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Volumen 63, NĂºmero 3mayo/junio 2012

In This Issue

Descubrimiento en al-Magar

T uando Mutlaq ibn Gublan decidió cavar un birka (estanque) para darles agua a sus camellos, pidió una excavadora y cilindros de combustible diesel que se desplazaron desde la carretera hasta el sitio ubicado en sus ancestrales tierras de pastoreo en el sudoeste de Arabia Saudita. El lugar que había elegido, entre valles alargados que sorteaban valles de arenisca, estaba cerca de los rastros de una antigua cascada, lo cual sugería que, milenios atrás, la naturaleza por sí misma proveía más que un simple birka.

Jamás se completó el estanque. A medida que supervisaba la excavación, decía: "Divisé una piedra lisa y con forma determinada que sobresalía de la tierra. Reconocí que era un objeto antiguo e importante". Él podía distinguir a primera vista que era la estatua de un animal. La habían enterrado verticalmente, con la cabeza hacia la superficie, cuenta. "Le pagué al operador y le dije que se volviera a la carretera siguiendo las huellas".

Comisión Saudita de Turismo y Antigüedades
Parte superior: El objeto más grande y, a la fecha, el más relevante de los más de 300 encontrados hasta ahora en al-Magar es el fragmento de una escultura cuya cabeza, hocico, fosas nasales, cuello arqueado, hombro, cruz y proporciones generales se asemejan a las de un caballo, pero puede representar a un asno, onagro o híbrido. Con ochenta y seis centímetros (34") de largo, 18 centímetros (7") de grosor y un peso mayor a los 135 kilos (300 libras), tiene una antigüedad que se remonta al año 7000 a. C., según cálculos provisionales y aproximados.
Si la banda vertical y la incisión que se arquea sobre el hocico son marcas de un cabestro, 
                correa o brida, entonces es probable que los habitantes de al-Magar hayan domesticado caballos hasta 2000 años antes 
                que cualquier otra persona del mundo. Pero tales especulaciones siguen sin comprobarse.

Durante los años siguientes, Ibn Gublan desenterró unos 300 objetos allí. Pese a que ninguno fue tan grande como el primero, sus hallazgos incluyeron una colección pequeña de animales salvajes de piedra: avestruz, ovejas y cabras; algo que podrían ser peces y pájaros; un bovino parecido a una vaca (Bovidae); y un elegante perfil canino que se asemeja a una de las razas domesticadas conocidas más antiguas, el saluki del desierto. Además, encontró morteros y manos de mortero, molinillos de granos, un cazo de talco ornamentado con motivos geométricos en forma de bucles y tramas, pesos probablemente utilizados en tejeduría y herramientas de piedra que probablemente hayan sido utilizadas en curtiembre, así como raspadores, puntas de flecha y cuchillas, inclusive un cuchillo de piedra decorado exquisitamente con el diseño curvo inconfundible de la daga árabe tradicional.

"Reconocí que se trataba de un objeto antiguo e importante", dice Mutlaq ibn Gublan, quien canceló la excavación de su estanque de agua para camellos cuando la excavadora se topó con una escultura del Neolítico. "Estoy contento de que tras los pasos de mi abuelo y su larga línea de antepasados, yo haya encontrado algo del corazón de Arabia que se arraiga profundamente en nuestra historia y nos ayuda a conectarnos con el pasado".

Hace dos años, cargó todo en su Jeep, se fue hasta Riyadh y lo donó a la Comisión Saudita de Turismo y Antigüedades(scta).

"Cuando vi las piezas por primera vez, simplemente no lo podía creer. Era, cómo decirlo, increíble", recuerda Ali al-Ghabban, director de antigüedades de la scta, en un inglés "afrancesado" que delata sus años en la Universidad de Provenza. "Este es material del Neolítico", afirma, "de una sociedad sofisticada que poseía un alto nivel de arte y artesanía que no hemos visto anteriormente". Al-Ghabban pidió a un laboratorio un análisis de radiocarbono sobre los restos orgánicos hallados posteriormente al lado de algunos de los objetos. Este análisis determinó su antigüedad entre los años 6590 y 7250 a. C., según comenta.

