe.

Sin embargo, el esfuerzo había llevado el transporte en caravana hasta sus límites, y la lección sobre la vulnerabilidad de las ciudades sagradas, así como la importancia de la generosidad de Egipto, quedaron grabadas en el califa. Omar volvió a escribirle a 'Amr, esta vez con un plan. "Deseo excavar un canal desde el Nilo egipcio para que sus aguas fluyan hacia el mar", Ibn 'Abd al-Hakam cita textualmente a Omar. "De esa manera, será más fácil transportar alimentos hacia La Meca y Medina. Resuelvan el asunto entre ustedes".

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La idea de Omar no era tan extraordinaria como parece a primera vista. De hecho, se basaba en el recuerdo de que un canal como ese había existido en Egipto cuando estuvo bajo el dominio romano, y que hubo barcos de transporte de cereales de Egipto que efectivamente habían navegado hasta la Hiyaz en el pasado. Sin embargo, para la época de la conquista islámica de Egipto, el canal había caído en desuso y estaba bloqueado con arena y escombros.

zev radovan / bridgeman art library

Fue el rey persa Darío I ("el Grande"), representado arriba en una moneda de oro acuñada durante su reinado en el siglo V a.c., quien abrió el primer canal del cual tenemos pruebas arqueológicas. Foto inferior: Las inscripciones de esta losa, hallada en 1866 cerca de Suez y depositada actualmente en el Louvre de Paris, dan testimonio del logro de Darío.

jona lendering / www.livius.org

Los compañeros de 'Amr estaban muy preocupados por el plan de Omar, mientras que los líderes de los coptos naturales de Egipto estaban particularmente disgustados, puesto que dudaban de que el proyecto fuera a ser tan beneficioso para ellos desde el punto de vista económico como lo sería para Arabia. Ibn 'Abd al-Hakam menciona que estos instaron a 'Amr a que convenciera a Omar de que el proyecto era "desmesurado. No será posible. No vemos la forma de hacerlo." Pero no había quien disuadiera a Omar. "Ordenaré que ningún barco navegue por el mar [Rojo], salvo los que transporten alimento para la gente de La Meca y Medina", juró.

Cuando 'Amr se dio cuenta de que Omar hablaba en serio, rápidamente comenzó la tarea de restaurar el antiguo canal que conectaba el Nilo con el Mar Rojo. Según Ibn 'Abd al-Hakam, un copto le mostró a 'Amr la ruta del viejo canal romano. En recompensa, este y su familia fueron eximidos del impuesto de capitación. En su mayor parte, el Canal del Príncipe de los Creyentes, como fue llamado en honor del califa, seguía la ruta trazada por el canal romano, con una gran excepción: Tenía que encontrar un nuevo punto de conexión con el Nilo para evitar pasar por territorios ya marcados para la construcción de Fusta, la nueva capital islámica de Egipto y predecesora del actual Cairo. El embocadero del nuevo canal estaba situado en lo que es actualmente la plaza Sayyida Zaynab, en el centro de El Cairo.

Desde su embocadero en el Nilo hasta el final de su recorrido en el puerto de al-Qulzum (actual Suez), en el Mar Rojo, el canal recorría unos sorprendentes 170 kilómetros (105 millas). Ibn Duqmaq, el historiador mameluco del siglo XIV, nos relata: "Apenas ['Amr] materializó las obras, ya había barcos navegándolo como en el pasado. "Al séptimo mes [después del inicio de las excavaciones] ya llegaban barcos a la Hiyaz". El mismísimo 'Amr hizo la peregrinación a La Meca en uno de esos barcos.

El canal aprovechó algunas características del paisaje egipcio. La primera sección seguía los bordes orientales del bajo delta del Nilo por unos 80 kilómetros (50 millas) y luego se desviaba hacia el este por unos 65 kilómetros, a lo largo del Wadi Tumilat. Este era un árido valle en sentido este-oeste que había sido cortado a través de la extensión norte de los cerros de Muqattam por un antiguo brazo del Nilo que alguna vez desembocó en el Mar Rojo en vez de en el Mediterráneo. El tramo final hacia el sur en dirección al mar en al-Qulzum seguía el istmo de Suez, una depresión tectónica a lo largo de la cual se extiende actualmente el Canal de Suez.

