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Volumen 65, Número 4julio/agosto 2014

In This Issue

El príncipe renacentista del Líbano // Escrito por Ted Gorton. Este grabado de 1787 es el único retrato conocido del emir Fakhr al-Din Ma’n que parece tener semejanza con descripciones escritas de su persona.
Giovanni Mariti, istoria di faccardino, grand-emir dei drusi (portada).
Este grabado de 1787 es el único retrato conocido del emir Fakhr al-Din Ma’n que parece tener semejanza con descripciones escritas de su persona.

Como todos los países, el Líbano tiene historias nacionales acerca de sus orígenes. Entre ellas, la del emir (príncipe) Fakhr al-Din Ma'n es al mismo tiempo colorida y controvertida. Nació en 1572 y fue ejecutado por traición en 1635. Para varias generaciones de niños en la escuela, es un “padre de la patria”, y un escritor (Aziz al-Ahdab) hasta lo considera el “fundador del estado del Líbano moderno”, mientras que en épocas más recientes, el historiador Kamal Salibi lo rebajó a la calidad de mero “hombre fuerte” cuyas contribuciones al estado moderno fueron secundarias a sus intereses dinásticos. Pero ambas visiones minimizan la importancia de sus viajes al Occidente en una época en que contados árabes lo hacían, aun si fueron forzados por las circunstancias. 

Su adolescencia fue marcada por un trauma: en 1585, a los 13 años de edad, el gobernador otomano de Egipto Ibrahim Pasha dirigió un ejército a las montañas Chouf al sur del Líbano, donde sus antepasados de la casa drusa de Ma'n gobernaban desde antes de la conquista otomana de Siria, en 1516. Las órdenes de Ibrahim eran castigar a los rebeldes frecuentes drusos, quienes para esa época desafiaban al dominio otomano. El padre de Fakhr al-Din, el emir Qurqmaz, resultó muerto al igual que centenares de otras personas. El muchacho se convirtió súbitamente en heredero y líder de un reino devastado, rodeado de hostilidad. 

Contra lo esperado y con la ayuda de su madre y su hermano menor Yunus, restableció gradualmente el poder de su familia mediante el comercio, la guerra, matrimonios, tributos y otros medios. Para la época en que era un adulto joven, los Ma'n habían logrado reafirmar su control desde el este de Beirut hasta Palmira y hacia el sur, hasta Galilea.

Durante estos años, Inglaterra, Francia y España, al igual que los principados de los Países Bajos, Génova, Venecia y la Toscana competían por el comercio del Mediterráneo oriental, mientras que los Ma'n y otros competían entre sí y con sus gobernantes otomanos. Fue este entramado de competencias lo que llevó a Fernando I de Médici, gran duque de Toscana, a firmar un tratado con Fakhr al-Din en 1608. Para la Toscana, robusteció su posición ante los rivales de Venecia y Génova, y para Fakhr al-Din, fortaleció su posición ante Estambul, que había otorgado a los franceses concesiones que les daban derechos exclusivos para comerciar en los puertos otomanos. Plenamente consciente del potencial de provocar irritación que tenía el tratado, incluyó una provisión que aseguraba a Fakhr al-Din asilo en casa de los Médici en caso de que Estambul se opusiera con mucha fuerza.

Mapa de Francia

En 1610 el académico de Oxford George Sandys visitó el Líbano y redactó la primera descripción personal conocida de Fakhr al-Din, cuyas fortunas iban en ascenso: 

“Pequeño en estatura pero gigante en valentía y logros; alrededor de 40 años de edad (tenía 38); es sutil como un zorro y no tiene inclinación alguna a ser tirano. Nunca inicia una batalla ni ejecuta ningún diseño notable sin el consentimiento de su madre”. 

Otras fuentes de su época también lo describen como bajo y fornido, fuerte, alegre y noble pero humilde, con ojos claros y brillantes, una nariz chata (o al menos no aguileña) y de tez morena; un experto ajedrecista y gran jinete, interesado en la botánica y en la astronomía. (Era tan bajo que sus enemigos acérrimos en Trípoli, los Sayfas, bromeaban que “un huevo podría caer de su bolsillo sin romperse”). Fakhr al-Din era además descrito unánimemente como intrépido en la batalla, generoso con todos y misericordioso con los enemigos derrotados; sincero en la amistad, popular entre la gente común, gobernante justo pero implacable y hasta severo al impartir justicia. 