El descubrimiento fue bautizado como "la civilización de al-Magar" por su ubicación; un nombre que significa "lugar de reunión" o "sede central" en un contexto tribal. Los tallados de animales —mucho más numerosos, y algunos más grandes, que todo lo hallado previamente en el oeste de la Península Arábiga— son de lo más enigmático. Entre ellos, el más grande, el que instó a Ibn Gublan a detener la excavadora, ha despertado la mayor curiosidad de todos.

Con ochenta y seis centímetros (34") de largo, 18 centímetros (7") de grosor y un peso mayor a los 135 kilos (300 libras), el tallado tiene una cabeza redondeada, cuello arqueado, hocico, fosas nasales, hombro, cruz y proporciones generales que claramente se asemejan a las de un équido: un caballo, un asno, un onagro o algún híbrido. Pero lo que lo convierte en algo tan raro son dos marcas claras talladas con herramienta: una en relieve desde el hombro hacia abajo en dirección a la pata delantera y la otra tallada con cuidado, casi con delicadeza, alrededor del hocico. Surge una pregunta justificada: ¿Los habitantes de al-Magar colocaban formas primitivas de bridas en tales animales? De ser así, lo hacían milenios antes de que los expertos creyeran que se hacía en otros lugares.

El descubrimiento en al-Magar y la pregunta fascinante que inspira ocurren cuando Arabia Saudita experimenta un orgullo renaciente no solamente por su herencia arqueológica sino también, en particular, por el legado y la cultura del caballo árabe criado en el desierto. El descubrimiento también coincide con los recientes avances en tecnologías analíticas que pueden ayudar a resolver preguntas importantes: ¿Cuándo y dónde pasaron los humanos de cazar caballos salvajes (Equus ferus) para utilizarlos como alimento y aprovechar sus huesos, piel y pelo, a capturar, domesticar y explotar caballos para aprovechar su carne y leche y usarlos como transporte (un proceso que dio origen a la subespecie [Equus ferus caballus] que es el caballo domesticado actual)? Este suceso histórico esencial revolucionó el transporte y el comercio, permitió a las personas conectarse a distancias mucho mayores, aceleró las migraciones y cambió la conquista y la guerra. Sin embargo, pese a más de un siglo de arqueología y los últimos avances en tecnología genética, sigue siendo una pregunta abierta exactamente cuándo, dónde y cómo ocurrió la domesticación. El descubrimiento en al-Magar muestra de nuevo simplemente qué tan abierta es la pregunta.


T uando Ibn Gublan saca del archivo de documentos un manojo de recortes periodísticos prolijamente cortados y plastificados, tanto en árabe como en inglés, y los dispersa en el majlis (salón tipo tienda de campaña) de la casa de su hermano, la foto de la estatua parecida a la de un équido, con la banda y la incisión, es la que se lleva todos los honores. Como si fuera un estudioso, se acomoda los anteojos de marco grueso y escudriña la fotografía del año pasado donde aparece el rey saudí Abdullah bin 'Abd al-'Aziz examinando los objetos, cuando se anunció el descubrimiento y los hallazgos fueron exhibidos por primera vez a dignatarios y altos funcionarios del gobierno.

Mientras el té de menta se calienta en el hogar y su joven sobrino Saud sirve diestramente el café árabe, la atención vira hacia la preciada estatua. Ella es el eje de un nuevo debate arqueológico, y su interpretación inicial es tan desafiante y polémica como enigmática.