La principal ventaja del canal no era tanto su mayor velocidad como lo era su capacidad para transportar grandes cantidades de reservas estratégicas de alimentos hacia los graneros de Arabia. Ibn Tuwayr, escritor de la era fatimí, relata que una embarcación tipo chalana del Nilo tardaba cinco días en atravesar el largo del canal, dos o tres días más de lo que se tardaba en camello. Y en al-Qulzum, el cargamento tenía que ser transferido a navíos de alta mar, lo cual retardaba aún más el viaje. Más aun, el canal solo podía usarse durante una parte del año, durante la inundación anual del Nilo, desde septiembre hasta alrededor de febrero. No obstante, una única barcaza del Nilo o un barco del Mar Rojo podía reemplazar una gran cantidad de camellos y funcionar a un costo mucho menor. Y los constantes vientos del norte que soplan desde al-Qulzum en el norte del Mar Rojo habrían permitido que los barcos llegaran a los puertos de la Hiyaz en menos de dos semanas, sin el peligro de los ataques de los asaltantes del desierto.

El canal de Omar transformó el destino de las ciudades sagradas y les dio seguridad alimenticia sin precedentes a los habitantes de la Hiyaz. Egipto alguna vez había sido el granero de Roma y Bizancio; ahora sus ricos suelos podían sustentar a los corazones del islamismo.

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El historiador griego Heródoto escribió el primer relato testimonial sobre un canal que conectaba el Nilo con el Mar Rojo: "Una longitud equivalente a cuatro días de viaje"; su ancho probablemente superaba los 25 metros, puesto que señala que fue "excavado con el ancho suficiente para que pudieran pasar dos trirremes en columna".

Sin embargo, el plan para abastecer a la Hiyaz de comida egipcia no estuvo exento de problemas iniciales, y los villanos de la historia, los especuladores financieros, resultan familiares para el lector moderno. Para garantizar que la distribución de cereales egipcios fuera justa cuando llegaran los cargamentos a al-Jar, el puerto de Medina, Omar entregó cartillas de racionamiento a las personas, que les daban derecho a una parte de las provisiones. En un principio, la situación era crítica y la gente tenía hambre. Pero poco tiempo después surgió un mercado secundario en los certificados, y los precios se elevaron por las nubes. Algunos comerciantes, entre ellos un distribuidor llamado Hakim bin Hizam, fueron acusados de especulación. Omar dictaminó que comerciar con certificados por alimentos que aún no habían llegado era poco ético y a Hakim se le ordenó distribuir sus ganancias entre los pobres como forma de corregir sus faltas.

Omar fue el último de una larga serie de gobernantes que habían intentado concretar la idea de unir el Mar Rojo, en Suez, con el Nilo, ya sea para conectar el valle del Nilo con los mares de Oriente o para crear un puente entre el Mar Rojo y el Mediterráneo. Aunque en la actualidad el concepto del Canal de Suez es frecuentemente asociado al gran ingeniero del siglo XIX Ferdinand de Lesseps, el francés fue en realidad el heredero de una ambición que se remonta a hace 2500 años, y posiblemente más.

Cuando el historiador griego Heródoto visitó Egipto a mediados del siglo V a.c., vio por sí mismo el primer canal que conectaba el Nilo con el Mar Rojo del cual se tienen pruebas arqueológicas claras: el canal del rey persa Darío el Grande (522 al 486 a.c.). "La longitud de este [canal] equivale a cuatro días de viaje" —escribió Heródoto— "y fue excavado con un ancho suficiente para que pudieran pasar dos trirremes en columna", un ancho de al menos 25 metros (82 pies), permitiendo un ligero margen de espacio.

El mismo Darío no ocultaba su orgullo por el logro. Dispuso en la ruta de su canal, que comenzaba cerca de Bubastis en el brazo más oriental del Nilo, cuatro prominentes monumentos con inscripciones en jeroglífico, persa antiguo, elamita y babilonio. En ellos presumía: "Soy persa; desde Persia me apoderé de Egipto; ordené construir este canal desde [el] Nilo hasta el mar que comienza en Persia. Luego, este canal fue construido según mis órdenes, y los barcos recorrieron desde Egipto hasta Persia por medio de este canal".