Tres años después de la visita de Sandys, Fakhr al-Din provocó demasiado a Estambul. Su hijo Alí derrotó en Muzayrib a los Jenízaros, una tropa de élites con base en Damasco, cerca de la frontera actual entre Siria y Jordania. Esto indicó una expansión inaceptable de la influencia Ma'n para los otomanos. Al mismo tiempo, una pausa en los conflictos con Persia le permitió al sultán despachar un ejército para tomar represalias, y tal vez hacer algo más. 

Con el recuerdo de la expedición punitiva que mató a su padre en 1585, Fakhr al-Din reunió un consejo en Sidón a mediados de septiembre de 1613: la alternativa era pelear hasta la muerte casi segura o huir, con la esperanza de que la Toscana honraría los términos del tratado de hace cinco años. Justo antes de que el ejército otomano los cercara, Fakhr al-Din y alrededor de cien seguidores abordaron tres barcos: uno holandés y dos franceses. Los compañeros que eligió formaban un grupo mixto notable de esa época: drusos, musulmanes suníes (entre ellos su principal consejero, Hajj Kiwan), cristianos maronitas y dos judíos (incluso Isaac Caro, su amigo y secretario). También iban a bordo su esposa Khasikiya y su hija pequeña.

Su destino: Livorno, el principal puerto del Gran Ducado de Toscana, en el lado noroeste de la península itálica. Fernando I había muerto un año después del tratado y fue sucedido por su hijo Cósimo II

Aunque había fallecido un año después de firmar el tratado con Fakhr al-Din en 1608, el gran duque de Toscana, Fernando I de Médici, siempre vio al emir como un aliado en el comercio marítimo para esquivar a Turquía. 
Imágenes de bridgeman (detalle)
Aunque había fallecido un año después de firmar el tratado con Fakhr al-Din en 1608, el gran duque de Toscana, Fernando I de Médici, siempre vio al emir como un aliado en el comercio marítimo para esquivar a Turquía. 

El viaje tomó más de cincuenta días por atravesar tormentas peligrosas que causaron que los barcos franceses llegaran tres días más tarde que Fakhr al-Din, y por asedios de piratas que los tripulantes disuadieron con amenazas de “cañonazos y pelea”. 

Cuando Fakhr al-Din llegó, el gran duque Cósimo II de 23 años estaba en Florencia, donde asistía a una de las primeras representaciones de lo que hoy llamamos ópera. Afortunadamente su madre, la viuda de Fernando, la archiduquesa Cristina de Lorena, estaba ahí. Unos días más tarde, Fakhr al-Din y su séquito tuvieron una recepción real en el Palacio Pitti, ofrecida por la archiduquesa en su condición de “la amada esposa de mi difunto marido”. 

Y de esta manera comenzó una extraordinaria estancia de cinco años de duración. Los Médici estaban felices de hospedar a un exiliado que ofrecía un futuro de mercados lucrativos si su restitución al poder se pudiese concretar. De esta manera Fakhr al-Din y sus compañeros estaban entre los muy pocos no cristianos del Imperio Otomano que residían voluntariamente en las tierras cristianas de Europa. Lo poco frecuente de estos contactos era un producto de la época, ya que el Levante controlado por los otomanos tendía a ser más hospitalario con los viajeros, comerciantes y peregrinos cristianos de lo que era Europa con los musulmanes y los árabes.

Mucho de lo que sabemos de este tramo de la vida de Fakhr al-Din proviene de la crónica de Ahmad al-Khalidi al-Safadi, quien pudo haber acompañado al emir durante su exilio, o más probablemente, tomó sus dictados después de su regreso a Chouf en 1618. Es una visión única de la Europa renacentista a través de la mirada de un levantino, una mezcla de observación práctica y social: 

“Nos dijeron que la renta diaria del duque eran ochenta mil scudi, pero otros decían que esos eran los ingresos brutos de su país y que no todo le pertenecía. También oímos que tenía ingresos anuales de (un millón de piastras de oro). Aparentemente su dinastía no es muy antigua, se remonta a alrededor de un siglo antes del año 900 de la migración (octubre de 1494; la República Florentina se fundó en 1532). Los miembros de su familia eran originalmente médicos ('Médici' significa 'doctores'...)”.

