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Volumen 65, Número 3mayo/junio 2014

In This Issue

Flores del Oriente, escrito por Caroline Stone 
CAROLINE STONE
Detalle de una caja de Cachemira con narcisos pintada en estilo mogol.

Es difícil imaginar la primavera en el norte de Europa, o en gran parte de los EE. UU., sin crocos, tulipanes, narcisos, jacintos y numerosas otras flores que provienen del mundo musulmán. Es casi tan difícil como imaginar la cocina europea sin las frutas y verduras de América: papas, maíz, pimientos, tomates y calabazas, para no mencionar el chocolate, el ananá y la vainilla.

Introducidos en Europa probablemente durante el siglo XIII, los crocos de azafrán han mantenido desde hace tiempo un gran valor médico y, más importante, económico. En esta hoja, a la izquierda, se ilustran los Crocus sativus, de una versión árabe del siglo X de la obra De Materia Medica, de Dioscórides, y en esta ilustración del siglo XV, a la derecha, una mujer recoge flores de crocos para obtener el azafrán.
IZQUIERDA: BIBLIOTECA DE LA UNIVERSIDAD ESTATAL, LEIDEN / ARCHIVO DE WERNER FORMAN / BIBLIOTECA DE ARTE BRIDGEMAN; DERECHA: ÁLBUM / RECURSO DE ARTE
Introducidos en Europa probablemente durante el siglo XIII, los crocos de azafrán han mantenido desde hace tiempo un gran valor médico y, más importante, económico. En esta hoja, a la izquierda, se ilustran los Crocus sativus, de una versión árabe del siglo X de la obra De Materia Medica, de Dioscórides, y en esta ilustración del siglo XV, a la derecha, una mujer recoge flores de crocos para obtener el azafrán.

Las plantas se han movido y han sido trasladadas desde tiempos inmemoriales. Pero durante el periodo clásico griego, romano e islámico, el interés se centraba fundamentalmente en aquellas que tenían importancia económica o médica. Hasta el siglo XVI, las flores meramente decorativas eran de poca importancia, aunque se consideraba que las perfumadas daban salud y por ende se clasificaban junto con medicamentos herbarios. 

Los tratados, como De Agricultura de Cato, escrito alrededor del año 160 aec, hasta las obras sobre agricultura de los botánicos en al-Ándalus y otros lugares en el mundo musulmán de la Edad Media, tienden a concentrarse en estas categorías. Incluso Ibn Bassal, que recolectaba plantas a fines del siglo XI mientras regresaba a España del Hajj (peregrinación a La Meca), menciona pocas flores por su belleza o rareza entre más de 180 listadas en su obra Diwan al-Filaha (Libro de agricultura). Esto podría sorprendernos hoy, pues era director de los jardines botánicos reales en Toledo y posteriormente en Sevilla. 

Esta miniatura, realizada alrededor del año 1430, de un pintor de la escuela de Herat, ilustra un jardín de la nobleza donde abundan las malvarrosas, particularmente comunes en Asia Central y que llegaron al norte de Europa alrededor del siglo XIII.
SNARK / ART RESOURCE
Esta miniatura, realizada alrededor del año 1430, de un pintor de la escuela de Herat, ilustra un jardín de la nobleza donde abundan las malvarrosas, particularmente comunes en Asia Central y que llegaron al norte de Europa alrededor del siglo XIII.

La primera ola de introducción de plantas de la que existen registros por escrito tuvo lugar durante el periodo clásico. A Alejandro Magno, por ejemplo, se le adjudica el haber llevado el limón y el melocotón a Europa, como resultado de sus campañas persas en el siglo IV aec. Otras frutas cítricas eran conocidas por toda la zona del Mediterráneo, en particular la cidra y casi sin duda la naranja amarga o naranja de “Sevilla”. La agricultura decayó tras la caída del Imperio romano en el siglo V ec, y muchas plantas, entre las que se incluyen los cítricos, se introdujeron o se volvieron a introducir después de la llegada de los musulmanes a Europa en el siglo VIII.