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El canal romano desembocaba al Nilo en un puerto llamado Babilonia. Quinientos años después, cerca de este lugar, representado arriba, se fundó la primera capital islámica de Egipto, y 300 años después de eso, la ciudad de El Cairo. Desde la época romana, el Nilo se ha desplazado casi un kilómetro hacia el oeste, y la línea del tren subterráneo de El Cairo se extiende a lo largo del antiguo terraplén. Arriba: Estos escalones recientemente excavados, que antiguamente fueron parte de un muelle, son uno de los pocos vestigios del canal.

Además de demostrar el poderío imperial persa a sus súbditos egipcios, el canal de Darío también se usaba para transportar el botín: exportar los maravillosos y a menudo pesados productos del Nilo hacia Persia. En efecto, la famosa estatua de Darío que fue descubierta por un grupo de arqueólogos en 1972 en Susa —tallada en un estilo egipcio en grauvaca extraída de una cantera del desierto oriental de Egipto— debe de haber sido transportada hasta Persia a través del canal.

Es posible que haya habido incluso intentos anteriores para excavar un canal hasta el Mar Rojo. El gran filósofo griego Aristóteles relata que un faraón llamado Sesostris —probablemente Senwosret III (1845 al 1837 a.c.)— pensó en excavar uno, pero desistió por temor a que el mar inundara Egipto. Y el mismo Heródoto relata que un faraón llamado Necao, probablemente Necao II de la dinastía XXVI, inició las obras de construcción de un canal unos doce siglos después, pero las detuvo cuando un adivino le aconsejó que mejor centrara su atención en la guerra de Levante. Según Heródoto, 120.000 personas murieron en las obras de excavación.

No se sabe con certeza si el canal persa realmente cayó en desuso, pero Ptolomeo II Filadelfo, que gobernó desde el 283 hasta el 246 a.c., se atribuye la excavación de uno nuevo. De hecho, varios escritores griegos antiguos, mostrando sus prejuicios contra los persas, aseguran falsamente que Ptolomeo II fue el primero que logró excavar un canal hasta el mar, y que Darío había fallado antes que él.

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Arriba: No se sabe si el canal de Darío realmente cayó en desuso; pero en el siglo III a.c., el gobernante egipcio Ptolomeo II Filadelfo, se atribuyó la excavación de uno nuevo, y bautizó el puerto del Mar Rojo con el nombre de su reina, Arsínoe II, que aparece junto a él en esta moneda de oro de ocho dracmas. Foto inferior: A comienzos del siglo II d.c., el emperador romano Trajano extendió el canal hacia el sur del Nilo en Babilonia, tanto para aumentar el comercio como para proyectar el poderío naval en el Mar Rojo.

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Si el canal de Darío tenía por objetivo sacar el botín imperial de Egipto, el canal ptolemaico revirtió ese sentido. Bajo la dinastía establecida por el sucesor de Alejandro el Grande, Egipto dejó de ser el vasallo de una potencia extranjera y se convirtió en la cuna de un imperio por derecho propio. En el extranjero, Ptolomeo enfrentó la rivalidad de los seléucidas que habían heredado los territorios orientales del imperio alejandrino. Estos tenían acceso a elefantes de guerra de la India, y para equipararse con ellos en la carrera armamentista imperial, los ptolemaicos necesitaban sus propios elefantes. La solución estaba en una expedición al sur por la costa africana del Mar Rojo, hacia lo que son actualmente Sudán y Eritrea.

En una piedra con jeroglíficos descubierta por el arqueólogo suizo Douard Naville en la localidad de Tell al-Maskhuta, en Wadi Tumilat, a finales del siglo XIX, se presume de la excavación del canal de Ptolomeo. En ella se relata que el faraón envió a uno de sus generales en una expedición a través de su canal recién excavado para establecer una colonia: "Allí plantó campos y los cultivó con arado y ganado. Capturó grandes cantidades de elefantes y los trajo como maravillas para el rey en sus barcos de alta mar. También los trajo por el canal del este; ningún rey en todo el mundo había hecho algo similar jamás".