“En las alturas de Florencia, el duque tiene una imponente y vasta villa rodeada de jardines y agua... Hay cañerías de agua de hierro enterradas en lugares debajo del jardín, y cuando desean hacerle una broma a alguien que entra, abren el agua súbitamente de manera que lo rocía de arriba abajo... El propósito de construir esos palacios con sus jardines es tener diferentes lugares para pasar temporadas de unos tres meses junto con sus familias. Así, pasan los tres meses de invierno en la costa y los tres meses de verano en las montañas; los tres meses de primavera los pasan entre un lugar y otro, donde sea buena la caza y lo mismo sucede durante el otoño”.

“Sus dominios son ordenados, prósperos y disciplinados; el título Gran Duca significa en árabe el 'Gran Emir' o 'Príncipe' porque en la tierra de los cristianos hay muchos principados. Se dice que este duque es el más grande de todos, ya que todos los reyes y sultanes de las tierras cristianas le escriben y le demuestran el respeto debido”. 

Ciertamente, había suficiente tiempo para divertirse como para hacer negocio. Al-Safadi describía a Florencia en la víspera del Carnaval, en 1614, de esta manera: 

“En esa época comenzó la fiesta de Carnaval, que cae justo antes de su largo período de ayuno (la Cuaresma). Lo celebran con una variedad de juegos y entretenimientos, cubriendo sus rostros con máscaras teñidas de diferentes colores. Rellenan huevos previamente vaciados con agua de rosas si son ricos, o con agua pura si no lo son, y se los arrojan los unos a los otros; los adultos lo hacen entre sí y hasta con las damas. Sujetan un casco a un poste; los jinetes galopan a toda velocidad y lo golpean con una lanza que sostienen desde abajo ya que tiene un banderín en el extremo, que no tiene una punta afilada sino un trozo de plomo que se usa para marcar el lugar del impacto sobre el casco. El jinete hábil que golpea el casco en el sitio de los ojos se lleva el premio...” 

“Por la noche tienen otros juegos y bailes para hombres y mujeres juntos en una gran sala, con la pared más lejana decorada con tapices de paisajes que se ven como muy lejos, con el cielo rojo como al atardecer y figuras que lo atraviesan como si fueran ángeles. En el suelo hay rodillos debajo de telas de color azul que se mueven hacia arriba y hacia abajo e imitan las olas del mar, mientras un esquife navega rápidamente a través de él; unos quince jóvenes bien parecidos saltan de él y bailan y recitan parlamentos...” 

Esta vista del muelle de Livorno, el principal puerto de Toscana, se pintó unas décadas después del exilio de Fakhr al-Din.
Abraham Storck / galería Rafael Valls / imágenes bridgeman
Esta vista del muelle de Livorno, el principal puerto de Toscana, se pintó unas décadas después del exilio de Fakhr al-Din.

Los registros de los Médici acerca del emir no son tan vívidos, aunque el agente de Médici que recibió a Fakhr al-Din para una visita en Pisa dijo que había sido “extremadamente curioso acerca de todas las costumbres y prácticas de la cristiandad”. Como una tarea diaria, Fakhr al-Din trató de suscitar apoyo en Europa para su regreso al poder, yendo a tales extremos como proponer una invasión a Levante, con él a la cabeza de un ejército que contara con el respaldo naval y apoyo logístico de Europa. Las reuniones con el gran duque, el embajador francés e incluso con el papa Paulo V Borghese incluían a los traductores de los Médici. El premio político más seductor de todos para sus aliados cristianos hubiera sido nada menos que la recuperación de Jerusalén del control otomano. Pero él estaba atrasado por lo menos un siglo: el entusiasmo europeo por las Cruzadas dio lugar al comercio y a las tensiones que causarían la Guerra de los Treinta Años.