Hubo otra ola durante las Cruzadas. Una vez más, las consideraciones prácticas parecen haber sido primordiales. El geógrafo inglés Richard Hakluyt, quien en 1580 escribió sobre el valor de la introducción de las plantas, relata cómo un peregrino, “que buscaba hacer algo bueno para su país”, arriesgó su vida por contrabandear bulbos de crocos de azafrán a Inglaterra en su bastón —un eco del relato de los monjes que supuestamente contrabandeaban capullos de gusanos de seda de China a Bizancio en el siglo VI ec.

Los crocos, que hoy tapizan los jardines del norte europeo durante la primavera, parecen haber llegado a Inglaterra a mediados del siglo XIII. Su nombre proviene del arameo kurkama y son plantas nativas del Mediterráneo y Eurasia. 

Casi sin duda el Crocus sativus fue domesticado en Creta, donde ha sido cultivado por el azafrán durante más de 3.000 años. El azafrán era tan valioso como especia, medicina y tinte que las reglas contra la adulteración aparecen en prácticamente cada código que trataba el control de calidad. El significado del croco no radica en su belleza sino en el valor como cultivo comercial.

Otra planta que parece haber llegado a Inglaterra a mediados del siglo XIII es la malvarrosa. Sinónimo por mucho tiempo de los tradicionales jardines de las casas de campo, la malvarrosa es nativa de Eurasia. Numerosas especies provienen de Asia Central y cubren los fondos de muchas pinturas en miniatura, en particular las de la escuela de Herat de mediados del siglo XV. (Consulte la ilustración, en la parte superior.) Se cree que su nombre en inglés, hollyhock, deriva de “Holy Hoc” o “holy mallow” (malva santa) porque provenía de Palestina. Como muchas de las plantas de la familia, entre las que se incluye el malvavisco y la popular verdura egipcia y tunecina mulukhiyya, se creía que la malvarrosa tenía propiedades medicinales y tal vez por eso se introdujo.

LA ÚLTIMA ÉPOCA GLACIAL REDUJO MUCHÍSIMO LA FLORA DE GRAN PARTE DEL NORTE DE EUROPA Y SE QUEDARON SORPRENDIDOS E IMPRESIONADOS LOS VIAJEROS DE AQUELLAS TIERRAS QUE ESTUVIERON EN CONTACTO CON LA FLORA INFINITAMENTE MÁS ABUNDANTE DE EURASIA.Inglaterra tenía su propia rosa —la Rosa canina— cuando en el siglo XIII llegó a sus costas la bella y muy aromática rosa damascena, probablemente de Siria, donde había sido un importante cultivo comercial durante siglos. El naturalista sirio al-Dimashqi, en un ensayo que data alrededor del año 1300, la analiza en términos meramente económicos como el ingrediente fundamental para hacer “la celebrada agua de rosas de Damasco”.

Fueron los horticultores del Extremo Oriente quienes habían practicado por mucho tiempo la selección dirigida para aumentar las variedades de las plantas decorativas. Su actitud parece haberse permeado hacia occidente, tanto hacia el mundo musulmán como a Europa, hacia aproximadamente el año 1500. Babur, fundador a principios del siglo XVI del Imperio mogol en India y amante apasionado de la naturaleza y creador de jardines, adoraba los tulipanes. Escribió en el año 1504 o 1505 sobre la región de Kabul— ubicada dentro del centro de diversidad del género del tulipán:

Un estilizado tulipán adorna una baldosa en la mezquita Rüstem Pasha de Estambul, completada en 1563. Aunque muchas especies tienen su origen en Asia Central, el tulipán se convirtió en una de las flores y motivos artísticos más populares de la Turquía otomana.
Biblioteca de arte bridgeman
Un estilizado tulipán adorna una baldosa en la mezquita Rüstem Pasha de Estambul, completada en 1563. Aunque muchas especies tienen su origen en Asia Central, el tulipán se convirtió en una de las flores y motivos artísticos más populares de la Turquía otomana.