Pero fue el emperador romano del siglo I Trajano, cuyos esfuerzos en obras de excavación dejaron el mayor legado para que Omar pudiera explotarlas durante la ayuda a las ciudades sagradas, en el siglo VII. Los canales anteriores partían desde el Nilo a lo largo de su brazo más oriental. Sin embargo, en la época de Trajano, ese brazo había empezado a menguar, por lo que a los ingenieros se les ocurrió la idea de extender el nuevo canal en dirección al sur, en sentido contrario a la corriente, hasta pasada la cabecera del delta, hasta el fuerte de Babilonia en el actual Cairo antiguo. Esta decisión, probablemente más que cualquier otra medida, determinó la ubicación de la actual capital de Egipto.

El emperador Diocleciano (gobernó entre el 284 y el 305 d.c.) añadió nuevas fortificaciones al fuerte y al embocadero del canal a fines del siglo III y comienzos del siglo IV d.c., y fue allí, 350 años después, donde los gobernantes bizantinos de Egipto se opusieron por última vez al ejército de 'Amr. Fue en el exterior de los muros del fuerte que el asediante 'Amr montó su tienda de campaña, y fue alrededor de esta tienda donde se fundó la nueva capital islámica de Fustat. Y tres siglos más tarde, fue allí cerca, junto al banco este del canal de Trajano, donde los fatimíes trazarían su fabulosa nueva ciudad de El Cairo en el año 969 d.c.

El canal de Trajano recurría al este en busca de dominio naval en el Mar Rojo, a los vínculos con la recientemente conquistada provincia de Arabia Pétrea, a las minas y canteras del desierto oriental de Egipto, a las importantes tierras productoras de incienso de Arabia Felix y al creciente comercio de productos de lujo con India y África oriental. Pero el canal también atendía a una industria más regional. La gran cantidad de ánforas egipcias del periodo romano tardío que los arqueólogos han hallado en Aqaba, en el extremo sur de la actual Jordania, parecen indicar que el vino egipcio fue posiblemente uno de los productos que se exportaban a través del canal. A partir de los escritos de Ibn 'Abd al-Hakam se desprende que los cereales egipcios también se comercializaban en la Hiyaz, implícitamente a través del canal, durante el periodo preislámico.

La construcción del canal, en cualquiera de las épocas, no fue poca cosa. La afirmación de Heródoto en relación a que el intento de Necao costó 120.000 vidas suena a exageración, pero puede que tenga parte de verdad. Los testimonios indican que, a principios del siglo XIX, cuando el gobernante egipcio Muhammad Ali construyó un nuevo canal de 80 kilómetros (50 millas) desde El Cairo hasta Alejandría con la ayuda de conscriptos y herramientas manuales, 20.000 personas murieron en el proceso. Para la construcción del canal del Mar Rojo, mucho más extenso, probablemente fue necesario extraer más de 24 millones de metros cúbicos de tierra (31,5 millones de yardas cúbicas), casi diez veces el volumen de la gran pirámide de Keops en Giza. Partiendo desde cero, para lograr eso se debería de haber necesitado probablemente el trabajo diario de 18.000 personas durante un año. Y con los sedimentos arrastrados por el río y la arena arrastrada por el viento desde el desierto, mantener el canal navegable debe haber sido una tarea de nunca acabar. En este sentido, a 'Amr le debe de haber resultado relativamente fácil reexcavar el canal romano, ya que simplemente era cuestión de limpiar de desechos el curso del desaparecido canal romano. La ruta de 'Amr difería de la romana solamente en que esta se conectaba con el río de tal manera que evitaba pasar por Fustat.

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El canal se abría solamente algunos meses durante el año. Solo cuando la inundación del Nilo subía lo suficiente, según indicaba el nilómetro, arriba, se daba la indicación para abrir el canal. Este evento daba lugar a festividades anuales, según representa un gravador, arriba, en esta placa publicada en la Description de l'Egype.

El hecho de que el canal que conectaba el Nilo con el Mar Rojo funcionaba por temporadas también facilitaba su mantenimiento. Desde aproximadamente enero hasta agosto, el nivel del cauce del Nilo era insuficiente para llenar el canal, lo que lo hacía inservible. Es posible que durante este periodo, los trabajadores trabajaran en su limpieza.