Una época húmeda en Arabia, que comenzó después de la última glaciación, hace aproximadamente 10,000 años, y que duró aproximadamente 5000 años, permitió el surgimiento de una flora y fauna muy variadas. Hay abundantes pruebas de esto en el arte rupestre de todo el oeste de la península arábiga, donde hay representaciones de varios équidos junto con otras especies, tales como el guepardo, el hipopótamo, la hiena y la jirafa, que desaparecieron cuando el clima se secó hasta crearse el desierto. Cómo y cuándo apareció el caballo, es un asunto tanto de la ciencia emergente como del orgullo cultural saudita: este último se evidencia no sólo en el orgullo actual por los caballos árabes, sino también en el rico legado de la poesía y la leyenda, sumergidas en la profundidad de los tiempos preislámicos, que rodean y celebran al caballo árabe del desierto.

Las esculturas de al-Magar "podrían ser" équidos, dice David Anthony, autor de The Horse, The Wheel, and Language [El caballo, la rueda y la lengua] y una autoridad principal en la domesticación del caballo. "El équido local del sur de Mesopotamia era el onagro, y otro era el asno, introducido probablemente desde Egipto. No se ha encontrado ninguna especie de Equus caballus, según mi entender, en ningún lugar cerca de Arabia Saudita que sea anterior a 1800 a. C.." Para llegar a una conclusión, continúa, "debería haber hallazgos definidos de huesos de Equus ferus caballus en un buen contexto estratificado fechado por radiocarbono".

En marzo de 2010, la scta llevó a especialistas en prehistoria y arqueólogos de Arabia Saudita y de todo el mundo a al-Magar para un breve reconocimiento diurno. El equipo se desplegó en forma de abanico y, en algunas horas, recopiló más objetos rupestres, incluidas herramientas y otra estatua de características equinas. Asimismo, tamizaron cuatro muestras de huesos quemados, que posteriormente se utilizaron para datar el sitio por radiocarbono. La fecha, aproximadamente 9000 años antes del presente, coincide con el período en que los habitantes de los primeros asentamientos conocidos de Arabia y del Levante, que ya cultivaban granos, también comenzaron a domesticar animales.

Con el área actualmente vigilada para evitar excavaciones ilícitas, la scta está preparando estudios detallados y excavaciones que se espera que duren años. "El impresionante descubrimiento refleja la importancia del sitio como centro cultural y podría ser la cuna de una avanzada civilización prehistórica que fue testigo de la domesticación de animales por primera vez durante el Neolítico", dice al-Ghabban. "Ahora necesitamos saber más."


Todas las evidencias actuales señalan a "la estepa de Eurasia y tal vez no mucho antes de 4000 a. C., aproximadamente" como el lugar y el tiempo en que se domesticó por primera vez el caballo, dice la arqueóloga especializada en animales Sandra Olsen, Directora de Antropología y Directora del Centro de Culturas Mundiales del Carnegie Museum of Natural History. Olsen ha estudiado las funciones de los caballos en las culturas humanas desde 1975 y lideró las investigaciones sobre la domesticación de los caballos. Junto a sus colegas, documentó las pruebas más antiguas de caballos domésticos conocidas a la fecha: provienen de alrededor de 3500 a. C., al norte de Kazajstán.

En 2010 y 2011, Olsen se unió a Majid Khan, un especialista en arte rupestre árabe, en Arabia Saudita para hacer un reconocimiento en todo el reino del arte rupestre conocido que muestra a los équidos y, además, para lograr nuevos hallazgos. Khan ha pasado las últimas tres décadas investigando los petroglifos sauditas y estima que hay más de 1000 que retratan a équidos siendo cazados, montados o sirviendo como animales de tiro. Él cree que los primeros de ellos se remontan al Neolítico, a pesar de que asignar fechas exactas es considerablemente complejo.

Al-Magar se encuentra entre las lomadas y valles arenosos del sudoeste de Arabia Saudita, que hasta hace 4000 ó 5000 años eran tan verdes como la sabana africana actual.

Dadas las limitaciones del registro arqueológico, ¿cómo pueden los arqueólogos avanzar en la identificación del lugar y el momento en que comenzó realmente el largo proceso de domesticación? Olsen describe el enfoque del equipo como "holístico" o simplemente como abocado a "reunir tantos fragmentos de pruebas como sea posible, ya sea en forma directa o más circunstancial". En las estepas de Asia, agrega, "tenemos también un enfoque 'invertido': si los huesos del caballo prehistórico son difíciles de descifrar, entonces, ¿por qué no investigar el asentamiento y los rastros del estilo de vida humano para obtener pruebas de que fueron afectados por la domesticación del caballo?"