Después de dos años en la Toscana, aceptó una invitación del virrey español de Sicilia, el duque de Osuna, para visitar Mesina. Al igual que los Médici, Osuna tenía la esperanza de que el emir sería útil para impulsar sus ambiciones comerciales en el Levante; a su vez, el príncipe esperaba que los españoles fuesen más eficaces que los Médici en asegurar su regreso al poder. Un año más tarde, Osuna fue designado virrey de Nápoles; nuevamente Fakhr al-Din y su corte lo siguieron a todas partes, imposibilitados de volver a casa mientras que sus enemigos dominaban Estambul. Permaneció allí gran parte de los dos largos años siguientes, soñando y presionando por una gran invasión que lo llevaría a ocupar el trono de Siria. 

Se volvió nostálgico, especialmente de su anciana madre, quien junto con su hermano Yunus habían logrado administrar con éxito la zona de su casa y proteger a la familia Ma'n y a sus seguidores de las represalias.  

Izquierda: Cósimo II de Médici tenía 18 años cuando sucedió a su padre como gran duque; su tutor era Galileo (quien posteriormente, al igual que Fakhr al-Din, recibió refugio en la casa de los Médici). Derecha: Cósimo II aparece en el centro entre su esposa, María Magdalena de Austria, y su hijo Fernando II.  
Izquierda: Jacopo Da Empoli / palacio comunal / imágenes bridgeman (detalle); derecha: Justus Sustermans / galería Uffizi / imágenes bridgeman (detalle)
Izquierda: Cósimo II de Médici tenía 18 años cuando sucedió a su padre como gran duque; su tutor era Galileo (quien posteriormente, al igual que Fakhr al-Din, recibió refugio en la casa de los Médici). Derecha: Cósimo II aparece en el centro entre su esposa, María Magdalena de Austria, y su hijo Fernando II.  

A fines de 1618 su suerte volvió a brillar debido a la ejecución de su peor enemigo, el gran visir Nasuh Pasha, a lo que siguió una carta de Alí Pasha, un antiguo aliado personal y una gran estrella, quien un año más tarde se convirtió en gran visir. Alí invitó al emir a regresar para recibir el título de gobernador de Sidón, Beirut y Jubeil. Fakhr al-Din se preparó para partir de inmediato, según lo relata al-Safadi: 

Algunos consejeros del duque le dijeron que no era conveniente dejar que Ibn Ma'n regresara a su país, después de haber observado y aprendido tanto acerca de las tierras cristianas. El duque dudó en proporcionar al barco el permiso escrito para partir, ya que era costumbre que ningún barco podía salir sin permiso.

Toda la familia del emir y sus seguidores con sus posesiones estaban a bordo del barco y esta situación se prolongó durante ocho días. Finalmente el príncipe invitó al intérprete del duque, un tal Carlo, a subir al barco. Mientras que Carlo se encontraba a bordo, el emir hizo traer un barril de pólvora que había comprado, sobre el que sentó a su esposa, y le dijo al intérprete: “Si el duque nos obliga a desembarcar, lo que significa que no tendremos ninguna esperanza de volver a casa con nuestras mujeres y niños, si la decisión del duque nos causa desesperación, prenderemos fuego a la pólvora y nos volaremos en pedazos, con mujeres y niños y todo”. El emir después bajó a tierra y le dijo al duque su última palabra: “Fue con su permiso que embarcamos en este barco, junto con nuestras familias y posesiones. Hace ya ocho días que estamos ahí, sufriendo el calor en la temporada de ayuno del ramadán. ¡Exijo un permiso para partir!” Cuando la esposa del duque oyó esto, le dijo a su marido: 'Cuando les diste permiso de embarcar, les diste tu palabra; les debes dar permiso para partir junto con sus familias, que ya se encuentran a bordo del barco”. El duque dijo: “Muy bien, vuelva mañana y recibirá el permiso...” El emir volvió a ver al duque para agradecerle antes de partir, lo que hicieron en medio del ramadán, en el año mil veintisiete de la migración (6 de septiembre de 1618)”. 