Estas laderas están cubiertas por tulipanes de gran cantidad de colores; una vez los conté; resultaron ser de 32 o 33 clases distintas. A uno lo llamamos “Fragante a rosa”, porque su perfume es muy parecido al de la rosa roja; se cultiva por sí solo en la llanura de Shaikh aquí, pero en ningún otro lugar. El tulipán de cien hojas es distinto; este se cultiva, también por su cuenta, en la desembocadura de los estrechos de Ghur-bund, en la falda de la montaña de Parwan.

Posteriormente, Babur intentaría introducir en la India numerosas plantas de su Uzbekistán natal y de Cachemira. Algunas de esas plantas aparecen en las miniaturas mogol y también se convirtieron en motivos decorativos de bordados, textiles, alfombras y muebles, así como en labrados e incrustaciones.

La pasión por los tulipanes en sus numerosas variedades se extendió hacia el oeste a través de Irán y el Imperio otomano, que experimentó un periodo de intenso interés por las flores y jardines durante el siglo XVI. Los favoritos eran los tulipanes, jacintos, rosas y claveles junto con el narciso y las flores de los árboles. Los tulipanes fueron representados una y otra vez, en incontables baldosas, en las famosas cerámicas de Iznik, en las pinturas decorativas en palacios, en las cubiertas laqueadas de los manuscritos y en los textiles, desde terciopelos de seda hasta bufandas musulmanas bordadas. Incluso hay tulipanes todo a lo largo del camino hacia el minarete de una mezquita del siglo XVIII recientemente restaurada en la cima del Lâle Devri (Periodo del Tulipán) en Durrës, Albania. 

Creada en la década de 1630 para el príncipe mogol Dara Shikoh, este folio muestra con elegancia varias flores de Asia Central y Cachemira que también fueron llevadas a Europa: rosas, iris, espuelas de caballeros y lo que podrían haber sido caléndulas asiáticas. 
La biblioteca británica
Creada en la década de 1630 para el príncipe mogol Dara Shikoh, este folio muestra con elegancia varias flores de Asia Central y Cachemira que también fueron llevadas a Europa: rosas, iris, espuelas de caballeros y lo que podrían haber sido caléndulas asiáticas. 

En el siglo XVII, el viajero otomano Evliya Çelebi describe el gremio de los jardineros en Turquía y hace numerosas menciones de las flores y sus usos. Las perfumadas, por ejemplo, se llevaban a las mezquitas, y enormes bandejas de ellas acompañaron a la procesión cuando la caravana del Hajj hacia La Meca partió desde Estambul. Describe también los jardines de Edirne en el palacio de Solimán el Magnífico: Estos “no pueden ser igualados por ningún otro jardín en la tierra, ni siquiera por aquellos de la ciudad imperial de Viena en las tierras de los germanos”. Su lista de flores incluye el “jacinto chino”. 

Aunque la mayor migración de flores desde China hacia occidente no comenzó sino hasta mediados del siglo XVIII, un tratado titulado Tuhfe-i Çerağan (La excelencia de los festivales), escrito a principios del siglo XVIII durante el reinado del sultán Ahmed III, da una idea de cómo los festivales nocturnos para ver las flores con linternas llegaron de China con el regreso de las embajadas.

Por encima de todo, sin embargo, la información de las diversas flores viene de tratados bellamente ilustrados, algunos de cuyos más finos ejemplares se conservan en la biblioteca del palacio Topkapı en Estambul. La obra Sümbülname (Libro de los jacintos), que data de aproximadamente 1736, ilustra 42 variedades (irónicamente, al juzgar por sus nombres, uno o dos regresaron al mundo otomano desde Holanda). Otros álbumes dan información detallada de la procedencia de las flores, su cultivo y con frecuencia contienen notas sobre los principales cultivadores y recolectores de plantas, así como los nombres de los bulbos famosos y sus propietarios, e incluso de los precios. 