Según al-Ghabban, este es un enfoque multidisciplinario que se aplicará en al-Magar, donde el grupo de especialistas incluirá a zooarqueólogos, geoarqueólogos, arqueobotánicos, paleoclimatólogos, petrólogos, paleontólogos, autoridades en la domesticación de la flora y la fauna y arqueólogos genetistas, quienes probablemente serán reclutados para aplicar el relativamente nuevo análisis de ADN mitocondrial (ADNmt). Lo que da una utilidad particular al análisis de ADNmt es que —a diferencia del ADN nuclear— el ADNmt reside fuera del núcleo celular, lo cual significa que se hereda exclusivamente a través de la línea materna, sin recombinarse de generación en generación. Los estudios de ADNmt que comparan una variedad de razas de caballos domésticos revelan una alta diversidad entre las líneas maternas. Esta diversidad, según Olsen, respalda la teoría de que la domesticación del caballo tuvo lugar en varios lugares diferentes en momentos diferentes. "No hubo ninguna yegua ancestral que fuera la "Eva" de todos los caballos domésticos", afirma.

En respaldo de esta visión, hay un estudio publicado en enero en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de los EE. UU. que examina la frecuencia de mutación del ADNmt equino. No sólo concluye que las comunidades tanto de Asia como de Europa domesticaron a los caballos en forma independiente, sino que sugiere también hace cuánto tiempo pudieron haber ocurrido algunos eventos de domesticación. Alessandro Achilli, Profesor Adjunto de Genética del Departamento de Biología Celular y Ambiental de la Universidad de Perugia de Italia, recopiló genomas mitocondriales heredados por vía materna de caballos vivos de Asia, Europa, Medio Oriente y América. Dado que la mutación del ADNmt ocurre a una frecuencia conocida, estas muestras le permitieron rastrear los ancestros maternales usando un tipo de "reloj molecular".

naturefolio / alamy; blickwinkel / alamy; daniel pickering
Los équidos conocidos por los humanos del Neolítico de África y Asia eran el asno salvaje africano, Equus africanus somalicus, (arriba); el onagro, Equus hemionus onager, (a la derecha); y el caballo salvaje primitivo, Equus ferus, (en sentido opuesto), de los cuales descienden las especies de caballos domésticos actuales.

Su equipo identificó líneas maternas que descienden de modo inequívoco de diferentes ancestros femeninos. "Esto significa que varias líneas de yeguas fueron domesticadas durante el Neolítico —durante los últimos 10,000 años— en varias ubicaciones de Eurasia, inclusive posiblemente en el oeste de Europa", indica Achilli. "El mismísimo hecho de que varias yeguas salvajes fueran domesticadas independientemente en diferentes lugares atestigua qué importantes han sido los caballos para la humanidad. La domesticación de estos animales pudo generar un excedente de comida necesario para sustentar el crecimiento de las poblaciones humanas y la capacidad humana de expandirse y adaptarse a nuevos entornos o pudo facilitar el transporte". Achilli añade que "lamentablemente, no tenemos idea de la ubicación exacta de los eventos de domesticación", una pregunta que sólo las muestras de ADN arqueológicas pueden responder.

Olsen, pese a inclinarse a estar de acuerdo, sugiere no aceptar esto como la última palabra. Ella arguye que los humanos y los animales salvajes, así como los caballos, tienen diferentes líneas maternas. "Yo creo que estas líneas maternas múltiples son el resultado de que los ancestrales pastores de caballos ocasionalmente capturaran y agregaran yeguas salvajes a sus poblaciones de crianza", comenta. Y, añade, en otro sentido: "Las yeguas domesticadas pueden ser 'robadas' por sementales salvajes e incorporadas a su harén".