En Italia, Fakhr al-Din intentó por todos los medios obtener un respaldo para su regreso al poder, e incluso llegó a proponer la invasión, por parte de los países europeos, de la zona del Levante dominada por los otomanos.Fakhr al-Din dedicó la década siguiente a su regreso a consolidar el poder de los Ma'n, construyendo y reparando las estructuras defensivas y civiles y trabajando para el crecimiento económico de su reino, que para el año 1625 incluía la mayor parte del Levante fuera de Anatolia, las ciudades de Alepo y Damasco, y la costa desde Beirut hasta Gaza. Había aprendido italiano y utilizó ese conocimiento para traducir tratados de botánica, que era uno de sus pasatiempos.

A medida que creció el comercio, a pesar del monopolio oficial otorgado por el sultán a Francia, Fakhr al-Din continuó recibiendo regalos de los Médici. La elección de los presentes reflejaba más que una mera intención política: los archivos de los Médici en Florencia mencionan mucha platería, joyas y, quizá lo más notable de todo, “un telescopio de Galileo, largo, con su caja de madera”. Estos fueron los años en los que Galileo residía en la Toscana bajo la protección de los Médici, en la Villa Bellosguardo. 

Fakhr al-Din construyó un palacio en Beirut y otro en Deir el Qamar, un castillo en Palmira y un khan (mercado-hostería) que todavía existe en Sidón. Restauró el castillo de los Caballeros de San Juan en Akka (Acre) y fortificó los fuertes de los cruzados y los mamelucos que formaban un anillo alrededor de sus dominios desde Qa'a en el norte de Becá hasta Banias en los Altos de Golan. 

No obstante, al proseguir sus políticas expansionistas y, peor aún, sin escatimar en sobornos para los funcionarios de la Sublime Puerta, al final provocó demasiado a sus amos otomanos. El cronista al-Safadi falleció en 1624 y la mayoría de lo que conocemos del resto de la vida del emir proviene de historiadores otomanos como al-Burini, al-Qaramani y Shams ad-Din ibn Tulun, todos los cuales siguieron la línea oficial de que Fakhr al-Din era un traidor y un hereje. 

El momento crítico llegó a finales de 1632, cuando un ejército otomano que acababa de fracasar en su intento de tomar Bagdad de manos de los persas, avisó que tenía la intención de pasar el invierno en el valle de Becá. Fakhr al-Din se enfureció por ser apenas informado en lugar de haberle sido solicitado ese privilegio, y posiblemente receloso de tener un ejército otomano acampando durante el invierno en su propio dominio. Envió un destacamento de soldados que forzaron a las tropas agotadas por la batalla a retirarse a cuarteles de invierno mucho menos hospitalarios más al norte, del otro lado de Alepo. Como era de esperar, el comandante se quejó a Estambul, y esto debe haber sido la gota que derramó el vaso. Si el sultán Murad IV no podía tener Bagdad, por lo menos tendría la cabeza de un druso presuntuoso.

Esta efigie en cera idealizada de Fakhr al-Din se exhibe en su palacio histórico en Deir el Qamar, Líbano.
Ted Gorton
Esta efigie en cera idealizada de Fakhr al-Din se exhibe en su palacio histórico en Deir el Qamar, Líbano.

En 1633, el sultán ordenó al gobernador de Damasco que conduzca un ejército de 20.000 soldados en contra de los 8000 del emir. Parece que Fakhr al-Din envió a su hijo Alí al norte para evitar que los Sayfas, sus enemigos en Trípoli, se uniesen a las tropas de Damasco, pero Alí resultó muerto en la misión. Esta vez no había huida a la Toscana: Las tropas de Fakhr al-Din fueron aplastadas; su hermano menor Yunus, capturado y ejecutado. El emir se refugió en una caverna, pero fue capturado junto con sus hijos Ma'sud y Hussein y llevado a Estambul. Y ahí, el 13 de abril de 1635, Fakhr al-Din y Mas'ud fueron estrangulados y decapitados. Hussein, que aún no había llegado a la pubertad, fue perdonado. Creció en el Saray (palacio) y finalmente llegó a ser embajador otomano en la India. 