“El narciso provino de Argelia. Quién lo sembró primero aquí fue Ahmed Çelebi”, escribe Abdullah Efendi en Sükûfenamesi, un tratado del siglo XVII sobre los narcisos. Luego prosigue con la descripción de las variedades y sus cultivos, e ilustra docenas de ellas. Esto contrasta con los escritores anteriores, que ofrecían una información más escueta. Por ejemplo, el viajero persa Nasr-i Khusraw relata su recorrido por la costa desde Hama hasta Damasco en 1047: “llegamos a una planicie donde todo estaba cubierto con narcisos en flor y por ello la planicie entera lucía blanca”, sin embargo, no da mayores detalles. Además Ibn Bassal solo menciona el “narciso blanco”, el “narciso amarillo” y el “junquillo” en España, aunque se trataba de un centro de diversidad de los narcisos.

“HABÍA ALGUNOS QUE TENÍAN FLORES IMPORTADAS CON LA MAYOR DIFICULTAD DE LA INDIA, DEL MAGREB Y DE ARGELIA, Y DESDE DISTANTES PAÍSES EUROPEOS, Y QUE HABÍAN DEDICADO TODO SU TIEMPO A REPRODUCIR Y CULTIVAR FLORES… [E]N ALGUNOS RELATOS ESTÁ REGISTRADO QUE LA CANTIDAD DE VARIEDADES Y TIPOS DE TULIPANES LLEGÓ A 481, DE LOS CUALES 149 ERAN SOLO DE CRETA Y DE CHIPRE”.–Abdülaziz Bey, c. 1900, citado en Nurhan Atasoy, Un jardín para el sultán, 2002Inglaterra tiene su propio narciso salvaje el (Narcissus pseudonarcissus), el cual se hizo famoso por Wordsworth, pero para el siglo XVI, los jardineros ya buscaban nuevas variedades. John Tradescant, un destacado horticultor, escribe en una de sus listas de plantas:

Recibido en el año 1630 de partes extranjeras. Desde Constantinopla, Sir Peter Wyche [el embajador británico]:

….Sobre el narciso

Sobre el ciclamen

4 ranunculus

Tulipán caffa

Tulipán persa

4 clases de anémonas….

La popularidad de los tulipanes, tanto como flores como motivos, se extendió hacia occidente y hacia el norte de Turquía. En Durrës, Albania, este minarete del siglo XVIII está adornado con tulipanes. 
Caroline Stone
La popularidad de los tulipanes, tanto como flores como motivos, se extendió hacia occidente y hacia el norte de Turquía. En Durrës, Albania, este minarete del siglo XVIII está adornado con tulipanes. 

Dos años después, recibió jacintos, tulipanes y numerosas clases de narcisos, incluso el “Narcissus Constantinopolis”, que probablemente era el Narcissus tazetta, la variedad admirada por Nasir-i Khusraw.

Hay libros sobre claveles y otras flores, pero las rosas y, por supuesto, los tulipanes, son los más populares de lejos. De acuerdo con un tratado del siglo XVIII, fue Ebüssuud Efendi, el juez presidente bajo Solimán el Magnífico, el responsable de la popularización de los tulipanes. Por ejemplo, cuando le regalaron un tulipán blanco —probablemente una mutación espontánea que se descubrió creciendo de forma silvestre en la región de Bolu en Turquía— lo reprodujo en su jardín. 