El escenario generalmente aceptado de los múltiples eventos de domesticación de caballos 
                abre una hendija de la tentadora ventana de posibilidades de que la península arábiga haya tenido su propio evento.

Como sea que haya ocurrido, el escenario generalmente aceptado de múltiples eventos independientes de domesticación deja al descubierto la tentadora posibilidad de que la Península Arábiga haya tenido su propio evento de domesticación equina y de que el último período climático húmedo pareciera haber sido una época ideal para que ello ocurriera, si así fue realmente. Si bien la domesticación árabe implica que haya habido caballos salvajes vagando por una sabana verde en ese entonces, Olsen cree que esa imagen no se ve reflejada en los petroglifos que ha visto en el país ni tampoco en los restos óseos, que aún deben ser encontrados. A pesar de que acepta que los asnos salvajes u onagros aparecen en escenas de cacería en los petroglifos sauditas del Neolítico, afirma que los caballos más primitivos que ha visto en la península son aquéllos representados con carros romanos y, esos caballos, según ella, "se remontan, como mucho, a 2000 a. C.". Esto muestra "por qué creo que es imperativo distinguir entre los asnos salvajes y los hemiones [onagros] por un lado, y los caballos por otro".

Los caballos inequívocamente domesticados aparecen en petroglifos que se remontan al segundo o fines del tercer milenio a. C.. El cazador montado (arriba a la izquierda) y un carro romano con dos caballos (arriba a la derecha) provienen del noroeste de Arabia Saudita. El carro romano de aspecto similar (abajo a la izquierda) fue dibujado en el sur de Libia.
lars bjurstrom / sawdia; richard t. bryant; roberto esposti / alamy; bridgeman art library

T omo en todo trabajo detectivesco, uno de los mayores peligros es la evidencia viciada. Hace casi medio siglo en Ucrania, un arqueólogo soviético descubrió el cráneo y los huesos de los miembros inferiores de un joven semental en Dereivka, cerca de las márgenes del río Dnieper. El análisis por radiocarbono determinó la antigüedad del hallazgo en el período 4200 a 3700 a. C. y los premolares del semental mostraban señales de desgaste ocasionado por un freno de caballo. Los arqueólogos soviéticos anunciaron con seguridad que el sitio era prueba de la domesticación del caballo. Pero la importancia del hallazgo terminó cuando algunos análisis más detallados por radiocarbono determinaron que los restos eran lo que los arqueólogos llamaban "depósito intrusivo", el cual fue colocado allí por los escitas de la Edad de Hierro en el primer milenio a. C..

Este petroglifo simple, incluso crudo, cerca de al-Magar puede mostrar a un jinete montado.

Posteriormente, los estudios no sólo han buscado pruebas de caballos montados, sino también pruebas de que hayan sido arreados. La atención se dirigió hacia el este, sobre los Montes Urales, hacia las zonas fronterizas septentrionales de Kazajstán, donde en la década de 1980, cerca de un pequeño pueblo llamado Botai, Viktor Zaibert de la Universidad Kokshetau desenterró huesos de caballo —300,000 en total.

Zaibert, en colaboración con arqueólogos estadounidenses y británicos, encontró rastros de desgaste producido por frenos en los dientes de la mandíbula inferior, lo cual revela que alrededor de 3500 a. C. es muy probable que algunos caballos de Botai hayan usado arnés, ya sea como animales de tiro o para cabalgar o para ambos propósitos.

Olsen era una de las colaboradoras de Zaibert e identificó en Botai rastros de corrales y de materiales de techo que contenían estiércol de caballo, así como señales de sacrificios rituales. Además, encontró herramientas utilizadas para fabricar correas de cuero que tal vez hayan sido utilizadas como bridas o maniotas. Esto tiene un paralelismo con algunas de las herramientas rupestres encontradas en al-Magar, que también señalan la posible existencia del procesamiento del cuero o fibras, lo cual podría estar asociado con artículos de arreos de caballos. Pero, pese a que pueden ser pruebas indirectas y significativas, una de las lecciones que enseña Botai es que si al-Magar nos va a dar alguna información, no sólo se necesita una taxonomía confiable de las estatuas o la interpretación de objetos, sino también restos orgánicos.