Los legados de Fakhr al-Din no son simples. Todo a su alrededor habla de una ausencia de sectarismo vengativo: no existen pruebas de que alguna vez haya hecho daño o perseguido a nadie solamente por sus creencias religiosas u origen étnico. Era una persona pragmática cuyos seguidores y confidentes provenían de una mezcla de grupos étnico-religiosos que se unieron bajo su mando en un esfuerzo por lograr cierta autonomía local que demostrase el potencial de diferentes comunidades para trabajar juntos. 

Para el año 1633, el sultán otomano Murad IV no podía continuar tolerando la expansión del poder de Fakhr al-Din, y el crecimiento del comercio europeo que venía con él. 
Museo de arte turco e islámico, Estambul / imágenes bridgeman
Para el año 1633, el sultán otomano Murad IV no podía continuar tolerando la expansión del poder de Fakhr al-Din, y el crecimiento del comercio europeo que venía con él. 

Fakhr al-Din se empeñó con firmeza en introducir progresos culturales y económicos basados en su experiencia en Europa. Los edificios con estilo italiano en el maltratado distrito de Sursock en Beirut y en otras partes del Líbano le deben algo (aunque no todo) de su estilo a los palacios de los Médici que llegó a conocer. En una especie de transferencia de tecnología del siglo XVII, contrató florentinos para asistir en la construcción civil, en la medicina, en la cocina y en la agricultura. 

En la actualidad, una supertienda de discos Virgin y un estacionamiento ocupan el lugar donde se encontraba su palacio, que durante dos siglos fue un punto distintivo de Beirut. Sesenta años después de su muerte, un viajero inglés, Henry Maundrell, lo describió así:

“El emir Faccardine tenía su residencia principal en este lugar. ... A la entrada hay una fuente de mármol, de mayor belleza que lo que usualmente se ve en Turquía. El palacio consta de varios patios internos, todos ahora en estado bastante ruinoso, o posiblemente nunca se terminaron. Los establos, los campos para caballos, las jaulas para los leones y otros animales salvajes, jardines, etc. son tales que no son indignos de la calidad de un príncipe en el cristianismo... pero la mejor vista que ofrece este palacio, y la que más vale la pena recordar, es el huerto de naranjos... Uno no puede imaginar algo más perfecto en su clase”. 

El gobierno libanés erigió una estatua ecuestre del emir en 1974 en Baakline, su lugar natal, pero dos años después, durante la guerra civil libanesa, fue dinamitado. De ser un “Padre de la Nación” pasó a ser un balón de fútbol, reverenciado por aquellos ansiosos por hacer hincapié en las particularidades libanesas y denigrado por quienes ven el país como parte de una nación árabe más grande. Y para todos, mostró un ejemplo de tolerancia y de receptividad cultural pragmática que es quizás su legado más perdurable.  

Después de su regreso del exilio en 1618, Fakhr al-Din expandió la influencia Ma'n.
Parte superior, derecha: biblioteca de imágenes De Agostini / g. dagli orti / imágenes bridgeman; parte superior, izquierda: Ted Gorton; más arriba, derecha: Manuel Cohen / el archivo de arte en recursos de arte; parte inferior: museo de arte turco e islámico, estambul / imágenes bridgeman.
Después de su regreso del exilio en 1618, Fakhr al-Din expandió la influencia Ma'n. En Sidón, ordenó la construcción de Khan al-Franj (el caravasar de los extranjeros), parte superior, derecha; en su casa familiar histórica en Deir el Qamar, su palacio parte superior, izquierda, un edificio histórico. Más arriba, derecha: esta ciudadela del siglo XII cerca de Palmira, Siria, estaba entre las varias que Fakhr al-Din restauró por toda la región.

 

Ted Gorton Ted Gorton (www.tjgorton.wordpress.com) es un escritor nacido en Estados Unidos que vive en Londres y en el sur de Francia. Este artículo se basa en su último libro, Renaissance Emir: a Druze Warlord at the Court of the Medici (Reino Unido: Quartet Books, 2013; Estados Unidos: Olive Branch Press, 2014).

 

This article appeared on page 26 of the print edition of Saudi Aramco World.

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