Otro Sükûfenamesi, por Fenni Çelebi, brinda amplia información sobre los “Tulipanes de Creta” recogidos y reproducidos por Mehmed Aga, quizás para pasar el tiempo durante los 21 años que duró el asedio de Candia (Heraclión) en Creta —el asedio más prolongados de la historia. La ciudad gobernada por Venecia cayó finalmente ante los soldados otomanos en 1669, después de lo cual logró llevar de regreso sin problemas su colección de flores a Estambul.

Para el siglo XVI, la pasión por las nuevas y exóticas variedades de flora se había arraigado firmemente en Europa, por lo que flores como los tulipanes eran buscadas con fervor más por su estética que por sus cualidades prácticas. 

Una ilustración de la obra alemana del siglo XVII Album Amicorum (Álbum de la amistad) muestra numerosas flores provenientes de Oriente, tales como tulipanes, iris, anémonas, una fritillaria, gladiolos silvestres, etc. 
Imágenes de Christie's / Biblioteca de arte bridgeman
Una ilustración de la obra alemana del siglo XVII Album Amicorum (Álbum de la amistad) muestra numerosas flores provenientes de Oriente, tales como tulipanes, iris, anémonas, una fritillaria, gladiolos silvestres, etc. 

Hay algunos debates acerca de cómo los tulipanes llegaron a tener este nombre y cómo llegaron a Europa. En 1546, el naturalista francés Pierre Belon partió en una expedición científica por Grecia, Asia Menor, Egipto, Siria y Palestina. Publicó sus Observaciones en 1553. Comenta que la moda de los turcos era llevar tulipanes en los turbantes, o tülbend, a los que los propios tulipanes se parecían vagamente. Puesto que la palabra turca para tulipán es lâle, se ha sugerido que la palabra moderna es el resultado de confundir el tocado de la cabeza con la flor. 

No hay pruebas, sin embargo, de que Belon haya enviado bulbos de tulipanes a su patria. Una teoría plausible es que el diplomático austriaco Ogier Ghislain de Busbecq le dio algunos a su amigo Carolus Clusius, un botánico flamenco a cargo del jardín médico imperial en Viena. De Busbecq era embajador de la corte de Solimán el Magnífico y, entre 1554 y 1562, pasaba una parte de cada año en Estambul. Además de los tulipanes, se le atribuye haber enviado a su tierra numerosos otros bulbos y plantas, entre ellos lilas, el muscari o nazareno, y el plátano, a sus amigos en Viena y a otras partes. Posteriormente para su profesión, Clusius se trasladó a Leiden, donde fundó uno de los primeros jardines botánicos académicos de Europa. A partir de estas transmisiones brotó el extraordinario fenómeno de la “tulipomanía” en Holanda en la década de 1630 y la industria de exportación multimillonaria de nuestra era.

Esta miniatura muestra a europeos cenando en un jardín con dos turcos. Una ocasión así podría haber conducido a un regalo de flores, semillas o bulbos o un consejo sobre dónde se podrían adquirir.
Museo de arte walters
Esta miniatura muestra a europeos cenando en un jardín con dos turcos. Una ocasión así podría haber conducido a un regalo de flores, semillas o bulbos o un consejo sobre dónde se podrían adquirir.

La demanda masiva de bulbos no era nueva, realmente. En Un jardín para el sultán (A Garden for the Sultan) de 2002, Nurhan Atasoy cita libros contables de Topkapı que mostraban, por ejemplo, que en 1592 hubo una solicitud urgente de 50.000 jacintos blancos y 50.000 azules de las pasturas de verano en Maraş, en la región centro sur de Turquía. 

Diplomáticos y mercaderes tuvieron un importante papel en la transmisión de las flores de jardín de vuelta a Europa. Ellos estaban en contacto con las personas que coleccionaban plantas, que tenían jardines y que también sabrían dónde obtener especímenes. Clusius menciona que vio la primera scilla (Scilla siberica) en flor en Viena en 1575, cultivada de bulbos que le habían sido entregados por un miembro de la delegación imperial a la Sublime Puerta. Hoy, la scilla ofrece una brillante alfombra azul en los jardines del norte a principios de la primavera.