Fue Alan Outram, un profesor de ciencia arqueológica de la Universidad de Exeter, quien descubrió residuos grasos absorbidos en cerámicas de Botai que, posteriormente, se determinó que eran de leche y no de carne. La proliferación abundante de huesos de caballo en el sitio sugería, como es lógico, que era leche de yegua, la cual hasta el día de hoy sigue siendo una bebida tradicional popular en Asia Central. Los miles de huesos de caballos hallados en 150 fosos domésticos muestran que estos caballos eran delgados, al igual que los caballos domésticos de finales de la Edad de Bronce y a diferencia de los caballos salvajes más robustos que alguna vez vagaron por tierras de Eurasia desde la estepa hasta Iberia. Sin embargo, "en nuestra ciencia, es muy difícil determinar si el caballo fue domesticado o no. La respuesta a esta pregunta se basa en un estudio complejo de todos los contextos de la cultura material", señala Zaibert.

Olsen se centra en los huesos: "Los cazadores abandonan los huesos pesados de poca utilidad en sitios de matanza alejados, mientras que los pastores matan animales domésticos en su pueblo o cerca de él. En este último caso, todos los huesos del esqueleto se encuentran en el pueblo y eso es exactamente lo que se observó en Botai". El análisis del suelo de los recintos de un sitio de Botai identificó altos niveles de fosfato y sodio, lo cual indica que había excrementos y orina presentes dentro de lo que probablemente habían sido corrales, y Olsen ha encontrado señales de hoyos de poste alrededor de algunos, lo cual refuerza la idea de que, en Botai, las personas acorralaban a algunos de sus caballos. Estos recintos, así como las casas dispuestas en círculos e hileras, apuntan hacia un tipo de organización social que podría ser útil para la domesticación del caballo.

Así como Botai incluyó asentamientos desarrollados, el descubrimiento de al-Magar incluye rastros de estructuras de piedra. Abdullah al-Sharekh, un arqueólogo de King Sa'ud University, fue uno de los primeros expertos en el sitio. Lo sorprendieron la gran cantidad de restos estructurales rupestres esparcidos y relacionados con el asentamiento y las señales de actividad agrícola que identificó alrededor del sitio y también por las cimas de las colinas circundantes, que incluían paredes erguidas a lo largo de las laderas. Todas las estatuas enterradas fueron descubiertas dentro de los restos de un edificio. "No se había encontrado nada de este tamaño anteriormente en Arabia y las pruebas estratigráficas quizás conviertan a este lugar en el punto más importante de Arabia Saudita", comenta al-Sharekh. Él afirma: "En un contexto regional, un hallazgo de esta variedad debe tener importancia. Puede hablarnos sobre aspectos sociales y la cultura de las personas que vivieron allí, la domesticación, el comercio y la migración y, tal vez, sobre alguna importancia ritual primitiva", y agrega: "Se debe hacer una pausa antes de emitir juicios".

En el equipo de reconocimiento inicial de la scta también estaba presente Michael Petraglia, un especialista en arqueología del Paleolítico y tecnologías de herramientas de piedra de la Península Arábiga. Poco después, él encontró un horizonte histórico mucho más antiguo en al-Magar. Adyacentes a los hallazgos del Neolítico, encontró herramientas de piedra descascaradas, tales como raspadores, que él calcula que superan los 50,000 años de antigüedad. "Al-Magar fue un entorno atractivo para la actividad humana durante varios períodos", según asevera. "Esto es muy importante, no sólo para el sitio más reciente, sino también por lo que nos puede indicar sobre las fluctuaciones climáticas pasadas entre períodos secos y húmedos."

La primera domesticación del Equus asinus sugerida 
                en el Levante ocurrió en el año 3500 a. C. aproximadamente. De ser así, al-Magar puede representar los albores de un proceso de domesticación más prolongado de lo esperado.