En junio, cuando el caudal del Nilo comenzaba a subir, la entrada del canal, al igual que las de otros canales de Egipto, probablemente era bloqueada por un dique temporal de tierra. Los historiadores medievales relatan que solo cuando el Nilo alcanzaba 16 codos (unos 8,3 metros o casi 28 pies) en la escala del gran nilómetro de la isla de Rodas, en El Cairo, se daba la indicación de romper el dique. El acontecimiento era celebrado con grandes fiestas, puesto que la marca de los 16 codos significaba no solo que el canal volvería a discurrir, sino también que la inundación anual se daba por "concluida": Egipto sería irrigado, se evitaría la hambruna y las autoridades podrían recaudar la totalidad del impuesto a la tierra al momento de la cosecha.

¿Qué sucedió con el canal del califa Omar? Funcionó durante aproximadamente 114 años, transportando productos agrícolas hacia Arabia, hasta que, en el 754 y 755 d.c., se produjo un levantamiento en Medina contra el nuevo califato abasí de Bagdad. El califa al-Mansur ordenó bloquear el canal para interrumpir el abastecimiento de comida hacia las ciudades santas y terminó de golpe con la rebelión, la motivación exactamente contraria a la de Omar para reabrirlo en primer lugar. El Canal del Príncipe de los Creyentes continuó fluyendo a través de El Cairo y hasta las tierras centrales del Wadi Tumilat —aproximadamente la mitad de su extensión original— durante el periodo medieval, y se hizo conocido como el Canal de El Cairo.

Al ver los vestigios del canal en 1776, el oficial franco-húngaro Baron de Tott consideró que era posible reconstruirlo con un poco de trabajo de excavación. Los mapas de principios del siglo XIX todavía mostraban su ruta completa hasta Suez. A principios del siglo XX, el arqueólogo francés Claude Bourdon halló restos considerables del embocamiento del antiguo canal y su puerto asociado en la laguna litoral de Suez. Los trabajos recientes de Peter Sheehan, quien dirigió los trabajos arqueológicos en El Cairo antiguo del American Research Center de Egipto, han permitido localizar la entrada del canal romano bajo los modernos edificios y calles que allí existen.

Aunque había permanecido visible durante milenios, los últimos 150 años no han sido muy amables con lo que queda del antiguo canal de Suez: sus huellas han sido destruidas casi por completo por las obras agrícolas y urbanas. En Suez, donde hace 90 años Bourdon había logrado localizar los muelles y embarcaderos de concreto del antiguo puerto romano e islámico, la expansión urbana, la recuperación de tierras, los vertidos de basura no regulados y las excavaciones para la construcción de criaderos de peces han invadido las ruinas arqueológicas.

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La iglesia de San Jorge en El Cairo, de estructura circular única, está construida sobre los cimientos de una de las dos torres romanas que flanqueaban la entrada del canal.

El último tramo sobreviviente del canal que aún contiene agua —la parte que atraviesa El Cairo— fue rellenado y pavimentado en 1898 para combatir el cólera. Si viaja hoy al Cairo, le resultará difícil encontrar pruebas categóricas de que el canal alguna vez existió. Aún así, su trayecto por la ciudad está marcado por la ancha calle Port Said, la cual divide la metrópolis en dos. Los miradores y los balcones ricamente decorados de las pocas mezquitas y casas otomanas que perduran en la calle, los que hoy tienen vista hacia la maraña de tránsito interminable de la ciudad, alguna vez deben de haber tenido vista hacia los botes de placer que navegaban por las aguas del canal durante el verano.

Para ver otra reliquia del canal, diríjase a la poco atractiva plaza Fumm al-Khalig, en la moderna cornisa del Nilo, junto a la isla de Rodas. Su nombre, que significa "plaza del embocamiento del canal", señala el final del embocamiento del canal de la era islámica. Este rincón ordinario de El Cairo fue el último testigo del canal que alguna vez conectó a Egipto con Arabia y que prestó auxilio a las ciudades sagradas durante los primeros años del estado islámico.

John Cooper John Cooper ([email protected]) es miembro investigador del proyecto mares, que se centra en los pueblos del Mar Rojo y el Golfo Pérsico, del Instituto de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Exeter. Ha visitado y llevado a cabo investigaciones en los alrededores de al-Qulzum, el puerto situado en el Mar Rojo perteneciente al canal de Suez del siglo VII.

This article appeared on pages 32-39 of the print edition of Saudi Aramco World.

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