No está claro si las lilas son nativas de Europa occidental pero la azucena (Lilium candidum), que se originó en los Balcanes y en Asia occidental, sin duda estaba presente ya en la era clásica. Tal como el nombre lo indica, llegó a tener una gran importancia simbólica por su asociación con la pureza y la virtud. 

Otras variedades de lirios vinieron por la ruta desde Constantinopla. La espectacular corona imperial (Fritillaria imperialis) es nativa de la región que se extiende de Kurdistán hasta las laderas del Himalaya, donde se usaba la versión roja como tinte. Es el tema de numerosas leyendas y un motivo común en miniaturas y bordados. Clusius recibió bulbos enviados del Imperio otomano a Viena en 1576, y cuanto antes se convirtió en una planta que todo jardín elegante debía tener, aunque hoy sea relativamente poco cultivada. La variante amarilla (lutea) se menciona por primera vez en 1665.  

Otra introducción del siglo XVI, quizás a lo largo de la misma ruta, el lirio llorón turco (Lilium martagon). Crece por toda Eurasia, pero existe el debate acerca de ser nativo también de ciertas regiones de Europa. La palabra martagan, significa en turco un pequeño turbante firmemente enrollado, lo que sugiere que independientemente de donde pueda cultivarse, llegó a Europa procedente del mundo otomano. Aparece en inglés en el siglo XVI y aparentemente se menciona como cultivándose en Bergen, Noruega, para 1597, lo que da una idea de cuán rápidamente se difundieron las plantas de moda.

“REALMENTE DESEO CON ANSIAS LLEVAR DE VUELTA ALGO FINO, PORQUE ES OBLIGACIÓN DE TODOS ENRIQUECER SU TIERRA NATAL CUANDO SE PUEDA CON BELLOS OBJETOS DEL EXTRANJERO. ENTRE OTRAS COSAS, PIENSO QUE SERÍA POSIBLE PARA MÍ ENCONTRAR ALGO NUEVO EN LA FORMA DE FLORES, PORQUE AQUÍ HAY MUCHAS Y HAY UN GRAN INTERÉS POR ELLAS.” –Pietro della Valle en Estambul, 27 de junio de 1615La lila (Syringa vulgaris), otro importante símbolo de la primavera en Europa del este, es oriunda de los Balcanes pero a raíz de motivos religiosos y divisiones políticas, llegó a Europa occidental a partir de los jardines de Constantinopla desde dos direcciones: De Busbecq la llevó a Viena, en tanto que el embajador veneciano la introdujo en Italia. 

Sir Thomas Roe, embajador inglés ante las cortes mogol y otomanas a principios del siglo XVII, envió a su país plantas a solicitud de John Tradescant, jefe de jardineros de varios miembros de la nobleza, entre ellos George Villiers, el Duque de Buckingham y el Rey Carlos I.

Este fue un período marcado por una gran competencia para producir los mejores jardines con las plantas más inusuales. Buckingham le pidió a los mercaderes en el Levant que le enviaran cualquier flor exótica e inusual que pudieran adquirir. No sorprende, por tanto, que enviaron a Tradescant fuera en misiones a Holanda, donde le dieran a conocer numeras plantas provenientes del Medio Oriente. También fue en expedición a Rusia, de donde trajo nuevas especies, incluyendo el alerce y un tipo de clavelina que aparentemente era muy perfumada (desafortunadamente, Tradescant no podía dar fe de ello: carecía del sentido del olfato.) 

Las clavelinas tuvieron una importancia histórica en Europa y aparecen en numerosas pinturas y en los bordes de manuscritos, pero siempre como pequeñas flores planas de cinco pétalos. Los claveles ornamentados generosamente y adorados por los otomanos eran claramente diferentes y casi sin duda cultivados, probablemente como híbridos de la flor mediterránea Dianthus caryophyllus, pues no existen progenitores silvestres. Estas clavelinas llegaron a Inglaterra desde Constantinopla a mediados del siglo XVI y parecen haber sido con dobles flores, escarlatas y con el aroma característico a clavo. 