Asimismo, convierte a al-Magar en un lugar aun más enigmático como posible escenario de la domesticación primitiva del caballo. La prominente banda en bajorrelieve de la escultura del équido, que podría representar a un cabestro, no es única: hay otras estatuas de équidos más pequeñas en el sitio que también tienen bandas alrededor del hombro. Además, en esta pieza, que es la más grande, hay una incisión alrededor del hocico hasta la mitad de la mandíbula superior, que se parece a una muserola. ¿Estas características implican que el caballo fue arreado o representan aspectos naturales del animal en sí, como la musculatura o las marcas del pelaje? (La pregunta ha sido formulada anteriormente: en la década de 1980, algunos analistas de pinturas del Paleolítico de cavernas francesas afirmaron que ciertas marcas sobre los caballos eran de cabestros y, en consecuencia, sugerían que la domesticación en Europa se remontaba a 25,000 años antes. Las autoridades mundiales, entre ellas Olsen, desacreditaron este dato demostrando que las marcas representaban rasgos corporales y patrones del pelaje, no cabestros).

Alan Outram espera tener la oportunidad de examinar dientes de caballo que pueden ser hallados en al-Magar para ver si muestran efectos característicos de desgaste producido por bridas de cuero.

Antes del uso de metales, los cabestros, las riendas y otros arreos eran fabricados enteramente con materiales naturales y entre los hallazgos de al-Magar hay instrumentos de piedra que pudieron haber sido utilizados para producir largas correas de cuero de piel de oveja, cabra o équidos. Al-Ghabban siente una intriga particular por una piedra negra semiesférica con una grieta redondeada, de corte profundo y desgastada en forma pareja. Hay líneas extrañas marcadas a cada lado de la hendidura. "No hemos visto nada como esto antes y debemos estudiar con cuidado esta pieza y lo que nos dice sobre la curtiembre y la fabricación de sogas y cuerdas", sostiene.

Outram explica su potencial significado. "A medida que una cultura se transforma, pasando de vivir de la caza y de la recolección a realizar actividades tales como la cría de caballos, el instrumental que usan las personas cambia. Encontramos más raspadores que proyectiles en punta, así como nuevas herramientas de procesamiento", comenta, señalando herramientas similares en los sitios de Botai, como pulidores de correas de cuero esculpidos a partir de mandíbulas de caballo. Outram ha realizado simulacros en laboratorio usando herramientas recreadas a partir de mandíbulas equinas, procesando correas que podrían haber sido utilizadas como arreos o ataduras.

Joshua Franzos
Sandra Olsen (parte superior) ha encontrado la prueba firme más antigua de caballos domésticos que se conoce hasta la fecha, del año 3500 a. C. aproximadamente, en Botai, al norte de Kazajstán, donde hay restos orgánicos en sitios domésticos (arriba), que ayudan a las zonas de vegetación a crecer más verdes y exuberantes.

Los arreos hechos de materiales orgánicos rara vez sobreviven en los archivos arqueológicos, por lo que las herramientas de piedra, los petroglifos y el desgaste dental equino deben ofrecer prueba de que los équidos usaban bridas antes de la Edad de los Metales. Para establecer si las bridas blandas dejan patrones de desgaste dental y cómo se verían estos, David Anthony realizó los primeros experimentos con bridas hechas de cuero, cáñamo y cuerda de pelaje de caballo, que dejó junto a piezas similares a las mejillas del caballo fabricadas con herramientas de sílex. Cuando comparó las formaciones dentales equinas antes y después del experimento, descubrió que las bridas orgánicas crearon un desgaste biselado que, sin duda, difiere de los patrones de abrasión propios de las bridas de metal.

"La fecha en que el Equus caballus fue introducido en el norte y en el este de Arabia es discutida desde el siglo XIX", comenta Michael Macdonald, un investigador adjunto de la Facultad de Estudios Orientales de la Universidad de Oxford. En sus escritos de hace 15 años sobre el caballo en la Arabia preislámica, él explica que habrá controversia al respecto hasta que se realice una cantidad considerablemente mayor de investigaciones. "Pasarán muchos años antes de que surja un panorama coherente", dice.

Pero no hay ninguna controversia en torno al hecho de que al-Magar constituye un descubrimiento significativo. Para Khan, representa el asentamiento neolítico más antiguo que se conozca en la Península Arábiga y brinda "pruebas contundentes e irrefutables de la presencia y domesticación de caballos en Arabia". Él justifica su afirmación no sólo con las estatuas sino también con el descubrimiento, a sólo unos minutos de caminata del sitio, de petroglifos que muestran avestruces, perros y cabras monteses. Una imagen, esculpida profundamente en el interior de la roca y con una gruesa pátina de óxidos acumulados durante milenios, sugiere una figura montada sobre un animal. Khan está convencido de que representa a un jinete y a un caballo y los considera del período Neolítico, contemporáneos al arte rupestre más antiguo que él ha estudiado tan profusamente en Jubbah, cerca de Hail al norte de Arabia Saudita.

Otros se muestran discretos. Juris Zarins, arqueólogo principal de la expedición que en 1992 descubrió la ciudad "perdida" de Ubar y que trabajó en los albores de la arqueología en Arabia Saudita en la década de 1970, afirma que "no está sorprendido" por los hallazgos, dado que al-Magar pertenece a una región que es un "semillero arqueológico" y que "no está fuera de las posibilidades" de que las marcas sean las primeras señales de domesticación. "No se han hecho suficientes exploraciones en Arabia", comenta, "y nuevos descubrimientos como éste podrían cambiar las cosas". Sea cual sea la especie representada en las esculturas, él está de acuerdo en que las marcas del hocico podrían ser particularmente significativas. "En Arabia, en el período Neolítico, tenemos piedras para atar, que los arqueólogos dicen que representan los primeros intentos de domesticación. Yo pienso que se trata de un Equus asinus [asno salvaje africano]. Puede que hayan intentado hacer algo con él, centrándose en la cabeza. La domesticación más antigua que se conoce del Equus asinus en el Levante aparentemente sucedió, en líneas generales, en 3500 a. C.. Si así fuera, esto podría marcar el comienzo de un proceso de domesticación más prolongado de lo esperado".

Olsen aboga por estudios cuidadosos. La banda vertical, según ella, representa las características naturales del animal o podría incluso sugerir una lengüeta para sujetar el tallado a una pared. "¿Y dónde están las crines?", pregunta, y se explaya diciendo que esperaría que la estatua del équido mostrara dicho rasgo, ya sea en forma recta como en los caballos salvajes o en forma desordenada como en los caballos domesticados. Ella sugiere: "Lo que se necesita claramente ahora es un análisis anatómico detallado y profesional de todas las cabezas de animales para evaluar su identificación taxonómica".

Más allá de esto, en cuanto al descubrimiento de al-Magar, ella sostiene: "Es extremadamente importante para arrojar luz sobre una cultura aparentemente nueva que existía a un nivel sofisticado en una región local que no era conocida anteriormente con estas características".

Mutlaq ibn Gublan saca provecho de una vida dedicada a un ganado domesticado que naturalmente incluye a los camellos. Él bebe a sorbos su café y dice: "Cuando vi la pieza y la gran marca en ella, en lo primero que pensé fue en un buey. Pero, después, al ver su cara me di cuenta de que se trataba de un caballo. Estoy contento de que, tras los pasos de mi abuelo y su larga línea de antepasados, yo haya hallado algo del corazón de Arabia que se sumerge profundamente en nuestra historia y nos ayuda a conectarnos con el pasado." Por ahora, lo que es precisamente esa cosa será un misterio para todos.

Peter Harrigan Peter Harrigan ([email protected]), un colaborador frecuente de esta revista, es un investigador invitado del Instituto de Estudios Árabes e Islámicos de University of Exeter y coordinador editorial de cuatro libros sobre caballos árabes. Él vive en la Isla de Wight.

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