Este álbum ilustrado de poesía persa data de principios del siglo XVIII y este folio muestra unas rosas de Damasco colocadas entre un ramillete de flores de árboles, violetas y una scilla.
Colección privada / Caroline Stone
Este álbum ilustrado de poesía persa data de principios del siglo XVIII y este folio muestra unas rosas de Damasco colocadas entre un ramillete de flores de árboles, violetas y una scilla.

La reproducción selectiva del clavel comenzó al mismo tiempo en los jardines otomanos y en Occidente. Para principios de 1600 había docenas de variedades —una lista inglesa menciona 63 y el tratado turco Karanfil Risalesi (Tratado de claveles) ilustra algunos que serían los antepasados del clavel moderno, hoy en día quizás la flor más vendida del mundo. 

Para aprovechar la oportunidad de continuar sus viajes, en 1620 Tradescant se presentó como voluntario para una expedición contra los corsarios de Argel. La expedición no fue un éxito pero él logró llegar a la costa cerca de Tetuán, Marruecos, y escribió “que él vio muchas acres de tierra en Berbería repletas de gladiolos”. Incluso a fines del siglo XX, los campos de Gladiolus byzantinus de brillante color púrpura siguen siendo una vista espectacular en África Septentrional.

La familia de los gladiolos crece en abundancia al sur del Sahara pero estas especies, que se adaptaron bien al norte, pronto se volvieron populares y son el ancestro del gladiolo de jardín que conocemos hoy. Es sorprendente, no parece haber llamado la atención entre los jardineros y artistas del mundo islámico, quizás porque no lo asociaban con jardines sino con la agricultura: ¡como una mata! Otro botín de esta expedición es el “damasco de Argel”, una variedad superior a la que se conocía en Inglaterra en aquella época, y la granada silvestre (la cultivada ya era conocida) de "un excelente color carmesí brillante, con tendencia a sedoso clavel”, escribe Tradescant.

Durante gran parte de este tiempo, todas estas plantas de Oriente también se trasladaban mucho más lejos en Occidente, transportadas por emprendedores horticultores a través del Atlántico, hacia el norte y el sur de América, y con frecuencia se naturalizaron allí. Para mediados del siglo XVIII, las flores que habían sido el orgullo de los jardines de Constantinopla, Alepo, Viena y Leiden estaban convirtiéndose en normales en Alexandria, Virginia y una corta distancia, Georgetown.

Caroline Stone Caroline Stone (stonelunde@hotmail.com) divide su tiempo entre Cambridge y Sevilla. Su último libro, Ibn Fadlan and the Land of Darkness, traducido junto con Paul Lunde de los relatos del árabe medieval sobre las tierras en el Norte Lejano, fue publicado en 2011 por Penguin Classics.

 

Introducidos en Europa probablemente durante el siglo XIII, los crocos de azafrán han mantenido desde hace tiempo un gran valor médico y, más importante, económico. En esta hoja, a la izquierda, se ilustran los Crocus sativus, de una versión árabe del siglo X de la obra De Materia Medica, de Dioscórides, y en esta ilustración del siglo XV, a la derecha, una mujer recoge flores de crocos para obtener el azafrán. Introducidos en Europa probablemente durante el siglo XIII, los crocos de azafrán han mantenido desde hace tiempo un gran valor médico y, más importante, económico. En esta hoja, a la izquierda, se ilustran los Crocus sativus, de una versión árabe del siglo X de la obra De Materia Medica, de Dioscórides, y en esta ilustración del siglo XV, a la derecha, una mujer recoge flores de crocos para obtener el azafrán.

This article appeared on page 38 of the print edition of Saudi Aramco World.

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